HISTORIA DE LA DERMATOLOGIA
Micología médica*
MANUEL PEREIRO MIGUENS
Santiago de Compostela.
Correspondencia:
MANUEL PEREIRO MIGUENS.
Plaza de San Miguel, 9.
15704 Santiago de Compostela.
* Texto del discurso pronunciado con motivo del homenaje que la Academia Española de Dermatología y Venereología rindió a los profesores García Pérez, Álvarez Quiñones, Pereiro Miguens, De Moragas y Mascaró con motivo de la Asamblea General celebrada en Madrid el 22 de mayo de 1999.
Agradezco a la Junta Directiva de la Academia Española de Dermatología que me invitase a intervenir en esta reunión, y de acuerdo con lo que me había propuesto el doctor Iglesias Díez voy a hablar de la micología médica en España desde un punto de vista dermatológico.
La micología médica se inicia en Europa a mediados del siglo XVIII con los trabajos de Remak (1837), Schönlein (1839) y Gruby (1841), a los que podemos considerar como los pioneros de esta ciencia. Alcanza su verdadero desarrollo en la segunda década del siglo actual con Sabouraud, cuya labor está recogida en su libro «Les Teignes», publicado en 1912. En su laboratorio del Hospital de San Luis en París se formaron numerosos discípulos que fueron extendiendo sus conocimientos por Europa y América, aumentando así el número de especialistas en esta rama de la ciencia. Para mencionar alguno de los más destacados podemos citar: Vanbreuseghem, Langeron, Castellani, Rivalier, Badillet, Negroni, etc.
En España el desarrollo de la micología médica fue más lento debido en parte a nuestra guerra civil. Encontramos, sin embargo, dermatólogos que en libros o trabajos mencionan casos de micosis cutáneas, como José Eugenio Olavide en su «Atlas de iconografía clínica de las enfermedades cutáneas o dermatosis» publicado en 1873, que contiene 12 láminas de dermatosis fitoparasitarias, reproduciendo lesiones clínicas de tiñas del cuero cabelludo, barba, piel lampiña y pitiriasis versicolor, acompañadas de dibujos con sus agentes causales parasitando los pelos y escamas cutáneas.
En las Actas Dermo-Sifiliográficas aparecen casos de micosis desde su número 1 en el año 1909, en el vemos Un caso de esporotricosis gomosa descrito por Oyarzábal, y en los siguientes encontramos comunicaciones realizadas por Grande de Riego, Azúa Covisa, Bejarano, etc. En el año 1924 está publicado el discurso leído por el profesor Juan Azúa para su ingreso de la Real Academia de Medicina titulado Clasificación, estadísticas y comentarios dermatológicos. En él menciona que en 162.890 casos, encuentra 1.260 favus, 871 tricofitosis, 301 micosporosis y 312 pitiriasis versicolor. El total de 5.156 micosis, que representan un 3,87% de las dermatosis vistas en el Hospital de San Juan de Dios en esa época.
En esos años posiblemente la mayoría de las micosis se diagnosticaban sin hacer cultivos, realizando en el mejor de los casos un examen microscópico de pelos y escamas con KOH. Posiblemente muchas veces, sobre todo en micosis subcutáneas, el diagnóstico se basaba en un tratamiento de prueba: si parecía ser una esporotricosis se daba al enfermo yoduro potásico y si curaba era una esporotricosis.
El primer dermatólogo español que se especializó en micología médica fue Eduardo de Gregorio, discípulo de Sabouraud. Su primera publicación, titulada Trichophyton violaceum y su pleomorfismo, aparece en Actas Dermo-Sifiliográficas en el curso 1925-1926, a la que siguen otras, aproximadamente una docena en esta misma revista y en otras de menor difusión, antes de nuestra guerra civil, o durante la misma, como una Nota previa al estudio de la flora dermatofítica de Zaragoza en el año 1938. Fallece E. de Gregorio en 1960.
Gómez de Cisneros y Vallejo en 1935 publican en Actas un trabajo titulado: Contribución al conocimiento de la flora dermatofítica en las policlínicas de Madrid. Al año siguiente, el 18 de julio de 1936, estalla la guerra civil, que no termina hasta 1939, con lo cual varios dermatólogos, entre ellos Covisa, Bejarano y Vallejo, tienen que exiliarse a países del continente americano. Como consecuencia, durante la contienda y comienzos de la década de los años cuarenta se paraliza la labor iniciada anteriormente.
