El Museo Olavide, desde su inauguración en 1882 hasta su desaparición en 1965, ha sufrido múltiples vicisitudes, algunas de ellas no contrastadas de forma oficial debido a la desaparición durante la Guerra Civil de la documentación existente en la Diputación de Madrid. El museo estaba localizado inicialmente en el Hospital de San Juan de Dios en Atocha. El hecho de que en este hospital predominasen las enfermedades venéreas hizo que muchas «noticias» que hoy tenemos sea a través de periódicos o revistas de la época, en muchos casos con cierto carácter sensacionalista. Con la recuperación de las figuras del museo en diciembre de 2005 encontramos abundante documentación que sirvió para que se pudiera identificar a los 3 escultores, Zofío, Barta y López Álvarez, así como historiales clínicos de las figuras. Con ello se pudo desmitificar leyendas existentes en torno al museo, a los escultores y a los enfermos, una de estas es la del «muchacho de la tiña favosa».
From the moment the Olavide Museum opened its doors in 1882 until its content was packed up around 1965 and lost sight of for a time, it underwent a succession of changes. Some of those changes cannot be fully documented now because the archives of the Provincial Council (Diputación) of Madrid were lost during the Spanish Civil War. The museum was initially housed in Hospital de San Juan de Dios, in the neighborhood of Atocha. Because this hospital treated mainly venereal diseases, much of the information we have about it comes from newspapers or magazines of the period, and their accounts were often sensationalistic. When a large number of the museum's wax figures were rediscovered, along with a great many accompanying documents, in December 2005, the material allowed 3 sculptors—Zofío, Barta, and López Álvarez—to be identified. Case histories corresponding to the figures were also among the papers found. As a result, the truth about certain legends associated with the museum, the sculptors, and the patients could be unraveled. Among the patients whose stories were brought to light was one referred to as the boy with generalized tinea favosa, or crusted ringworm.
La historia del Museo Olavide, de sus figuras y sus escultores1,2, es rica en leyendas y anécdotas que a finales del siglo xix eran frecuentes en los hospitales y círculos médicos en los que la medicina que se realizaba estaba aún entre el curanderismo y lo científico. Esto originaba personalidades de la vida médica y social que muchas veces practicaban una medicina fuera de todos los métodos científicos, pero que repercutía en la sociedad, dando fama o llevando al oscurantismo a estos personajes.
El Museo Olavide estaba muy unido al Hospital San Juan de Dios de Madrid, ya que la mayoría de las figuran eran de enfermos de este hospital, el cual era en su comienzo y hasta mediados del siglo xx un hospital de prostitutas y enfermos con lesiones cutáneas (lepra, tuberculosis, tiñas...) que no eran admitidos en otros centros1.
Este hospital, por el tipo de enfermos que tenía, se encontraba «aislado» de otros hospitales, e incluso de la sociedad madrileña, lo cual daba origen a historias negras, de prostíbulo, marcadas con el signo de enfermedades «secretas», por los tratamientos mercuriales y la vergüenza. En otras ocasiones eran leyendas de enfermos o del personal que los atendía, muchas de ellas reflejadas en artículos de periódicos, revistas o incluso libros tan conocidos como el Árbol de la Ciencia de Pío Baroja3. En él se retrata como alumno en la visita que hace al hospital el protagonista, Andrés Hurtado, personaje en el que se identifica al autor, y describe la cruel anécdota del gato y la prostituta que es protagonizada por el Dr. López Cerezo, según refiere el Dr. E. del Río en su tesis doctoral4.
De estas leyendas y otras anécdotas nos ha llamado la atención, por lo interesante, la del niño/a de la tiña favosa, que creemos que es una de las figuras más representativas del museo. Esta figura (fig. 1) fue recuperada en el año 2009 al abrir una de las múltiples cajas encontradas en 2005. La caja se encontraba en un buen estado de conservación y la figura, dentro de una urna de cristal, estaba íntegra, aunque con algo de pérdida de coloración, y traía una etiqueta (fig. 2) del escultor Zofío, sin datos que pudieran orientarnos a la fecha de realización.
