Mujer de 32 años con lesiones muy pruriginosas de 24h de evolución localizadas en manos, abdomen, cuello y muslo. Presentaban una coloración eritematosa, algunas más edematosas y otras con un aspecto más eccematoso. Como único antecedente de interés, refería salida al campo el día anterior (fig. 1).
ComentarioA la dermatoscopia llamaba la atención la presencia de múltiples estructuras lineales, de corta longitud y coloración marronácea-anaranjada. Para visualizarlas se requirió del empleo de un sistema de dermatoscopia digital, empleando aumentos de al menos 20-×30. Estas estructuras se correspondían con los pelos urticantes característicos de la oruga procesionaria (fig. 2). El antecedente previo de contacto con la naturaleza junto a la presencia de estos pelos urticantes, fueron el dato clave para el correcto diagnóstico de esta paciente. Tras varios días en tratamiento con antihistamínicos orales y corticoterapia tópica las lesiones se resolvieron sin secuelas.
La oruga procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es una de las principales causantes de reacciones cutáneo-mucosas secundarias al contacto con lepidópteros, suponiendo un problema creciente de salud pública. En su estado larvario las orugas se encuentran recubiertas de pelos urticantes de pequeño tamaño, que son los causantes de las lesiones cuando entran en contacto con la piel. Estas estructuras, debido a su morfología «arponada» con múltiples espículas, son capaces de permanecer enganchadas a la piel, pelo de animales e incluso en objetos durante largo tiempo, pudiendo por ello ocasionar síntomas aún sin entrar en contacto con los pinares de donde proceden1.
El mayor número de afectados por procesionaria suele encontrarse en torno al primer trimestre del año, momento en el que las orugas ya maduras descienden de los árboles «en procesión» para dirigirse a su lugar de enterramiento1.
Las manifestaciones clínicas pueden ser múltiples: cutáneas, oculares, síntomas respiratorios y anafilaxia. A nivel cutáneo las lesiones presentan una morfología inespecífica a modo de dermatitis papulosa, urticaria, e incluso vesículas o ampollas. Con mayor frecuencia se localizan en áreas expuestas (cuello y extremidades), aunque pueden encontrarse en zonas cubiertas y de forma característica acompañadas de prurito intenso1,2.
Para el tratamiento de las lesiones cutáneas se han empleado clásicamente los antihistamínicos orales, asociándose frecuentemente corticoides de aplicación tópica. Además, existen algunos casos publicados con buena respuesta al dobesilato tópico3.
No existen datos clínicos patognomónicos que nos permitan diagnosticar la reacción a procesionaria, salvo la visión directa dermatoscópica de estos pelos urticantes sobre la piel del paciente. No obstante, tal y como describimos en el presente caso y coincidiendo con otros artículos recogidos en la literatura, habitualmente no es suficiente con el uso de un dermatoscopio manual para hacer evidentes estos pelillos, sino que se requiere del uso de un dermatoscopio digital que nos permita alcanzar aumentos mayores (al menos ×30)2.
Con todo ello, ante la presencia de lesiones pruriginosas en áreas expuestas será importante poseer un alto grado de sospecha, preguntando a los pacientes por un posible antecedente de exposición a esta oruga, para buscar después estos pelillos que nos confirmarán el diagnóstico con el apoyo del dermatoscopio1,2,4.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.