Mi padre, Manuel Pereiro Cuesta (1889-1952), fue dermatólogo y antes de la guerra civil solía hacer viajes a París. En uno de ellos realizó un cursillo en el Hospital de San Luis con Sabouraud. Cuando estudiaba yo los últimos años de la carrera de medicina pasaba las tardes en su clínica de dermatología, donde aprendí a realizar examen directo con KOH, del material de las tiñas del cuero cabelludo y piel lampiña en pacientes que venían a su consulta.
Finalicé la carrera en 1946 y en 1948 presenté en Madrid mi tesis doctoral: Los hongos cutáneos en Galicia, recibiendo la calificación de sobresaliente. A finales de este último año decidí ir a Buenos Aires por consejo del profesor Gómez Orbaneja para trabajar en micología con el profesor Negroni, discípulo de Sabouraud.
En Buenos Aires estaba por las mañanas con el profesor Quiroga en el Servicio de Dermatología del Hospital Ramos Mejía, y estando allí se fundó el Centro de Micología en la Facultad de Ciencias Médicas. Unas mañanas trabajaba en este centro y otras en el Hospital Ramos Mejía. Por las tardes estaba siempre en el Instituto Bacteriológico Malbrán con el profesor Negroni; además asistía al curso de micología médica e industrial que daba este mismo profesor un día a la semana en la Universidad de la Plata.
Con el profesor Negroni tuve la ocasión de ir a varias reuniones y congresos en Argentina, Chile y Brasil. Recuerdo que en una reunión celebrada en Tucumán tuve la ocasión de conocer al español doctor Vallejo, antes mencionado, en donde ejercía como dermatólogo y seguía interesándose en la micología.
Habían transcurrido 2 años y regresé a España a finales de diciembre 1950. En esta década nos interesábamos por la micología médica: Casanovas, que trabajaba en Barcelona en el Servicio de Dermatología del profesor Villanova; Peña Yáñez en Madrid, en el Instituto de Medicina Tropical, con el profesor Matilla; Gines Vicancos que se había formado también con el profesor Negroni en Buenos Aires y que al poco tiempo de regresar a España se marchó a Santa Cruz de Tenerife; y yo en Santiago de Compostela. Había algún otro dermatólogo y microbiólogo que estudiaban ocasionalmente las micosis, como el doctor Ales Reinlein del Servicio de Medicina del profesor Jiménez Díaz.
En 1951 y 1952 el profesor Gómez Orbaneja había organizado unos cursillos sobre micología, encargándonos de las lecciones a Peña Yáñez, a mí y a otros dermatólogos de su servicio en el Hospital de San Juan de Dios.
En Santiago trabajé siempre como dermatólogo en la consulta privada y en la Facultad de Medicina: 10 años como profesor adjunto de anatomía y 8 años como profesor adjunto de Dermatología. Los trabajos de micología los realicé y continúo realizando siempre en un laboratorio que monté en mi clínica privada, procesando también en este laboratorio el material de los pacientes que atendíamos en la Facultad de Medicina y más tarde en la Seguridad Social, los de mi cupo y de mi hija Mercedes.
Hace algo más de 50 años que me dedico a la dermatología y micología médica. El estudio de los hongos en el laboratorio fue siempre dirigido hacia la filogenia, taxonomía y la identificación de las cepas aisladas de los pacientes, factores muy importantes para un tratamiento adecuado de las micosis.
Los cambios que he podido observar en España en esta ciencia han sido numerosos. En primer lugar, la cantidad de dermatólogos, microbiólogos y veterinarios interesados por los hongos patógenos se ha incrementado en nuestro país debido a que las nuevas generaciones han sido mejor informadas sobre esta materia.
Así hacia los años 1970 el profesor Mascaró había creado la Sociedad de Micología Clínica y organizó el I Curso Monográfico de Micología en Valencia en el año 1973. El II Curso lo realizamos en Santiago de Compostela en 1974 en colaboración con el profesor Robledo, de la Cátedra de Dermatología, y el profesor Varela Núñez, de la de Anatomía Patológica, que nos prestó su laboratorio y microscopios. A este Curso asistían alumnos de otras cátedras de dermatología, microbiología e higiene. Las clases las dieron profesores de reconocido prestigio mundial, como los profesores Vanbreuseghem, Negroni y Mascaró entre otros. Por mi parte, además de impartir alguna lección teórica, me ocupé de las clases prácticas en colaboración con mi esposa Mercedes.
Se celebraron también otros cursos de esta micología médica teórico-prácticos en Santiago, como el impartido en la cátedra de microbiología del profesor Regueiro durante el VI Congreso Nacional de Microbiología (SEM) en 1977.
