Las Cantigas de Santa María son una extensa recopilación de 420 poesías musicadas, precedidas de 2 prólogos, y dedicadas a loar los milagros de la Virgen María, atribuidas al rey Alfonso X de Castilla.
El rey Alfonso X, apodado «El Sabio», nacido en Toledo en 1221 y fallecido en Sevilla en 1284, tomó parte en importantes sucesos de su tiempo. Fue un gran impulsor de la lucha contra los reinos musulmanes, completando la labor de su padre Fernando III. Impulsó una ingente obra literaria, histórica, científica y jurídica. Contó con un equipo notable de músicos e intelectuales latinos, hebreos e islámicos. Impulsó la prosa en castellano y la lírica en galaico-portugués, el idioma culto de la corte en su tiempo. Fue un hombre atormentado, que hubo de hacer frente a luchas entre familiares y problemas de salud, que han sido objeto de un intenso debate. Su gran aspiración, ser nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, nunca llegó a materializarse. La intensidad de su prolífica vida nos habla de un hombre inquieto, inteligente y sensible, que también hubo de sobrellevar la enfermedad y la desgracia.
Las Cantigas de Santa María son, sin duda, su gran legado artístico: un corpus inmenso de música, poesía e imágenes. Son el repertorio de canciones más extenso que ha sobrevivido en una lengua europea vernácula junto con su notación musical. Nos hablan además de la vida cotidiana en su tiempo, y muy especialmente de la percepción de la enfermedad, sus causas y sus curas.
Las Cantigas son el producto de un fenómeno de masas del mundo cristiano posterior al milenio: el culto a la Madre de Dios1. La veneración por figuras maternas es común a muchas religiones de la antigüedad. Es el caso de Ast (Isis) en la religión del Antiguo Egipto, habitualmente representada amamantando a su hijo de modo análogo a las representaciones de la Virgen y el Niño (fig. 1). Sin embargo, el culto a María como deidad, que fue capaz de robar protagonismo al mismo Jesús, es tardío en la historia del cristianismo. Comienza a tomar cuerpo tras el Concilio de Éfeso. Durante los siglos XII-XIV se vive una auténtica fiebre «mariana», especialmente en los reinos de la Península Ibérica, y el camino de Santiago actúa como vía propagadora. El rey Alfonso se declara en el prólogo de las Cantigas «trovador» de la Virgen, y es altamente probable que algunas salieran de su misma pluma2.
Las Cantigas son una fuente ingente de conocimientos sobre el mundo medieval. La profusión de descripciones de lugares, hechos históricos o sucesos más o menos imaginarios, unida a las representaciones iconográficas que acompañan a cada una de ellas, nos permiten intuir la vida en la corte, los instrumentos musicales que se tocaban, las vestimentas, las costumbres, los alimentos y, por supuesto, las enfermedades. No olvidemos que gran parte de las Cantigas tratan sobre personas que, sufriendo algún quebranto de salud, acuden a la Virgen María para su curación, por lo que contamos con la descripción de las dolencias de la época de una manera muy notable aunque, como veremos, sujeta a múltiples interpretaciones.
En el presente texto hemos seleccionado algunas Cantigas en las que se describen enfermedades propias de la dermatología, y hemos intentado analizarlas desde el punto de vista médico e histórico. No hemos transcrito el texto completo de cada una, sino fragmentos traducidos al castellano. Para la lectura de los originales, recomendamos el excelente website diseñado y mantenido por Andrew Casson Cantigas de Santa Maria for Singershttp://www.cantigasdesantamaria.com/, que constituye una valiosa herramienta para cualquier persona que quiera acercarse al monumental conjunto de las Cantigas de Santa María.
Cantiga 54 «Toda saúde da santa Reinna»: La afección maloliente de la cara curada por la leche de la VirgenLa Cantiga 54 explica la historia de un monje afligido por una enfermedad de la garganta que se extiende a la cara, provocando gran tumefacción y dolor (fig. 2), imposibilitándole la deglución. El olor provocado por la enfermedad se describe «peor que el de un cadáver». El resto de los monjes le administran la extremaunción y lo creen ya muerto. Entonces aparece la Virgen, que lo limpia «con una toalla que tenía», y «sacando una teta de su seno le tiró su leche en la boca y la cara. Y se volvió tan clara que parecía que todo había mudado como muda penas la golondrina».
La descripción de la enfermedad no permite hacer conclusiones diagnósticas, pero muy probablemente apunta hacia un proceso infeccioso del macizo facial.
