Tradicionalmente se ha tendido a la banalización del impacto de la enfermedad dermatológica sobre la vida de los pacientes. Esto es atribuible, en parte, a que la mayoría de los problemas dermatológicos no constituyen un riesgo vital inmediato. Sin embargo, cada vez son más los estudios que señalan el importante impacto de la enfermedad dermatológica sobre el bienestar psicosocial de los pacientes y sus conviventes1.
Los problemas dermatológicos implican, en numerosas ocasiones, la aparición de floridas lesiones y acuciantes síntomas que pueden generar sensación de alarma en los pacientes y su entorno, precipitando así su visita al servicio de urgencias. No debe sorprender, por tanto, que las consultas dermatológicas supongan un porcentaje significativo (5-10%) del total de consultas atendidas en urgencias2.
El novedoso trabajo de Alegre-Sánchez et al.3 nos muestra cómo los pacientes que acuden a urgencias por problemas dermatológicos presentan un importante deterioro de su calidad de vida, medida ésta mediante el DLQI y el SF-12v2. Estos resultados apoyan la importante labor del dermatólogo en urgencias, en la medida en que es el especialista más preparado para diagnosticar, informar y tratar a este grupo de pacientes. Además, y aunque no forma parte de los objetivos principales del estudio, sus resultados sirven para destacar la importancia y utilidad del uso de cuestionarios en dermatología, como un método costo-efectivo para obtener importante información de los pacientes que, de otro modo, podría pasar fácilmente inadvertida.