El escultor Enrique Zofío Dávila (1835-1915?) es el más importante de los 3 escultores que tuvo el museo (Zofío, Barta y López Álvarez)2 y es el autor de más del 80% de las figuras recuperadas. Perteneciente a la sanidad militar, comienza a trabajar como escultor anatómico en 1864 en el Museo Anatómico de la Sanidad Militar, y se jubila en el año 1911 en el Museo de Sanidad del Hospital Militar de Carabanchel. No sabemos ni hemos encontrado datos de su relación con el Hospital de San Juan de Dios, especialmente con el museo, pero sabemos que era amigo de Olavide y que gozó de la confianza de todo el cuadro médico de este hospital para realizar su trabajo como escultor de moulages2.
Con estos datos comenzamos a buscar y revisar las figuras y documentos existentes en nuestro poder, y así nos encontramos con 2 artículos en el ABC (14-12-1966)5 y en la revista QUÉ (6-4-1978)6, artículos que son citados en la tesis del Dr. José Padrón LLeo de 19907. En ellos se entrevista al escultor Rafael López Álvarez (1898-1987), personaje pintoresco del que se sabe poco, y del cual solo tiene una escultura suya y otras 23 en colaboración con Barta.
López Álvarez en estos artículos5,6 se autoproclama como el último escultor al frente del Museo Olavide, así como el autor de la figura, asegurando que él fue el que se encargó del embalaje y cierre del museo en 1967. En uno de los artículos del ABC5 indica la existencia de este niño refiriendo la siguiente historia: «Hace cuarenta años, poco más o menos, ingresó en San Juan de Dios un muchachito de unos doce años, que padecía una tiña generalizada que le convertía en un auténtico monstruo. Estuvo internado unos meses y, como su caso era realmente curioso, modelamos su figura. Luego el niño salió curado y no volvimos a saber de él. Y, de repente hace 10 años, recibimos una carta de América, de Nueva York. El niño se había convertido en un auténtico millonario y preguntaba si la figura que hicimos de su piel cuando estaba enfermo continuaba en el museo. Al contestarle que sí, quiso comprarla a toda costa, como un recuerdo de su años difíciles». Sin embargo la figura, una de las 2 de que consta la colección —la otra es de una mujer— siguió aquí. Ya veremos para qué.
Esta información era la que hasta hace poco tiempo sosteníamos como veraz, pero nos planteaba dudas, ya que por las fechas no coincidía con la vida del autor de la figura Zofío.
Al ir apareciendo nueva documentación sobre el museo, observamos que había muchos más datos que no concordaban con la descripción realizada por López Álvarez, como son:
- 1.
La figura está realizada por Zofío, eso indica la etiqueta original (fig. 2) que existía en la urna donde se encontraba el niño en su recuperación.
- 2.
Zofío fallece en 1915-1917? (hasta el día de hoy no tenemos confirmación de la fecha de fallecimiento), por lo cual no coincide con lo indicado por Rafael López Álvarez en 1966 «[…] hace cuarenta años más o menos ingresó en San Juan de Dios […]».
- 3.
Revisando las figuras existentes en el museo observamos que hay 9 casos de tiña favosa realizadas por Zofío, representando lesiones en el cuero cabelludo, el brazo, las uñas y solo una de cuerpo completo que creemos corresponde a esta figura.
- 4.
Buscando referencias en documentos de la época encontramos 2 referidas a la inauguración del Museo del Hospital de San Juan de Dios (La Época 28/12/1882 y El Día 26/12/1882)8,9. En el primero denomina al museo como medico-quirúrgico e histoquímica y el segundo periódico lo titula como museo anatómico provincial; en este último encontramos una detallada descripción del acontecimiento, y en él se hace referencia a la existencia de: «una estatua yacente de una niña de 10 años con tiña favosa».