En el año 1977 se fundó la Asociación Española de Especialidades en Micología (AEEM), siendo el veterinario doctor Jaime Borrel (Reus) el primer presidente, pasando yo a ser el segundo, y actualmente lo es el microbiólogo doctor Torres de Barcelona. En el año 1979 se fundó un grupo especializado en micología, dentro de Sociedad Española de Microbiología (SEM). Estas dos sociedades celebran conjuntamente una reunión anual.
En 1984, la AEEM fundó la Revista Ibérica de Micología, que pasó más tarde a llamarse Revista IberoAmericana de Micología. En el año 1988 se celebró el X Congreso de la International Society for Human and Animal Mycology (ISHAM), organizado por la AEEM en Barcelona.
En el año 1995 se creó el Grupo Español de Micología Cutánea dentro de la Academia Española de Dermatología, en el que formábamos la directiva los doctores Pereiro Miguens, Vicente Delgado, Vicente Crespo, Víctor Lecha, Moreno Jiménez, Sánchez Carazo, etc.
Además se han celebrado otros cursos de micología, entre los que podemos citar el organizado por el profesor Gómez de Lús: Curso de Enfermedades Tropicales en la Cátedra de Microbiología de la Facultad de Medicina de Zaragoza en 1977; los organizados por el profesor García de Lomas, Cursos Intensivos sobre Micología Médica, en las Facultades de Medicina de Murcia en 1978 y de Valencia en 1980 y 1983; por el profesor Sentandreu en 1979 Curso de Introducción de la Micología en la Cátedra de Microbiología de la Facultad de Farmacia de Barcelona. Se han impartido otras muchas conferencias en diversas reuniones científicas.
Los cambios experimentados actualmente en la micología, tanto española como extranjera, van unidos a lo que acontece con la ciencia en general. Cuando monté mi laboratorio el trabajo consistía en realizar los exámenes directos con KOH, cultivos en medios de Sabouraud modificados, y otros específicos para la identificación de alguna cepa, estudio de los requerimientos vitamínicos y aminoácidos de los dermatofitos, auxanogramas y zimogramas para identificación de levaduras, aislamiento de hongos geofílicos del suelo, lo que fue unido al estudio de las formas sexuadas de los dermatofítos, utilizando como medios de cultivo tierra y pelos de crin de caballo, Sabouraud diluido con sales, medio con granos de Guizotia abyssinica, técnicas de cromatografía en capa fina para estudio del pigmento de los hongos, etc., siendo en todos estos casos el material de laboratorio necesario, fácil de conseguir y desde un punto de vista económico accesible para un laboratorio privado.
En la actual década de los años noventa uno de los temas de investigación que más interesan en micología, igual que en todas las ciencias biológicas, son los relacionados con el estudio de las secuencias del DNA. En el campo de los dermatofitos el problema está en encontrar prairmes que permitan diferenciar unas especies de otras con las técnicas actualmente en boga del PCR. En mi laboratorio estuvimos un invierno aislando el DNA de varias cepas de dermatofitos con resultado positivo. Sin embargo, no disponíamos de medios económicos para poner en marcha el PCR. Actualmente esta línea de investigación la continúan en el laboratorio del profesor Jaime Toribio, de la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Santiago.
Es posible que en un futuro más o menos próximo podamos identificar una especie con una cantidad mínima de micelio, de un cultivo o en una muestra de escamas o pelos de un paciente.
Indudablemente esto va a traer consigo el que muchos hongos que consideramos como especies independientes pertenezcan a una misma, o al contrario, algunas de las actuales pueden incluir más de una especie.
En el campo de la clínica vemos que micosis muy frecuentes en los años 1940 y 1950, por ejemplo, la tiña favosa, han desaparecido prácticamente en todos los países desarrollados. Se incrementaron en cambio las de pacientes inmunodeprimidos a consecuencia de las drogas, del SIDA y de muchos de los tratamientos quimioterápicos o quirúrgicos utilizados actualmente en medicina. Basta revisar las noticias de la prensa o televisión en estos últimos meses sobre Aspergillus fumigatus, agente que aislábamos en alguna micosis ungueal o en micosis profundas como la aspergilosis pulmonar, formando la bola fúngica en las cavernas de los pacientes con tuberculosis pulmonar antes de disponer de antibióticos e hidracidas para tratamiento de esta enfermedad. Esta temporada está siendo noticia en todos los medios de comunicación el Aspergillus como si se tratase de un hongo descubierto recientemente, cuando en realidad fue descrito por primera vez por Fresenius en 1850 y mencionada su posible patogeneicidad desde hace décadas, considerándolo como un hongo oportunista.