El enfriamiento del cuero cabelludo es una técnica cuyo objetivo es reducir la caída de pelo asociada a quimioterapia1. Se ha teorizado que su mecanismo de acción es doble al reducir la llegada de los agentes quimioterápicos a los folículos pilosos, mediante vasoconstricción local, y disminuir la actividad metabólica folicular. La principal reticencia a la hora de utilizar estos dispositivos de enfriamiento capilar es el posible aumento de metástasis cutáneas. La mayoría de los estudios que avalan la eficacia y seguridad de esta técnica se han realizado en cáncer de mama, dónde no se ha demostrado un mayor riesgo1,2. La evidencia respecto a otras neoplasias sólidas como el cáncer de próstata u ovárico es menos robusta. No se recomienda su utilización en tumores con alta carga tumoral como las neoplasias hematológicas.
Un número no desdeñable de mujeres rechazaría la quimioterapia por la pérdida de pelo3. Por tanto, tiene sentido utilizar intervenciones que reduzcan la comorbilidad asociada a estos tratamientos sistémicos.
Recientemente se han publicado 2 estudios clínicos4,5 en mujeres con cáncer de mama que confirman la utilidad de esta técnica realizada mediante dispositivos automáticos.
En ambos estudios se observa que el enfriamiento del cuero cabelludo consigue disminuir de forma significativa la pérdida de pelo en aproximadamente el 50% de las mujeres. Un 5% de las de los pacientes no sufrieron alopecia al utilizar los dispositivos. Es importante resaltar que en el estudio observacional4 las pacientes realizaron la valoración de la pérdida capilar. Además, no fueron sometidas a antraciclinas. En el ensayo clínico5, la valoración se realizó por un investigador enmascarado y se utilizó antraciclinas como quimioterapia.
En el estudio de cohortes4, las pacientes sometidas al enfriamiento tuvieron una mejor puntuación con respecto a su percepción de pérdida de pelo, descontento por la caída y sensación de atractivo trascurrido un mes tras la quimioterapia. En el ensayo clínico5, no se encontraron diferencias significativas al evaluar la calidad de vida de las pacientes, aunque el cuestionario utilizado no está validado para valorar el impacto en la calidad de vida de la alopecia.
Respecto a la seguridad de estas intervenciones, apenas se reportaron efectos secundarios locales, fundamentalmente molestias locales y cefalea. En ninguno de los 2 estudios se encontraron metástasis en el cuero cabelludo de los pacientes sometidos al procedimiento. En el estudio no experimental4, un 2,8% de los pacientes abandonaron el procedimiento por baja tolerancia al frío. Sin embargo, un 10% de los pacientes abandonaron la quimioterapia por la alopecia.
Por último, con respecto al coste de implementación de este procedimiento como una prestación del sistema nacional de salud, es interesante recordar que existen 2 intervenciones con prestación pública (la reconstrucción mamaria tras mastectomía y la micropigmentación areolar) que también persiguen una mejoría de la calidad de vida. En el caso de los dispositivos estudiados4,5, su coste se encuentra entre 1.500 y 3.000$ por paciente.
En conclusión, el enfriamiento del cuero cabelludo es una técnica que debe ser tenida en cuenta para prevenir la pérdida capilar posquimioterapia en pacientes con cáncer de mama.