Es notoria la falta de información acerca de la actividad ambulatoria de la atención especializada en España. De ahí la importancia de realizar estudios como el valioso DIADERM, que analiza la práctica de la dermatología en España1,2. Aceptaron participar 80 dermatólogos durante 6 días en 2016. Extrapolando el número de consultas a las que realizan el global de dermatólogos en España, suponen 621.000 consultas/mes, 7,46 millones al año, un 16% de la población española en ese año. De esas consultas, un 68% son del sector público y un 32% del privado. Las cifras millonarias son similares a las publicadas en EE.UU.3 o Reino Unido4, que calculan que un 25% de la población consulta al médico cada año por una enfermedad cutánea.
El estudio DIADERM2 muestra que, en la medicina privada en España, donde el paciente puede elegir, prefiere acceder directamente al dermatólogo. Apenas un 7% de pacientes son remitidos al dermatólogo desde los servicios de atención primaria (AP) del sector privado. Por el contrario, en el público, donde el acceso directo está vedado, la AP ejerce el papel de filtro modulando el acceso. Se ha escrito mucho sobre la conveniencia de uno u otro modelo, acceso directo o filtro por AP.
Especialmente revelador es el debate suscitado en 2012 en el BMJ4,5, donde la teledermatología (TD)6 aparece como una respuesta a las necesidades de mejora de la formación y tutorización del médico de primaria para poder ejercer su papel en ese modelo. Precisamente es en los flujos por telemedicina, poco desarrollados en el primer artículo1, donde los autores ponen el foco en el análisis publicado en este número de Actas2. Si bien en 2014, más del 25% de los centros del sector público, en especial los más potentes, tenían sistemas de TD activos7, llama la atención que en el estudio DIADERM solo un 1,2% de las consultas dermatológicas son teleconsultas (IC 95%: 0,4-3,7%). Y no es porque el uso de la TD en medicina privada sea aún residual, pues el 36% de la TD se realizan en el ámbito privado frente a un 30% de consultas presenciales2.
Viendo el mapa de distribución por CC.AA.2,7, el uso de la TD está extendido, pero los volúmenes de utilización son aún escasos. Por tanto, las ventajas que supone la TD8 de priorización de cáncer y urgencias, mejora de acceso a pacientes mayores o discapacitados, y formación/coordinación con AP están subutilizados en España.
Los estudios muestran que la TD es un área emergente2,7, hay pues que seguir midiendo su implantación, y velando para que se haga de forma adecuada siguiendo las recomendaciones de la AEDV9.