El airbag es un mecanismo de seguridad con demostrada eficacia en la reducción de la gravedad y fatalidad de los accidentes de tráfico1. No obstante, se han observado múltiples daños directamente relacionados con el disparo del airbag, siendo la mayoría de ellos abrasiones superficiales, contusiones, laceraciones, quemaduras térmicas y químicas2–4.
Un varón de 21 años consultó en urgencias de dermatología por presentar quemaduras faciales y daño ocular secundarios al disparo brusco y rápida inflación del airbag del vehículo que conducía. Las lesiones consistían en una placa bien delimitada en la frente, con aspecto erosivo, muy superficial, que respetaba el fondo de los pliegues frontales, sin ampollas ni exudado evidente, que sugería el diagnóstico de abrasión traumática, en relación con el impacto frontal del airbag en su rápida inflación (fig. 1A). En la hemicara derecha, presentaba una placa de gran tamaño, bien delimitada, edematosa, sin solución de continuidad ni signos de fricción asociados, con aspecto exudativo y presencia de pequeñas ampollas, que se diagnosticó de quemadura por contacto térmica y/o química de 1.er y 2.° grado (fig. 1A). El estudio oftalmológico demostró un importante edema palpebral con quemosis conjuntival secundarios al traumatismo ocular (fig. 1B), con disminución de la agudeza visual secundaria a traumatismo retiniano. Presentaba además edema y pequeñas erosiones corneales superficiales, que junto a la hiperemia conjuntival y quemaduras palpebrales y faciales, orientaban a una queratitis química. Se descartó fractura orbitaria y de huesos propios de la cara. Se procedió al lavado prolongado de las lesiones con agua abundante y se pautó tratamiento con antibióticos y corticoides tópicos y sistémicos, además de un antibiótico ocular. El paciente fue dado de alta sin más complicaciones, con gran mejoría de las quemaduras en el seguimiento realizado a los 10 días (fig. 1C).
A) Abrasión física frontal secundaria al traumatismo del airbag, y quemadura química y térmica en párpado, mejilla y cara latero-nasal causada por la mezcla de gases a altas temperaturas procedentes del interior del airbag. B) Edema palpebral, quemosis conjuntival y erosiones corneales secundarias a la quemadura química alcalina (queratitis alcalina). C) Imagen de la evidente mejoría clínica del paciente a los 10 días tras tratamiento antibiótico y corticoideo.
La mayoría de daños relacionados con el airbag son mínimos, y consisten en lesiones cutáneas superficiales que afectan a la cara, cuello y las extremidades superiores2. No obstante, se han observado daños graves en relación directa con la explosiva inflación del airbag: laceraciones y otras alteraciones cutáneas, traumatismos oculares, asma inducido por airbag, fracturas cráneo-cervicales y de extremidades e incluso la muerte del ocupante2,5. Los airbags están formados por unas bolsas de nylon localizadas en el centro del volante. Cuando los sensores detectan una deceleración rápida, se activa un mecanismo eléctrico que a su vez activa una serie de reacciones químicas que en primer lugar desencadenan la ignición de una carga de azida sódica (NaN3). Esta carga reacciona con nitrato potásico (KNO3) y el resultado es la producción de forma explosiva de gran cantidad de gas nitrógeno a altas temperaturas, junto con hidróxido sódico y otros gases, que son los responsables de inflar la bolsa en 20 centésimas de segundo (300km/h). Instantes después de que el airbag se infle, el gas producido comienza a disiparse a través de pequeños orificios existentes en la tela. De este modo, el airbag se desinfla en menos de 2 segundos, permitiendo la movilidad de los ocupantes. El gran número de gases a altas temperaturas (hidróxido de sodio, CO2 y otros óxidos metálicos) produce un aerosol corrosivo alcalino capaz de generar quemaduras cutáneas químicas alcalinas y quemaduras térmicas3–6. Esta última a su vez puede estar producida por un mecanismo directo, al entrar en contacto con gases a altas temperaturas, o indirecto, secundaria a la quemadura y fusión de la ropa6. También se han descrito dermatitis de contacto irritativa por el residuo sólido de talco e hidróxido de sodio. El efecto corrosivo de los gases se ha implicado también en queratitis alcalina y otros problemas corneales7; además, el traumatismo directo del airbag sobre el globo ocular puede generar un daño retiniano con disminución temporal o permanente de la agudeza visual10.
Afortunadamente, la mayoría de quemaduras relacionadas con el airbag son menores, superficiales, y solo requieren tratamiento sintomático, pero existen casos descritos de quemaduras por airbag que requirieron desbridamiento agresivo e injerto cutáneo8,9. El tratamiento de las quemaduras químicas y térmicas, después del lavado abundante con agua, suele requerir en casi todos los casos antibioticoterapia y corticoterapia tópicas y sistémicas, seguido de un control estrecho, ya que asocian mayor número de complicaciones. Las quemaduras por abrasión son menos problemáticas y necesitan de una vigilancia menos estricta5,6,8,9.
En conclusión, las quemaduras por airbag se tratan de una patología frecuente y normalmente muy leve, poco conocida por los dermatólogos, y que se asocia con frecuencia a queratitis y otros daños oculares. La existencia de diferentes mecanismos de acción condicionan la aparición de diferentes tipos de quemaduras, a veces coincidentes en un mismo paciente, y que van a requerir un enfoque terapéutico distinto: más agresivo en el caso de las quemaduras térmicas y químicas que en las abrasiones simples.