Este empleo de la leche como líquido medicinal se repite en la Cantiga 93, con un enfermo de «gafeen» o lepra. En el repertorio mariano alfonsí aparecen varias cantigas en las que se alaba con frecuencia la leche que alimentó al Salvador, un hecho material que ilustra la naturaleza humana y divina de Jesús. El poder curativo de la leche de la Virgen es reconocido en el imaginario medieval. En la Catedral de Murcia se veneran gotas de leche de la misma Virgen María, supuestamente contenidas en una redoma. La tradición sitúa en Belén una «gruta de la leche» donde fue amamantado el niño Jesús. Son notables las múltiples representaciones de la Lactatio de San Bernardo de Claraval, en las que muestran a la Virgen lanzando un chorro de leche al santo. El suceso tiene lugar cuando Bernardo, entonces un joven monje, es encargado por el abad de predicar. Temiendo defraudarle, reza ante una imagen de la Virgen hasta quedarse dormido. En sueños se le aparece la Virgen, que le otorga el don de la elocuencia al ponerle en la boca leche de su propio pecho.
Concluimos diciendo sin lugar a dudas que este remedium ubere es un tema presente en la hagiografía mariana, y que ha fascinado a los fieles desde los inicios del culto a la Virgen.
Cantiga 91 «A Virgen nos dá saúde e tólle mal»: El temible ergotismo o «fuego de San Marcial»La historia explicada tiene lugar en Francia, en el santuario de Soissons, y es una intoxicación masiva por el cornezuelo de centeno, que hoy conocemos como ergotismo, y entonces se conocía como «fuego de San Marcial»: «…. Por yerros que habían cometido, Dios les mandó para su castigo y confusión ese fuego que llaman de San Marcial […] y era de tal naturaleza aquel mal, como he sabido, que primero les tomaba un frío, y después se quemaban peor que con fuego […] Porque los miembros se les caían, y de ninguna manera podían comer ni dormir, ni sostenerse sobre los pies, y antes preferían ser muertos que sufrir tan descomunal dolor…». La Virgen aparece, envuelta en un resplandor, y los cura, obrando el milagro (fig. 3).
En el texto encontramos perfectamente descrita la intoxicación por el cornezuelo de centeno (Claviceps purpurea)3,4. Las epidemias por ergotismo están bien referenciadas en múltiples fuentes, ya que asolaron el mundo medieval durante siglos, en especial en las épocas de hambre. Se le conoce también como «fuego de San Antón», «fuego sagrado» o «fuego del infierno», entre otros. Como el centeno era una base importante de la alimentación de la época (el pan blanco era solo para las clases sociales superiores), la intoxicación por el citado hongo era frecuente. Al moler el cereal, el polvo rojizo se confundía fácilmente con el tono oscuro del centeno. La clínica incluía intenso dolor y frío en las extremidades por fenómenos de vasoconstricción, seguida de calor intenso, dolor, necrosis distal, alucinaciones y convulsiones. Si alguna persona afectada sobrevivía, lo habitual es que quedase mutilada, con graves amputaciones. Sus usos medicinales eran conocidos en la farmacopea tradicional china, y en el siglo XVII fue empleado para detener las hemorragias puerperales.
San Marcial, evangelizador de la región francesa de Limusín, es un santo de enorme prestigio en la zona. Su culto se conoce desde los inicios del cristianismo, y su aura de sanador se acrecienta cuando en el siglo X, la población de Aquitania es diezmada por el ergotismo. Al recurrir los fieles a la intercesión del santo, se produce el milagro del final de la epidemia. Adémar de Chabannes (983-1043) en su Vida de San Marcial llegó a afirmar que era «el apóstol número 13» testigo de la crucifixión y que participó en la Última Cena, lo que se reflejará en la iconografía local. En la región de Limoges llega a competir con la misma Compostela por convertirse en un lugar de prestigio y peregrinación, y en 1854 el obispo local solicita al papa Pío IX que le otorgara los honores de discípulo directo de Cristo, pero este se los niega.
Las Cantigas son un gran documento propagandístico mariano, y atribuir a la Virgen milagros tan contundentes, superando incluso al mismo San Marcial, busca sin duda colocar sus capacidades curativas por encima de las de cualquier otro santo, aunque fuese el «sanador» original de esta enfermedad.
En otras Cantigas también se encuentran descripciones del ergotismo. En la 134, el episodio tiene lugar en París, e incluye la milagrosa regeneración de un miembro amputado. En la 19 se habla de una enfermedad llamada «Fuego del Cielo», y en la 53 de «Fuego Salvaje», aunque en esta última se habla también de «lepra», otro de los azotes de la Edad Media, que a veces produce confusión con otros procesos cutáneos. En el texto de la Cantiga 105 se distinguen claramente las 2 enfermedades. En la número 81 el fuego de San Marcial le «come la carne» a una mujer desfigurándole la cara, por lo que debía llevarla tapada con un velo.
