En las últimas décadas, la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ha pasado de ser una enfermedad fatal a convertirse en una patología crónica gracias a la terapia antirretroviral. A pesar de ello, la infección por el VIH continúa siendo uno de los mayores retos de salud pública a nivel mundial. Se estima que entre el 80-95% de los pacientes VIH positivos presentarán patología dermatológica en el transcurso de su enfermedad, que en ocasiones puede ser la primera manifestación de la infección. Por ello, aunque la responsabilidad general de estos pacientes no recae sobre el dermatólogo, es de especial relevancia el conocimiento de los aspectos básicos de la infección por el VIH, así como los avances recientes más notables.
Según los últimos datos publicados por la ONU (del año 2017) se estima que hay alrededor de 36,9 millones de personas infectadas por VIH a nivel mundial1. Esto supone un aumento de un 14% respecto a 2010, a expensas de una disminución tanto de la mortalidad como de la incidencia de nuevas infecciones desde la generalización del acceso al tratamiento antirretroviral de alta actividad (high activity antiretroviral therapy)1.
Los estudios PARTNER y PARTNER 2 se desarrollaron para esclarecer el riesgo de transmisión del virus VIH entre parejas serodiscordantes (un individuo VIH+y otro VIH-) que no utilizaban protección mediante métodos barrera y en las cuales el paciente seropositivo se encontraba controlado con tratamiento antirretroviral y con una carga viral indetectable mantenida2,3. En ambos estudios se obtuvo una tasa de transmisión conyugal del 0%2,3. Estos hallazgos promovieron el desarrollo de la campaña de «U=U» (del inglés «undetectable»=«untransmittable») y subrayan la enorme importancia de realizar de forma precoz la detección y el tratamiento de la infección, no solo para el pronóstico individual sino también como una medida de control de la transmisión a nivel poblacional.
El diagnóstico de la infección por VIH se realiza en dos fases: primero una prueba de cribado (generalmente un test ELISA) y posteriormente una confirmatoria (Western blot o inmunoanálisis de diferenciación VIH1/VIH2)4. En España la mayoría de los laboratorios utilizan ELISA de 4.a generación para el cribado y Western blot como confirmación. El ELISA de 4.a generación ha conseguido reducir el período ventana del diagnóstico hasta 15 o 20 días, puesto que detecta tanto anticuerpos anti-VIH de tipo IgM e IgG como el antígeno viral p244. Se considera que pasadas 6 semanas desde el contacto de riesgo, un resultado negativo de ELISA de 4.a generación es definitivo4.
Además, desde 2018 hay disponible un autotest comercial VIH de diagnóstico precoz que no requiere receta médica. Este test solo detecta anticuerpos anti-VIH, por lo que el período ventana es mayor, de alrededor de 3 meses, y a pesar de tener una sensibilidad y especificidad elevadas, un resultado positivo debe ser confirmado mediante pruebas convencionales4.
En conclusión, es importante para el dermatólogo conocer la situación actual del proceso diagnóstico y la transmisión de la infección por VIH dada su implicación en las manifestaciones cutáneas que presentan los pacientes que la padecen.