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Vol. 104. Núm. 3.
Páginas 255-257 (abril 2013)
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Carta científico-clínica
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Radiodermitis secundaria a procedimiento diagnóstico con signos de siringometaplasia escamosa ecrina
Radiodermatitis with Signs of Eccrine Squamous Syringometaplasia Following a Diagnostic Procedure
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M.J. Concha Garzóna,
Autor para correspondencia
mjconchg@gmail.com

Autor para correspondencia.
, M. Llamas-Velascoa, J. Sánchez-Péreza, J. Fragab
a Servicio de Dermatología, Hospital Universitario La Princesa, Madrid, España
b Servicio de Anatomía Patológica, Hospital Universitario La Princesa, Madrid, España
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La siringometaplasia escamosa ecrina (SEE) es una metaplasia escamosa de las células cuboideas de los conductos de las glándulas sudoríparas ecrinas. Se considera una respuesta reactiva inespecífica a la exposición a agentes tóxicos y fármacos, aunque también ha sido descrita tras procesos cutáneos, como tumores, infecciones, y cuadros inflamatorios, como pioderma gangrenoso, fitofotodermatosis y úlceras crónicas1–4.

Presentamos un caso peculiar de radiodermitis con el hallazgo histopatológico inusual de SEE.

Varón de 62 años, que acudió por la aparición, 15 días antes, de una placa eritematosa y pruriginosa en la región dorsal derecha. Entre sus antecedentes personales destacaban un síndrome metabólico, hiperuricemia y una cardiopatía isquémica crónica. Se encontraba en tratamiento habitual con atorvastatina, alopurinol, enalapril, isosorbida, carvedilol, ticlopidina, sitagliptina y metformina. Como antecedente, señalaba que en los últimos 2 meses se había sometido a una coronariografía diagnóstica y a 2 angioplastias.

A la exploración física, se observaba una placa eritematosa de 9×12cm, de bordes bien definidos, cuadrada y erosionada en su centro (fig. 1). La localización coincidía con una de las posiciones de proyección de radiación del tubo de radioscopia, en la que el paciente había recibido tras los 3 procedimientos una dosis total de 7,8Gy. El estudio histopatológico mostró una epidermis con hiperqueratosis, acantosis irregular y signos de dismaduración epidérmica, y en la dermis presentaba un moderado infiltrado inflamatorio periecrino, de predominio neutrofílico, y destacaba la metaplasia escamosa tanto del ovillo ecrino como del ducto (fig. 2). Estos últimos hallazgos eran compatibles con SEE.

Figura 1.

Placa dorsal derecha, eritematosa y erosionada en su centro.

(0.06MB).
Figura 2.

A) Hiperqueratosis y acantosis irregular. Signos de dismaduración epidérmica: células disqueratósicas, con alteración del tamaño y la polaridad de los queratinocitos, algunos de ellos binucleados (HE×10). B) Conductos ecrinos en los que se observan zonas de metaplasia escamosa junto con infiltrado neutrofílico en el interior de los ovillos, así como un moderado infiltrado inflamatorio periecrino (HE×40).

(0.82MB).

Con curas locales y corticoides tópicos, la evolución de la placa de radiodermitis fue satisfactoria. Actualmente, únicamente persiste una ligera hiperpigmentación residual.

La frecuencia de radiodermitis secundaria a procedimientos coronarios, aunque desconocida, se cree en aumento debido al creciente uso y complejidad de los mismos. Sus localizaciones habituales son la región axilar derecha, el tercio medio de la espalda, la región pectoral anterolateral derecha y el área escapular, como ocurrió en nuestro caso5,6.

Clásicamente, según el momento de aparición de las lesiones cutáneas tras la exposición, se han descrito radiodermitis agudas o crónicas. En los últimos años, se ha añadido una forma subaguda que suele presentarse semanas a meses después de la exposición inicial7.

Aunque existe una importante variabilidad dependiendo de la susceptibilidad individual y de la zona expuesta, se estima que la dosis de radiación umbral para generar eritema es de 3Gy, y que por encima de 12Gy se puede producir descamación, necrosis y ulceración secundaria8,9. Por lo tanto, la radiación recibida por nuestro paciente en el área de la lesión (> 7,8Gy) fue suficiente para iniciar una respuesta inflamatoria cutánea que pudo haber inducido tanto las lesiones clínicas de radiodermitis como las de SEE.

No hemos encontrado en la literatura casos similares al nuestro, con asociación de ambas entidades.

En este paciente, además, no hubo incorporación de nuevos fármacos, salvo el Visipaque® (iodixanol), que es el contraste yodado empleado durante los procedimientos radioscópicos. No obstante, la asociación de SEE a este fármaco tampoco ha sido descrita.

En cuanto al diagnóstico diferencial, habría que considerar una dermatitis por radiación tipo «recall»/evocación, que puede presentar SEE10. Sin embargo, la mayor parte de las dermatitis por evocación aparecen en áreas de piel que han recibido previamente radioterapia y que posteriormente se reactivan tras un segundo agente que con frecuencia es un quimioterápico. En nuestro caso, dado el corto periodo de evolución del cuadro y la falta de exposición a agentes precipitantes, lo podemos descartar razonablemente.

Por lo tanto, presentamos un caso peculiar de una SEE en un paciente con radiodermitis, por lo que consideramos que esta debería añadirse a la lista de procesos dermatológicos en los cuales pueden observarse signos de SEE.

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