El tratamiento del ergotismo se basaba en plantas medicinales, mandrágora u otros analgésicos, que sin embargo podían empeorar la sintomatología alucinatoria. Los médicos que atendían a los pacientes se protegían con esponjas empapadas en vinagre, y se colocaban una especie de pico de ave impregnado de sustancias aromatizantes para protegerse del contagio. Sin embargo, la intercesión y la oración eran el principal método terapéutico, y era importante para la región el contar con reliquias o sepulturas de santos para facilitarlas. La orden de los Antonianos, o monjes de San Antonio, que llevaban como símbolo una letra Tau azul, estaban encargados de cuidar de este tipo de enfermos. La espiritualidad medieval incluía todas estas prácticas y creencias, y es probable que algunos pacientes mejorasen con los cuidados, la higiene, y al separarlos de su dieta monótona de pan de centeno contaminado que había sido la causa de su desgracia.
Cantiga 93 «Nulla enfermidade non é de sãar»: La mágica curación de la lepra mediante la leche de la VirgenEl protagonista de la Cantiga 93 es castigado con una gran «gafeen» o lepra que le cubre de puntos el cuerpo por el pecado de lujuria, y su padecimiento provoca paradójicamente un ardor sexual desenfrenado (era una creencia muy extendida que los leprosos eran lujuriosos). Se arrepiente, y en la soledad de una ermita (donde muy probablemente habría sido apartado por su condición de leproso) reza mil Ave Marías para complacer a la Madre de Dios. La redención se completa con la aparición de la Virgen ante el leproso, que decide curarle mediante la leche que brota de su pecho, «la teta descubrió y de su santa leche el cuerpo le ungió».
La imagen que ilustra la Cantiga (fig. 4) es, en efecto, de la un hombre postrado, con gesto alegre, que muestra su piel cubierta de escamas o costras, pero no se aprecian úlceras ni deformidades en las extremidades propias de la lepra. Creemos que en este caso, como en tantos otros, el «gafo» está en realidad afectado por otra dermatosis visible, que puede ser sarna, psoriasis o eczema, pero no meras alteraciones de la pigmentación como vitíligo o lepra indeterminada.
El enfermo representado en la Cantiga 93, afectado de un proceso que le provoca lesiones cutáneas (obsérvese como están representadas, remedando placas o costras generalizadas que podrían corresponder a psoriasis o eczema). La Virgen realiza la curación sacando un pecho y rociando la piel del enfermo con su leche.
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Una de las enfermedades más descritas en las Cantigas es la lepra. Como en tantos otros textos medievales, debemos ser cautelosos al considerar estos enfermos como verdaderos afectados por la enfermedad de Hansen4–6. En muchos casos se trata de dolencias con manifestaciones cutáneas muy diversas, como psoriasis, sarna, micosis o muchas otras. Sin embargo, la palabra «gafo», un término del galaicoportugués medieval que denota a la enfermedad, y que aparece de forma continua en los textos, parece señalar verdaderamente a la enfermedad de Hansen. El «gafo» era también un utensilio en forma de garra o gancho que se empleaba para cargar las ballestas, atrayendo fuertemente la cuerda hasta montarla en la nuez. La forma parece asemejarse a la deformidad en garra de los leprosos, producida por la neuropatía periférica en las formas tuberculoides. La palabra «gafe» con la acepción clásica de la persona que trae mala suerte sería una derivación del original «gafo». En Pontevedra existe un «río dos Gafos» que señala a un antiguo lazareto u hospital de leprosos en el barrio de Campolongo.
Durante la Edad Media se estima que afectaba a un 4% de la población, y parece bien documentada una expansión rápida entre los siglos XII y XIII. Los enfermos aterrorizaban a la población y no ayudaban mucho las marcas que la enfermedad dejaba, daños neurológicos en brazos y piernas que los hacía caminar con muletas, protuberancias deformantes y falta de sensibilidad. La pesada carga moral de la enfermedad viene ya del Levítico, donde se la considera impura y resultado del castigo divino por el pecado. Sin embargo, y paradójicamente, la enfermedad del Antiguo Testamento (la tsará’at) pudo no ser necesariamente lepra, sino psoriasis, vitíligo u otra afección descamativa de la piel.
Los tratamientos más recurridos para la lepra eran la flebotomía o la ingesta de carne de serpiente, porque se sigue el principio de «un veneno expulsa otro veneno».
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
AgradecimientoAl Profesor Dr. José Carro Otero, de la Universidad de Santiago de Compostela. Por haber sembrado en sus estudiantes la fascinación por la antropología, los santos, los huesos y las piedras; aplicando la frase de José de Letamendi “El médico que sólo sabe medicina; ni medicina sabe.
La imagen de Isis y Horus y de la Virgen María con el niño de la figura 1 es de dominio público y tomada de http://www.es.mitologia.wikia.com/wiki/isis. Las imágenes procedentes del Códice Rico de las Cantigas de Alfonso X el Sabio (figs. 2 y 3), custodiado en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial, son reproducidas en este artículo con permiso de dicha biblioteca. Copyright © Patrimonio Nacional.