Últimamente he venido utilizando, como motivo pictórico, la composición de un cuadro, colocando en el interior de una estantería diversos libros que por sus lomos pueden fácilmente identificarse. De manera que se permita conocer la personalidad de aquel a quien va destinada la pintura, haciendo constar los elementos, libros y algún objeto personal, que represente, en cierta manera, su biografía, su profesión y sus aficiones. Tratando, al mismo tiempo, de combinar colores, claroscuros, colocación, proporciones y calidades de las diferentes encuadernaciones originales y objetos, para conseguir, dentro de un equilibrio lógico, una apariencia lo más real posible. Y en esa línea pensé que nada mejor que llevar a cabo un homenaje a la Dermatología Histórica, sobre todo de la época considerada como Dermatología Científica, pintando un cuadro en que figuraran, a través de sus publicaciones, los nombres de muchos de los más prestigiosos dermatólogos tradicionalmente conocidos de los tres últimos siglos, hasta mediados de este, una gran época de la Dermatología, de la que todos hemos tenido referencia y al final llegué a admirar a algunos de sus más recientes protagonistas.
En el caso de España figuran en el cuadro nombres por todos conocidos. Únicamente he querido representar a los ya fallecidos hasta la fecha en que pinté el cuadro, excepto al profesor García Pérez, que en ese momento todavía vivía, buen amigo, con el que conviví en el Hospital de San Juan de Dios, y como homenaje particular a él. Y, sobre todo, he colocado los libros de texto de los profesores Gay Prieto y Gómez Orbaneja, que tanto significaron en mi época. Sé que después de ellos hubo, y aún hay, prestigiosos dermatólogos con excelentes publicaciones; pero su encaje en el cuadro desbordaría su tamaño y el motivo del mismo. En un cuaderno (11) imaginativamente están escritos los nombres de los que no figuran en el cuadro y se considerarían merecedores de ello.
El profesor Juan de Azúa, del que no tengo referencias de libros suyos, no podía faltar, y le he recordado mediante un rollo de papel que significa el título de académico de nuestra Academia, de la cual fue su Fundador y primer Presidente.
Óleo neorrealista pintado en el verano de 1993 sobre tabla preparada, de 45 x 120 cm, finalizado con un barniz holandés que le da la calidez necesaria, además de preservarle para una buena conservación. Situado en este momento en la sede de la Academia Española de Dermatología y Venereología, está compuesto por la imagen de muchos libros de mi propiedad y de otros amablemente facilitados por la Biblioteca de la Academia. Algunos representados, como el de Aicardius (31) y el de Astruc (37) me tomé la licencia de inventármelos ante la imposibilidad de encontrar los originales. El primero de ellos por la curiosidad que representa el que, parece ser, constituye el primer libro dedicado exclusivamente al estudio de las enfermedades de la piel; era en realidad una recopilación de las lecciones que recibió de su maestro Mercurialis. He querido que figuraran, sobre todo, autores de las escuelas europeas, tan influyentes en el conocimiento y evolución de la dermatología de la época, muchos de ellos maestros de nuestros maestros. Libros clásicos, fundamentales y alguna revista internacional y, naturalmente, la nuestra de Actas.
Por otra parte, se representan las medicaciones antisifilíticas de la época que marcaron hitos en esa terapéutica a través de un compuesto mercurial (39), un salvarsán (40) y una penicilina (41). La solución (42) y la pomada (43) no podían faltar porque simbolizan algunas de las formas medicamentosas tan empleadas aún hoy día. Por último, la lupa significa la exploración objetiva de las afecciones dermatológicas, tan importante para el diagnóstico clínico de ellas.
Por todo lo expuesto he pretendido cumplir un deber moral hacia una especialidad practicada por mí durante muchos años, tratando de asimilar, en la medida de mis posibilidades, los saberes de muchos de los que en el cuadro figuran. Algunos de ellos ya orientaron a mi padre, muchos me enseñaron, y todos, sin duda, serán ejemplo para mi hijo.
1.Andrews, Kerdel-Vegas, Domonkos. Tratado de Dermatología.
2.Fernández de la Portilla. La Lucha Antivenérea en España.
3.P. de Graciansky, S. y M. Boulle. Atlas de Dermatología.
4.J.L. Brocq. Cliniques Dermatologiques.
5.J. Darier, R. Sabourarud, Gougerot, Milian, Pautrier, Ravaut, Sézary, Clément Simon. Nouvelle Pratique Dermatologique.
6.R. Degos. Dermatologie.
7.W.F. Lever. Histopatología de la Piel.
8.E.A. Sainz de Aja. Sífilis, Blenorragia y Matrimonio.
9.A. Rook, D.S. Wilkinson, F.J.G. Ebling, R.H. Champion, J.L. Burton. Textbook of Dermatology.
10.J. Sánchez Covisa, J. Bejarano. Elementos de Dermatología.
11.Cuaderno con la relación de todos los dermatólogos ilustres que no se encuentran representados en los libros pintados.
12.E. Jeanselme, A. Sézary. Traité de la Syphilis.
13.J. Sánchez Covisa et al. Modernos Estudios sobre Dermosifiliografía.
14.E. Lesser. Tratado de Enfermedades de la Piel y Venéreas. 15.E. Hotfmann. Concepto actual de la Infección Sifilítica.
16.J. Barrio de Medina. Tratado Español de Dermatología y Sifiliografía.
17.J. Darier. Compendio de Dermatología.
18.R. Sabouraud. Maladies du Cuir Chevelu.
19.E. Riecke. Tratado de las Enfermedades Cutáneasy Venéreas.
