Sr. Director:
Hemos leído el interesante trabajo publicado recientemente por García-Muret MP y Pujol RM sobre la «Valoración del impacto científico de las comunicaciones presentadas en el Congreso Nacional de Dermatología y Venereología» 1, donde constatan el hecho de que un porcentaje elevado de las comunicaciones a los congresos nacionales de Dermatología no se publica, y efectúan un acertado análisis sobre los motivos por los cuales estos trabajos no llegan a ver la luz, y lanzan además, el mensaje de que cuantas más comunicaciones lleguen a ser publicadas mayor será el impacto científico del congreso.
Aunque suscribimos el análisis y las conclusiones efectuadas por los autores, la lectura de dicha publicación ha suscitado una serie de comentarios entre los dermatólogos de nuestro Servicio que nos ha parecido oportuno transmitir y que, probablemente, podrían reflejan el sentir de una buena parte de los dermatólogos.
Actualmente se considera que la publicación de las comunicaciones a los congresos es un buen marcador de su impacto científico, y en este sentido, se han realizado diversos trabajos 2,3; no obstante, a nuestro entender, el punto que realmente puede ser objeto de controversia es si realmente deben publicarse todas las comunicaciones que se presentan en los congresos 4, y si éste es un objetivo fundamental para medir la calidad científica de los mismos.
El congreso médico es la forma de comunicación médico-social más antigua, y tiene como fin principal la formación continua de los especialistas titulados y en formación. Sin embargo, no hay que olvidar que los congresos nacionales tienen otros objetivos; a saber:
- 1.
Función de difusión e intercambio de conocimiento en «vivo y en directo». El congreso en sí mismo es un magnífico foro de difusión de información, donde existe profusión de ideas que se entrecruzan de una manera ágil y fresca, con posibilidad de verbalización y discusión.
- 2.
Función pedagógica. El congreso es un escenario educativo para todo el colectivo profesional y, muy especialmente, para los médicos en formación. Para los médicos internos residentes (MIR) de Dermatología es una oportunidad extraordinaria para dar sus primeros pasos en el mundo de la comunicación científica. Es un campo de entrenamiento en el que muchos principiantes presentan y debaten con gran ilusión por primera vez sus pósters y comunicaciones que, aunque no vayan a fructificar en una publicación a corto o medio plazo, en ocasiones son embriones a partir de los cuales años después surgirán trabajos de mayor envergadura.
- 3.
Función creativa o de impulso al desarrollo profesional. El congreso es una auténtica tormenta de ideas, tanto desde el punto de vista científico como profesional. En los congresos las ideas nacen y se multiplican por doquier.
- 4.
Función de motivación psicológica. Normalmente después de un congreso la gente se ilusiona y aumenta la autoestima y todo el mundo se «carga las pilas» para seguir adelante.
- 5.
Función social. El congreso es un lugar de encuentro donde se convive, se intercambian opiniones sobre temas diversos, se comparten vivencias profesionales, laborales o docentes y donde confluyen el pasado, el presente y el futuro de la Dermatología.
Por otra parte, también hay que considerar que los intereses de los congresistas son muy variados, y el congreso debe intentar dar satisfacción a todos ellos; así, por ejemplo, un MIR en formación va a aprender de los casos clínicos aislados bien presentados y bien documentados que quizás a un dermatólogo sénior le impacten menos. Un dermatólogo dedicado a la investigación de un área específica se interesará más por estudios multicéntricos del campo en el que esté más especializado, y un dermatólogo de ejercicio privado se dejará atraer más por la comunicación de nuevas técnicas de diagnóstico o tratamiento. Cada uno de los foros dentro del congreso tiene su público, algunos con mayor aceptación que otros, y muchas veces los más aceptados no son los que luego van a tener mayor impacto desde el punto de vista de su traducción en una publicación científica.
Cada congreso debe establecer sus propias normas para elevar su calidad, pero si en dicho afán se restringe la aceptación de ciertos trabajos se puede caer en el riesgo de que no se cumplan otras de las funciones que creemos también forman parte de un congreso. Todo cambio en la normas y costumbres debe emprenderse con cautela, sin olvidar que los congresos científicos constituyen además la principal fuente de sustento económico de las sociedades científicas y se fundamentan sobre el número de asistentes y la captación comercial. Cualquier intento de cambiar el enfoque de un congreso que implique directa o indirectamente a los asistentes debería ser evaluado no sólo por los comités científicos, sino también por gestores económicos.
No cabe duda de que sería deseable que los dermatólogos se esforzarsen en que sus comunicaciones se publicasen. Chesterton ya escribía hace 100 años: «La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra». La idea convertida en palabra es la comunicación científica y la palabra convertida en acción sería la publicación. Sin embargo no es tan sencillo. La publicación científica es un espacio reservado, sometido a muchas trabas y con una contextualización diferente a la del Congreso y otros foros de conocimiento científico y de comunicación médica como puedan ser Internet, cursos de actualización, bases de datos o reuniones de Grupos de Trabajo. Cada uno de ellos cumple su función y no son comparables entre sí 5.
En conclusión, consideramos que es muy importante que no se confundan los foros científicos. Todos pueden estar conectados entre sí, pero no «revueltos», y no todo conocimiento científico necesariamente ha de publicarse.