Un varón de 35 años consultó por haber percibido cambios en una lesión pigmentada localizada en el brazo derecho. El paciente tenía en dicho brazo un tatuaje realizado unos 2 años antes. Al hacérselo, el tatuador había respetado un nevus preexistente, pero en los últimos meses este había crecido hasta alcanzar el tatuaje, lo que había llamado la atención del paciente (fig. 1A y B). Ante la sospecha clínica se procedió a extirpar la lesión, cuyo análisis histológico confirmó que se trataba de un melanoma de extensión superficial con un espesor de Breslow de 0,35mm, desarrollado sobre un nevus displásico (fig. 1C y D).
A) Melanoma en el miembro superior derecho sobre tatuaje reciente. B) Imagen dermatoscópica que muestra una llamativa asimetría de colores y estructuras, destacando la presencia de retículo atípico, pseudópodos y puntos y glóbulos de distribución irregular. C) Imagen histológica con técnica de inmunohistoquímica para HMB45-Ki67 en la que se observa la presencia de nidos de células neoplásicas en dermis (rojo), así como gránulos negros de pigmento de tatuaje en el interior de macrófagos y libres en dermis (HMB45-Ki67, ×4). D) Detalle de los gránulos negros de pigmento del tatuaje (HMB45-Ki67, ×40).
Otro varón, de 82 años de edad, fue remitido por su médico de cabecera por sospecha de melanoma ante una lesión pigmentada sobre un tatuaje en el miembro superior izquierdo que había observado explorando al paciente por otro motivo. El tatuaje tenía más de 60 años y el paciente no se había fijado en la lesión por la que era remitido: una mácula pigmentada asimétrica, de bordes irregulares y varias tonalidades, con áreas sugestivas de regresión (fig. 2A). El estudio histológico confirmó que se trataba de un melanoma de extensión superficial con un espesor de Breslow de 0,4mm, con regresión parcial y sin lesiones asociadas (fig. 2B).
En la literatura se ha especulado sobre una posible relación patogénica de los tatuajes con el melanoma, señalándose como posibles responsables el traumatismo local, el potencial carcinogénico de la tinta e incluso un posible aumento en la absorción de la radiación ultravioleta1. Sin embargo, actualmente se considera más probable que se trate de una simple coincidencia1–3. En los últimos años estamos asistiendo a un marcado incremento de la popularidad de los tatuajes permanentes en nuestro entorno, especialmente en jóvenes. La prevalencia estimada en la población europea es de un 10%, y aumenta hasta el 25% en adultos entre 20 y 35 años3. Sin embargo, los casos de melanoma sobre tatuaje siguen siendo muy raros2, como muestra el hecho de que existan hasta el momento únicamente 28 casos publicados en la literatura (30 contando los 2 que aquí se presentan)1–10. Esto, junto a la ausencia de casos de múltiples melanomas sobre un mismo tatuaje, refuerza la idea de que la asociación entre tatuaje y melanoma es meramente casual1–3. No obstante, la presentación del melanoma en un área de piel tatuada tiene varias consecuencias relevantes.
Por un lado, la presencia del tatuaje suele enmascarar las lesiones pigmentadas y dificulta la detección precoz de un eventual melanoma tanto por parte del paciente como del dermatólogo, provocando generalmente una demora en el diagnóstico1–8. Es fundamental concienciar a la población, en general, y a los tatuadores, en particular, de que el tatuaje nunca se debe realizar sobre lesiones pigmentadas preexistentes1,6. Asimismo, es importante que a la hora de explorar a un paciente con tatuajes el dermatólogo preste especial atención a la piel tatuada para evitar pasar por alto una lesión sospechosa encubierta2,8. Cabe destacar que en nuestro primer paciente y en otros 2 casos publicados previamente9,10, la alteración estética que el melanoma producía en la imagen del tatuaje facilitó que el paciente se fijase en él, lográndose en estos casos una detección probablemente más precoz que si hubiese aparecido en otra zona. Aunque esto supone una excepción a lo dicho previamente, lo cierto es que si como norma los tatuadores dejaran un halo de piel sana alrededor de los nevus preexistentes, cualquier cambio que estos pudieran experimentar posteriormente sería más fácilmente detectado9.
Por otro lado, existe el riesgo de que si se tatúa sobre una lesión pigmentada, esta sea ya un melanoma y durante el proceso de tatuado se produzca una siembra de múltiples depósitos metastásicos, tal como ha ocurrido en un caso recientemente publicado7, lo cual refuerza la importancia de evitar tatuar lesiones pigmentadas. En este sentido, en casos seleccionados con especial riesgo de desarrollar melanoma (pacientes con síndrome de nevus atípico, múltiples nevus o historia familiar de melanoma) sería aconsejable también una revisión dermatológica previa a la realización de tatuajes3.
Finalmente, antes de proceder a eliminar un tatuaje mediante láser, debe examinarse cuidadosamente la piel tatuada –tanto clínica como dermatoscópicamente4– para detectar posibles lesiones pigmentadas enmascaradas y evitar aplicar el láser sobre estas (ya que puede alterar sus características y llevar a errores diagnósticos posteriormente) o bien extirparlas antes de aplicar el láser si son sospechosas. Por este motivo, la eliminación de tatuajes mediante láser solo debería ser realizada por dermatólogos4.
En conclusión, presentamos 2 nuevos casos de melanoma sobre tatuaje. Si bien la asociación parece ser casual, tiene varias implicaciones: la necesidad de prestar especial atención en el examen de la piel tatuada, la trascendencia de concienciar a tatuadores y usuarios de que no deben tatuarse lesiones pigmentadas, y la importancia de que la eliminación de los tatuajes mediante láser sea realizada siempre por dermatólogos.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.
A la Dra. Josefa San Juan y al Dr. José Ferrando, del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Arnau de Vilanova de Valencia, por facilitarnos el acceso a las laminillas del segundo caso.