La introducción de la dermatoscopia supuso un cambio revolucionario en el paradigma del diagnóstico precoz del melanoma. Actualmente es incuestionable su utilidad, diversos meta-análisis la avalan, e imprescindible su uso en la práctica clínica de cualquier dermatólogo que se enfrente a lesiones pigmentadas. Además, es una técnica diagnóstica no invasiva, relativamente barata y fácil de aprender que permite evaluar estructuras de la epidermis y dermis invisibles a simple vista. Por ello, ha demostrado también su utilidad en el diagnóstico y estudio de otras enfermedades (tumorales, inflamatorias e infecciosas) que en muchas ocasiones se incluyen en el diagnóstico diferencial del melanoma.
En el artículo de Kelati et al.1, se evalúan los criterios dermatoscópicos de una serie larga de queratosis actínicas pigmentadas y se correlacionan con diferentes características clínicas de los pacientes y con los distintos estadios evolutivos de las lesiones. Es importante destacar que algunos de los criterios perifoliculares de las queratosis actínicas pigmentadas (patrón romboidal, patrón anular-granular) pueden verse también en lentigos malignos, por lo que sería recomendable biopsiar las lesiones que los posean. Por otro lado, determinados criterios dermatoscópicos (por ejemplo, el patrón estrellado en la periferia) se asocian a queratosis actínicas más evolucionadas o hipertróficas, con las implicaciones pronósticas y terapéuticas que ello conlleva.
Una conclusión que puede extraerse del estudio es que la dermatoscopia no solo ayuda en el diagnóstico de las queratosis actínicas pigmentadas sino también en precisar el estadio evolutivo de las mismas.