El 31 de diciembre de 2019 la Organización Mundial de la Salud identificó un nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) en la ciudad de Wuhan, China, que se propagó con mucha rapidez, y que hasta la fecha ha causado la muerte a miles de personas por la enfermedad que provoca (COVID-19). Se han reportado diversas manifestaciones dermatológicas asociadas a la COVID-19. Entre ellas se han publicado previamente pitiriasis rosada (PR) y erupción de tipo PR. Durante la pandemia de la COVID-19 el diagnóstico de PR se ha vuelto más común1–5.
La PR es una enfermedad cutánea inflamatoria autolimitada que puede ser inducida por agentes virales: en especial herpesvirus humano 6 y herpesvirus humano 7, autoinmunidad, factores psicogénicos, vacunas y fármacos1,2.
Presentamos aquí un caso de PR en un paciente pediátrico con diagnóstico confirmado de COVID-19. El paciente y sus familiares han otorgado consentimiento informado escrito para la publicación de los datos de este caso.
Un niño de 10 años de edad acudió con historia de 20 días de erupción cutánea. Se sabía que había contraído infección por COVID-19 un mes atrás, y que no había recibido medicación alguna. Durante la exploración dermatológica se observaron pequeñas placas eritematosas y manchas elevadas y escamosas situadas en paralelo a las costillas (fig. 1). El recuento sanguíneo completo, las pruebas hepáticas y renales, los marcadores de hepatitis y los valores de sedimentación y PCR se hallaban dentro de rangos normales. En el examen histopatológico de la biopsia de una lesión se observaron picos focalizados de paraqueratosis, espongiosis, vesículas espongióticas focalizadas, exocitosis linfocítica, acantosis ligeramente irregular con leve homogenización de colágeno en la dermis, infiltración eritrocítica de leve a moderada en el plexo vascular superficial y dispersión de linfocitos (fig. 2). Se estableció diagnóstico de PR tras infección por COVID-19, dados los hallazgos clínicos e histopatológicos. Se trató al paciente con pomada de betametasona valerato, urea al 10% y cetirizina. Las lesiones se resolvieron un mes más tarde.
No se conoce con claridad la asociación entre PR y la infección por la COVID-19. En la literatura los pacientes con diagnóstico confirmado de COVID-19 desarrollaron PR y erupción de tipo PR, algunos de ellos sintomáticos o asintomáticos, y otros tras infectarse por la COVID-192–5. Por tanto, en un paciente que se presente con PR y erupción de tipo PR es necesario considerar la infección por COVID-19 y aconsejar la realización de pruebas de SARS-CoV-2 a los pacientes necesarios. La PR podría ser directamente dependiente de la infección por la COVID-19, o de la reactivación viral (herpesvirus humano 6, herpesvirus humano 7, virus de Epstein Barr)1–5. Además, el incremento de estrés psicológico causado por el periodo pandémico podría haber contribuido a desencadenar PR1. Debido al número limitado de datos se hace difícil probar una relación causal en estos casos.
En conclusión, los dermatólogos deben ser conscientes de los síntomas cutáneos vinculados a la infección por la COVID-19.