El Día (edición de noche) de 26 de diciembre de 1882: “Entre otras piezas se distinguen por la verdad en el colorido y la representación exacta de las dolencias “una estatua yacente de una niña de diez años con tiña favosa”; colecciones de lupus ulcerados de la cara y epiteliomas de igual región. Estas piezas en su tamaño son iguales al natural de donde se han vaciado. Merecen citarse, por lo raro de los padecimientos, un ejemplar de moluscum pendulum, y otro de herpétide maligna exfoliatriz generalizada. Figuran también treinta y siete acuarelas, propiedad del Sr. Castelo, que representan notables casos”.
Finalmente hemos encontrado la ficha (fig. 3) de esta figura con el n.° 132, sala 12; cama 17 y la descripción coincide con todos los datos antes apuntados (fecha de ingreso, edad, cuadro clínico, diagnóstico, evolución, tratamiento y fallecimiento). TIÑA FAVOSA GENERALIZADA Con el n.° 132, sala 12; cama n.° 17 de la Clínica del Dr. Olavide E.G.G., natural de Madrid, de 8 años, niñera, de temperamento linfático-nervioso y constitución pasiva, ingreso en esta clínica el 20 de setiembre de 1879. Sin antecedentes de familia. Como antecedentes individuales abemos por referencia de su madre, que padeció en su niñez el sarampión, quedando desde entonces muy delicada de salud, siempre inapetente, con palidez de la piel, y verificándose su crecimiento de una manera muy lenta; todo efecto sin duda de su profundo estado anémico. Hará como unos seis meses le apareció en el cuerpo y extremidades, y más tarde en la cabeza, una erupción cuyas costritas fueron aglomerándose, de color amarillento, las cuales en lugar de ceder siguieron en aumento, obligándola a ingresar en este hospital. Estado actual.- Presenta en toda la superficie del cuerpo costras de favus que forman grandes placas, sobre todo en la cabeza, regiones sacra y glútea. Estas costras son elevadas sobre el nivel de la piel, formadas por la reunión de capas concéntricas, de aspecto y consistencia cornea y de color blanco amarillento uniforme. La piel que rodea a las costras presenta una areola inflamatoria de color rojo, y cuando se desprende alguna costra, la piel subyacente se encuentra pálida, escavada y como atrofiada. El estado general se encuentra profundamente debilitado con síntomas de anemia y linfatismo. Tratamiento.- Cataplasma de harina de arroz a las costras, que se desprendieron ayudando a su acción el uso del baño general templado. Caídas las costras se hizo depilación metódica de la cabeza y se le dieron fricciones a la misma con la pomada de sublimado de corrosivo (15 centigramos por 30 gramos de manteca) y en las demás regiones del cuerpo afectas de dicha lesión, untura de aceite de enebro. Al interior se le dispuso desde el primer momento el aceite de hígado de bacalao, 30 gramos, con 50 miligramos de yoduro de hierro; mas no pudiendo la enferma tolerar el aceite, se sustituyo este a los 3 días por 100 miligramos de hierro en 30 gramos de jarabe simple. El 10 de Octubre se sustituyo el aceite de enebro por pomada de brea. A beneficio de este tratamiento mejoro notablemente; pero habiendo sido acometida de una albuminuria aguda falleció el día 6 de enero de 1880. Palacios
Todos estos datos nos dan motivos suficientes para asegurar que el muchacho de la tiña favosa era realmente una niña de 9 años.
Por todo ello creemos que la leyenda o anécdota tan bonita y bien relatada por el último escultor, Rafael López Álvarez, es una más de las múltiples que originaron la existencia del Hospital de San Juan de Dios y el Museo Olavide.
Conflicto de interesesLos autores declaran que no tienen ningún conflicto de intereses.