CRITICA DE LIBROS
AURELIANO DA FONSECA. Dermatology in Europe. A historic approach. Prólogo del profesor Poiares Baptista (Coimbra). Patrocinado por Schering-Plough Farma Lda. 400 páginas, 123 figuras en blanco y negro. Oporto, 1997. Imp. Tip. Nunes Lda. Oporto.
El profesor Aureliano da Fonseca nos ha sorprendido en esta ocasión con una obra magistral fruto de su profundo conocimiento de la dermatología y de la historia de la medicina, pero sobre todo de su laboriosidad y su entusiasmo. En su libro intenta y consigue no ya, como puede sugerir el título, una aproximación, sino una completa historia de lo que ha sido y es la dermatología europea y de los que la han hecho realidad, desde la más remota antigüedad de que pueda haber noticia hasta nuestros días.
La obra está dividida en cinco partes. En la primera, Primeros estudios sobre la piel, el autor espiga cuidadosamente cuantas alusiones dermatológicas puedan encontrarse en los antiguos autores clásicos, construyendo así lo que podríamos llamar una prehistoria de la dermatología. Desfilan en este apartado los padres de la medicina: Alcmaeon de Croton, Hipócrates y su escuela, Celso, Plinio, Areteo de Capadocia, Galeno, los autores árabes y otros autores de la Edad Media, y aborda también en un erudito análisis las posibles interpretaciones del zarath bíblico y su relación con lo que hoy llamamos lepra.
En la segunda parte, Origen de la dermatología clínica, no podía faltar la historia de la explosión de la sífilis, con los testimonios de los numerosos autores de la época que se ocuparon de ella. Estudia también las contribuciones dermatológicas de los médicos renacentistas, a la cabeza de los que está Hyeronimus Mercurialis, continuando con las aportaciones de los autores de los siglos XVII y XVIII: Sydhenham, Sauvage, Hunter y Ramazzini, con su De morbis artificium diatriba, que se considera como el primer tratado de enfermedades profesionales, deteniéndose en los que pueden considerarse ya primeros autores dermatológicos, Astruc, Lorry y Plenk, y en los anatomistas que hicieron importantes aportaciones al conocimiento de la piel como Malpigio y Morgagni.
En la tercera parte, El comienzo de la era científica, dividido ya por países y escuelas, analiza la dermatología del siglo XIX, en Inglaterra desde Willan, en Francia desde Alibert y en Austria desde Hebra. La cuarta parte se decida a la Expansión de la dermatología desde finales del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, estudiando los numerosos autores que florecieron en esta etapa. Y en la quinta parte, cuya extensión ocupa más de la mitad del texto, hace un cuidado estudio de la Dermatología y los dermatólogos de todos y cada uno de los países de la Europa actual, proporcionando además datos sobre las universidades, unidades de enseñanza de la especialidad, número de especialistas y su proporción por habitantes en cada país.
En su conjunto, el libro constituye una fuente inapreciable de información, lo que le hace imprescindible como libro de consulta. Por sus páginas pasan infinidad de nombres (unos 1.000 en el índice onomástico) que en su gran mayoría nos resultan familiares, unos por su propia significación histórica; otros por corresponder a enfermedades, síndromes o signos «de nombre propio»; otros porque los conocemos a través de la lectura de sus libros y trabajos, o incluso entre los del período más rigurosamente contemporáneo, porque los hemos visto, los hemos oído y en bastantes casos los hemos tratado y hasta nos hemos honrado con su amistad. Y en cada uno de ellos, además de una alusión a su obra, hay lo que quizá vale más: unos breves comentarios, a veces sólo unas certeras pinceladas sobre su personalidad y su perfil humano, siempre tratado con la delicadeza y cortesía, bien conocida por nosotros, del autor. No quiero dejar de reseñar la acertada síntesis de la dermatología española desde Olavide, Azúa y Giné i Partagás hasta nuestros días y el enjundioso resumen de la portuguesa, a través de los cuales además he rememorado y sentido la nostalgia de nuestros ya históricos congresos conjuntos, luso-espanholes e hispano-portugueses, y he revivido los primeros pasos de la fundación del CILAD. La obra termina con una exhaustiva bibliografía, que comprende unas 1.000 referencias de libros y trabajos.
En su conjunto, la obra, dedicada generosamente «a todos los dermatólogos e investigadores médicos de ayer y de hoy, conocidos o desconocidos», merece ser leída por cuantos nos dedicamos a la dermatología. Su lectura, fácil y amena por el estilo casi conversacional en que está escrita, deja al terminarla la sensación de haber estado unas horas en amigable reunión con su autor, en una tertulia a la que han ido acudiendo uno tras otro todos los dermatólogos que han sido o que son, para contarnos algo de sí mismos. En suma, un libro único que ocupará un lugar de honor entre las obras de historia de la medicina y que honra al profesor Aureliano da Fonseca y a la bibliografía portuguesa.
Antonio García Pérez