El lupus eritematoso cutáneo (LEC) es una enfermedad autoinmune heterogénea con manifestaciones clínicas muy variables, desde lesiones cutáneas aisladas hasta una afectación sistémica grave. Existen, por tanto, diferentes subtipos con características clínicas, histológicas y analíticas bien definidas, siendo constante en todos ellos la afectación cutánea1.
Atendiendo a la guía de tratamiento del LEC elaborada por el European Dermatology Forum en 2017 llama la atención que el tratamiento con láser de lesiones activas del LEC estaría desaconsejado. En dicho manuscrito se especifica que este podría ser usado como un tratamiento complementario solo en caso de ser administrado por un dermatólogo acreditado y en lesiones muy seleccionadas (telangiectasias)2.
Esta recomendación contrasta de forma notable con lo descrito en la literatura hasta el momento. Desde que en 1986 Henderson et al. aplicaran con éxito láser CO2 a una paciente con lupus eritematoso discoide desfigurante, han sido múltiples los autores que han publicado casos tratados de forma satisfactoria con estos dispositivos3. Este láser junto con el láser argón mejoraban las lesiones cutáneas de los pacientes a expensas de efectos secundarios indeseados4.
En contraposición, el láser de colorante pulsado (LCP), el más utilizado para el tratamiento del LEC, ha demostrado unos excelentes resultados (mejorías entre el 60-88%) con mínimos efectos secundarios (dolor, alteraciones de la pigmentación). Este láser permite tratar no solo las telangiectasias que exhiben estos pacientes, sino también el componente eritemato-edematoso con mejoría clínica, histológica y de la sintomatología asociada. Ha sido empleado con éxito en pacientes con lupus eritematoso crónico (discoide, tumidus) y subagudo, ofreciendo buenos resultados tanto en lesiones recalcitrantes que no responden a tratamientos tópicos y sistémicos, como en lesiones agudas, minimizando el riesgo de cicatrices secundarias5. Otras fuentes de luz como el láser Nd:YAG y la luz pulsada intensa han demostrado de forma puntual ser útiles en esta enfermedad, no obstante la evidencia aun es escasa.
La seguridad del tratamiento con LCP en pacientes con lupus ha sido un tema ampliamente debatido. Este láser, con longitud de onda de 595nm, se encuentra fuera del espectro ultravioleta de radiación, el cual es responsable de la fotosensibilidad de los pacientes con lupus. Además, el riesgo de inducir nuevas lesiones por un efecto Koebner no ha sido constatado hasta el momento.
El mecanismo por el cual el LCP resulta efectivo no está del todo claro. La hipótesis que formulan la mayoría de autores se basa en una destrucción selectiva de la microvasculatura de las lesiones del LEC, lo cual ocasionaría una reducción del ambiente inflamatorio y la consecuente mejoría clínica e histológica6.
En ocasiones los pacientes con LEC reciben altas dosis de fármacos inmunosupresores (tópicos y sistémicos) con respuestas poco satisfactorias y efectos secundarios nada desdeñables. Resulta importante que los dermatólogos conozcamos esta alternativa terapéutica pese a no estar estandarizada en las guías clínicas o algoritmos, dado su potencial y bajo perfil de efectos secundarios. De igual modo serían necesarios futuros estudios sobre la utilidad del LCP en el LEC, con el objetivo de poder ofrecer este tratamiento con un grado de recomendación apropiado.