20.J.J. Plenck. Doctrina de Morbis Cutaneus (1776).
21.E. Besnier, L. Brocq, L. Jacquet. La Pratique Dermatologique.
22.M.L. Quiroga, C.F. Guillot. Dermatología Cosmética.
23.A. García Pérez. Dermatología Clínica.
24.G.A. Rost. Enfermedades de la Piel.
25.Handbuch der Haut und Geschlechtskrankheiten.
26.Encilopédie Médico-Chirurgicale. Dermatologie.
27.E. Jacobi. Atlas de las Enfermedades de la Piel.
28.Juan de Azúa y Suárez. Título Académico. Primer Presidente de la Academia Española de Dermatología y Sifiliografía. Fundador de Actas Dermo-Sifiliográficas (1922).
29.J. Gómez Orbaneja. Dermatología.
30.Fabre. Tratado completo de las Enfermedades Venéreas (1849).
31.Aicardius. Afecciones de la Piel (1572).
32.Medicina Cutánea.
33.J. Gay Prieto. Dermatología y Venereología.
34.Annales de Dermatologie et de Vénéréologie.
35.Archives of Dermatology.
36.British Journal of Dermatology.
37.Astruc. Tratado de las Enfermedades Venéreas (1772).
38.Actas Dermo-Sifiliográficas. Tomo I-II. (1909-1910).
39.Aceite gris Cusí
40.Neo Abelló
Simbolizan la terapéutica antivenérea
41.Penicilina Sódica
42.Solución
43.Pomada
Simbolizan la terapéutica dermatológica
44.Lupa. Simboliza la exploración clínica dermatológica.
45.Firma de la obra (DAUDEN, 1993).
La pintura
«Bello es lo que complace»
Immanuel Kant
Los meandros y las trampas de la memoria pueden hacernos olvidar la sombra de las cosas. Quiero decir que en nuestro paisaje interior pueden existir imágenes sin sentido, sin conexión, sin significado, sin sombra. Este fenómeno, situado entre lo intelectual y lo sensorial, puede producirse también de forma colectiva. Sucesos que fueron trascendentes pueden representarse en la historia, pasado el tiempo, como algo jocoso, absurdo, deforme, inane, sin sombra.
Incluso en el arte de la pintura, el más universal y protohistórico de las artes, en el que los antepasados de Altamira nos marcaron el camino con sus representaciones rupestres, se da esta situación: ojos que pasean disfrazados de ciegos, anónimos e invisibles sobre cuadros sin enjundia, sin significado.
Sin embargo, las más hermosas y visitadas pinacotecas del mundo tienen en sus paredes cuadros carismáticos, inolvidables, vivos, con sombra. Y no lo son únicamente por su técnica impecable, por su perfecta reproducción de la realidad, por su originalidad en la distribución del contenido, por su colorido fidedigno o provocador. Son admirados, son comentados e indexados en el catálogo de la maravilla artística, sobre todo, por su alcance interior, por su capacidad de evocar emociones, por los efectos que, en definitiva, producen sobre la sensibilidad del observador.
Las Meninas de Diego de Silva Velázquez es un evidente ejemplo de estas pinturas consideradas inmortales. En ella, el conjunto de perspectivas insuperables, junto a la estudiada iluminación del espejo, se produce la sensación de que el aire entre las figuras está también pintado. Y además su mensaje cifrado: el futuro prometedor de la monarquía española con la sucesión asegurada.
Y ¡cómo no! el ejemplo universal de «La Gioconda», conocida también como la Mona Lisa o Monna Lisa, de Leonardo da Vinci. La enigmática sonrisa de la protagonista, Madonna Elisa, segunda mujer de Bartolomé marqués de Giocondo, o tal vez la española Constanza de Ávalos, o quizá la amante de Giuliano de Medicis, o quien sabe si el propio Leonardo con facciones de mujer, nos seduce dulce e irónica, rodeada por el sfumato de un paisaje atmosférico y misterioso.
O el ejemplo cercano del Homenaje a la Dermatología Histórica de Carlos Daudén Sala, dermatólogo y pintor con galardones nacionales e internacionales, y obras en museos como el de la Spanish Society of América, Museo del Barrio, Museo Godwin Ternbach y Spanish National Tourist Office de Nueva York; Museo de Arte de la Universidad de Princeton de Nueva Jersey; Museo de Ponce de Puerto Rico y en numerosas colecciones particulares de España, América del Norte y Filipinas.
Nada que objetar, más bien mucho que elogiar, de su técnica, de su colorido, de su perfección pictórica. Pero yo quiero centrar la atención en el carácter descriptivo, conceptual y trascendente de la obra, que es casi como un tratado en el que, sin abrir las tapas, sin pasar las páginas, descubrimos una gran parte de nuestra historia. Como las matriuskas, las muñecas rusas que esconden en su interior un nuevo enigma, esta representación pictórica de Carlos Daudén permite descubrir un nuevo mensaje cifrado en cada mirada detenida. Conmueve y emociona a los que lo recuerdan. Admira e ilustra a los que lo aprendieron sin vivirlo.
Y tiene a la vez este hermoso cuadro tanto realismo y naturalidad, que si fuese admirado en una biblioteca, entre estanterías de libros antiguos, se podría decir, como el poeta Teophìle Gautier cuando le enseñaron Las Meninas:
«Pero... ¿dónde está el cuadro?»
A. Guerra Tapia
Correspondencia:
Carlos Daudén Sala.
Paseo del General Martínez Campos, 117.
28010 Madrid.
carlosdauden@wanadoo.es