A pesar de que en los últimos años han aparecido nuevos fármacos para el manejo tópico de la rosácea y la existencia de un amplio abanico de productos dermocosméticos disponibles, no se han producido avances notables en el tratamiento sistémico de esta entidad en las últimas décadas. Esto supone que, para muchos pacientes, en particular aquellos afectados por las formas más graves, resulte difícil lograr un buen control de su enfermedad. Considerando que la rosácea es una enfermedad prevalente y no exenta de impacto psicológico en los individuos que la padecen, resulta evidente la necesidad de explorar nuevas alternativas terapéuticas.
La azitromicina es un antibiótico con más de 20 años en el mercado, si bien su utilización en la rosácea es más reciente1. Como a menudo sucede con muchas enfermedades dermatológicas hay una falta generalizada de estudios bien diseñados que permitan esclarecer la eficacia de la azitromicina, así como las pautas más óptimas en esta indicación, por lo que trabajos como el presente realizados gracias al esfuerzo de los profesionales implicados son siempre bien recibidos.
El buen perfil de efectos adversos de la azitromicina, así como ventajas adicionales tales como la posibilidad de su administración en las pacientes embarazadas2 hacen de este antibiótico un fármaco muy interesante a considerar en el manejo de la rosácea. Sirva el presente estudio como estímulo para continuar avanzando en esta enfermedad.