Para completar la primera docena de este consultorio lingüístico intentaré dar respuesta hoy a dos nuevas consultas. La primera de ellas, anónima; la segunda, en cambio, con nombre propio y remitida desde Baza.
11. ¿ZOSTER O ZOSTER?
Me ha llamado mucho la atención que usted recomiende «zoster» en vez de «zóster» cuando dice que esta última forma es también admitida por la RAE. Yo siempre he oído pronunciarla con el acento en la primera sílaba, nunca en la segunda. Por tanto, deberíamos escribirla con tilde: zóster.
Anónimo
Respuesta
Viene siendo asunto recurrente en este consultorio el problema que plantean los tecnicismos médicos para los que el uso duda en español entre variantes distintas. No es nunca tarea fácil, en casos así, decidir cuál de esas variantes es la más correcta en español, pues ello obliga a sopesar con cuidado aspectos tan diversos como la conformidad con las normas ortográficas, la opinión de los especialistas, las cualidades fonéticas y gráficas, la analogía con modelos previos, las consideraciones etimológicas o la frecuencia de uso en el momento actual.
Hace unos meses me ocupé ya con cierto detenimiento, en esta misma sección, de los problemas que planteaban algunos tecnicismos dermatológicos de acentuación dudosa, como acromía, onicólisis o prurigo (1). Aprovecharé la consulta de hoy para añadir un par de precisiones a lo comentado entonces. En cuestiones de acentuación, dos son los criterios más importantes que deben tomarse en consideración: el uso y la etimología.
Cuando el uso actual es unánime, parece claro que debe primar sobre cualquier otra consideración. El uso unánime entre los médicos actuales de la forma esdrújula «médula», por ejemplo, obliga a considerar ésta como la forma preferente en medicina, por encima de la variante etimológica «medula», que todavía hoy sigue recomendando la Real Academia Española (2). Que tal unanimidad no se da con «zóster» puede demostrarse fácilmente comprobando el uso exclusivo de la forma «zoster» en numerosos textos de dermatología (3-9) y obras lexicográficas tanto médicas (10-16) como generales (2, 17, 18).
Lo malo de este caso concreto es que tampoco la etimología puede sernos de gran ayuda. Porque la acentuación original del término griego ****** (zoster) era aguda, pero este vocablo nos llegó a través del latín zoster, que tenía acentuación llana (en latín, como es bien sabido, no existen las palabras agudas). De modo que la etimología nos deja también con la duda: ¿cómo acentuar en español?, ¿zoster como en griego (y en francés)?, ¿o zóster como en latín (y en inglés)?
Ante la ausencia de criterios objetivos para decantarnos por una u otra forma, uno puede sentirse tentado de utilizarlas ambas indistintamente. No parece, sin embargo, lógico ni recomendable mantener las vacilaciones actuales en el uso, pues la sinonimia puede dificultar en gran medida la comunicación científica. No son raros, por ejemplo, los buscadores electrónicos que ante una consulta por el término «zoster» no incluyen en el resultado de la búsqueda los documentos que incorporan la variante «zóster», y viceversa.
Puesto en la tesitura de tener que recomendar una de las dos formas en mi glosario dermatológico de dudas, opté por dar preferencia a la variante «zoster», por ser la recomendada por la Real Academia Española en su diccionario normativo (2) y la única recogida en la mayor parte de los diccionarios médicos y dermatológicos que conozco (3, 4, 10-16). Bien podía, por supuesto, haber tomado la decisión contraria, pero en tal caso es muy probable que ahora estuviera tratando de explicar a algún otro consultante el porqué de haber recomendado «zóster» en lugar de «zoster».
Son los pequeños inconvenientes, claro, de tener que tomar una decisión cuando los hablantes todavía no lo han hecho; pero cosas peores hay en la vida.
Fernando A. Navarro