Las metástasis cutáneas en el hepatocarcinoma (HC) son muy infrecuentes, representando el 0,8% de todas las metástasis cutáneas según una serie publicada1. En su etiopatogenia, la iatrogenia parece ser la causa más frecuente, bien a través de la siembra en el trayecto de la aguja tras la realización de procedimientos percutáneos o por implantación en la piel durante la cirugía2.
Presentamos un varón de 35 años con antecedentes de infección crónica por VHC en estadio de cirrosis y, posteriormente, diagnosticado de hepatocarcinoma, que fue tratado con ablación por radiofrecuencia y etanolización percutánea simultáneas. Un año después del procedimiento consulta por un nódulo subcutáneo localizado en el costado derecho (fig. 1). La lesión parecía coincidir con la zona de trayecto de la radiofrecuencia. La tomografía computarizada solicitada mostraba la existencia de una gran lesión en la pared abdominal lateral derecha compatible con progresión del hepatocarcinoma, además de múltiples masas metastásicas intrahepáticas (fig. 2). La biopsia cutánea demostró que la lesión cutánea era una metástasis de su hepatocarcinoma (fig. 3). Desestimado el tratamiento quirúrgico y la quimioembolización por el tamaño de la lesión, el paciente recibió tratamiento con quimioterapia (sorafenib) y radioterapia sobre el área cicatricial, aunque finalmente falleció a los 5 meses del diagnóstico de la metástasis cutánea.
En el manejo del HC los procedimientos intervencionistas percutáneos juegan un papel muy importante, siendo su uso muy extendido3,4. Los procedimientos más importantes son las biopsias por aspiración con aguja fina, la terapia con inyección de etanol percutáneo y la ablación por radiofrecuencia3,4. En general se consideran procedimientos seguros puesto que, aunque se han descrito diversas complicaciones asociadas, estas son poco frecuentes, en la mayoría de los casos se pueden manejar de manera conservadora y la tasa de mortalidad es baja3,4.
Una excepción a este hecho es la siembra tumoral del HC a través del trayecto de punción. Aunque se trata de una complicación muy rara, puede ocurrir a lo largo del seguimiento de estos pacientes, modificando el pronóstico de los mismos4. Estos implantes suelen aparecer como uno o pocos nódulos, redondos u ovalados, a lo largo del trayecto de la aguja de punción, desde el intraperitoneo hasta la piel o el tejido subcutáneo, a través de los músculos abdominales o intercostales4.
La incidencia de la siembra tumoral, de forma global atendiendo a todas las técnicas, oscila entre el 0-5,1%, siendo en la mayoría de estudios inferior al 2%5, con ligeras variaciones en función de la técnica empleada4.
En relación con el mecanismo por el cual se diseminan las células tumorales a través del trayecto de punción se han planteado varias hipótesis. En primer lugar por adhesión de las células tumorales viables a la aguja, desprendiéndose durante la salida de la misma. En segundo lugar, por reflujo de sangre u otros fluidos a través del trayecto de la aguja, llevándose consigo algunas de estas células tumorales hacia la superficie de la piel. Y, por último, debido a un aumento súbito de la presión intratumoral, como suele ocurrir en el desarrollo de la radiofrecuencia4.
Dado que muchos de estos pacientes se encuentran en un estado terminal cuando las lesiones aparecen, se suele optar por una actitud conservadora en la mayoría de los casos. Sin embargo, la resección quirúrgica se ha llevado a cabo en algunas ocasiones. Cuando esto no es posible ya sea por enfermedad avanzada, performance status bajo u otras circunstancias, la radioterapia parece ser una alternativa razonable2.
Como conclusión, la siembra tumoral a través del trayecto de la aguja en el transcurso de procedimientos percutáneos, si bien sucede excepcionalmente, representa la forma más frecuentemente implicada en la producción de metástasis cutánea en el caso del hepatocarcinoma.