Para que el lector pueda adentrarse con facilidad en el mundo del análisis de algunas dermatosis en las Cantigas de Santa María, le remitimos a la primera parte de este artículo, publicada en el número anterior1. Continuamos este texto tras haber explicado en la parte i del mismo las enfermedades descritas en las Cantigas 54, 91 y 93, y sus milagrosos métodos curativos. En esta parte ii se describen los hechos de las Cantigas 105, 321, 225, 346 y 367, con unos apuntes finales sobre las enfermedades padecidas por el Rey Alfonso, su personalidad, y la relevancia de su legado.
Cantiga 105: Gran piadad’ e mercee e nobreza. Cruel mutilación y cirugía reconstructiva medievalUna increíble historia de fe, maltrato sexual e intento de cirugía reconstructiva del periné con toda la intervención mariana que requería la situación. La historia es la que sigue: una doncella promete a la virgen guardar su virginidad, pero aun así sus padres la obligan a casarse. El marido, tras un tiempo sin poder consumar el matrimonio ante la voluntad inquebrantable de la mujer, enloquece y la mutila en sus partes con un cuchillo: «De esta manera pasó un año, durante el que el no pudo nada hacer con la doncella. Tal daño le hizo que casi la mata, que la hirió pérfidamente con un cuchillo, en tal lugar que vergüenza me hace». Los doctores intentan reconstruir el daño, y todo se complica cuando todos son castigados con el fuego de San Marcial, incluyendo a la doncella. Finalmente la aparición de la Virgen salva a todos.
Sin duda, aún más impactante que la historia es la escena visual que se nos representa (fig. 1). La protagonista, sujeta de piernas y brazos por varias mujeres, es literalmente «operada» con un escalpelo en sus partes pudendas. Hay que hacer notar que una de las ejecutoras lleva la boca cubierta al modo «quirúrgico», aunque el atuendo podría denotar su origen musulmán (la mayoría de comadronas y mujeres que practicaban de uno u otro modo la medicina en la Edad Media eran musulmanas).
En la cantiga 105 se representa el momento de la mutilación genital con todo lujo de detalles. La protagonista, sujeta por varias mujeres con atuendo musulmán, es mutilada por su marido en la zona genital con un escalpelo.La imagen procede del Códice Rico de las Cantigas de Alfonso X el Sabio, custodiado en la Biblioteca del Monasterio de El Escorial, y es reproducida en este artículo con permiso de dicha biblioteca. Copyright © Patrimonio Nacional.
La cantiga relata la curación de una niña que llevaba afectada 3 años por «lamparones», una de las formas con las que se conoce a la escrofulodermia. La palabra que empleamos para denominar a esta enfermedad procede de la palabra griega scrofa, que significa «hembra del cerdo o el verraco». Sin embargo, el nombre «lamparón» podría venir de lo luciente y tirante que se pone la piel lesionada por la enfermedad (diccionario de Monlau)2. Asimismo, el hecho de que esta provoque lesiones ulcerosas en la zona del cuello y el escote parece ser relativamente identificable con manchas o lamparones en esta zona (fig. 2). La escrofulodermia es una tuberculosis cutánea en la que la afectación ganglionar se extiende por contigüidad a la piel, formando abscesos, fístulas y cicatrices, en un curso crónico y recurrente, que no suele matar, pero sí producir graves cicatrices y deformidades.
La madre de la niña, desesperada por no hallar curación para ella después de peregrinar por los médicos y gastar todo su dinero, la lleva ante el rey. Este niega tener el poder de curarla, y la remite a la Virgen para que sea ella la que lo haga: «Decís que tengo esa virtud y es necedad. Haced sin embargo lo que os diré, callad y llevad a la niña ante la bella majestad de la Virgen […]». Con este gesto, Alfonso quiere dejar claro que la Virgen tiene mayores poderes que él.
Aquí debemos explicar algo importante: a los reyes de Francia e Inglaterra se les atribuía la capacidad taumatúrgica de curar la escrofulodermia por imposición de manos (fig. 3). Esta práctica era conocida como el «toque real»3, y Clodoveo I habría sido el primer rey que lo llevó a cabo. A diferencia de los monarcas de los reinos citados en Castilla nunca se llevó a cabo esta práctica. La explicación probablemente estriba en que mientras Francia e Inglaterra eran reinos donde el monarca reinaba por designio divino (y por lo tanto un hecho taumatúrgico reforzaba el poder real) en Castilla la monarquía era más un caudillaje militar (y no era necesario un refrendo milagroso). La última referencia al «toque real» la encontramos en 1825, cuando Carlos X lo practica en su ceremonia de coronación, en el contexto de la Restauración y el deseo de recuperar las esencias divinas de la monarquía. Sería la última coronación de un rey de Francia. Los enfermos eran presentados por los médicos al rey, que les imponía las manos y les decía la frase «El rey te toca, Dios te cura»1. Es de señalar que en esa ceremonia de 1825 los enfermos fueron presentados al rey por el eminente cirujano Dupuytren, y entre los asistentes se encontraba el prominente dermatólogo J.L. Alibert.
Representación de Carlos II de Inglaterra llevando a cabo el «toque real». Se estima que el rey realizó la ceremonia con unos 92.000 enfermos de escrofulodermia a lo largo de su reinado. Grabado de Robert White (1864).La imagen de es de dominio público y está disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/royal_touch
Constituye una de las historias más increíbles de las muchas contenidas en las Cantigas. El milagro tiene lugar en Ciudad Rodrigo (Salamanca). Mientras celebra la misa, un piadoso cura está a punto de beber el vino consagrado del cáliz. Observa que hay una gran araña «dentro de la sangre nadando», pero se arma de valor y traga el vino junto con la araña. Ocurre entonces que el arácnido viaja bajo su piel «entre el cuero y la carne», y durante un tiempo infesta su piel, siendo visible por transiluminación cuando expone su cuerpo al sol: «andábale por el cuerpo y no le hacía dolor ni mal, por virtud de la Virgen Santa María, y si al sol paraba, entonces la araña veía». Al solicitar a la Virgen su ayuda mediante la oración, la araña viaja hasta la punta de un dedo, y en un día soleado el clérigo comienza a rascarse y el arácnido abandona su cuerpo saliendo de debajo de una uña. La historia no acaba hasta que el cura acaba comiéndose la araña durante otra misa: «la comió y tragó y dijo que le supiera como manjar muy sabroso». Esto pareció un milagro inmenso a toda la gente que lo conoció, y desde entonces el clérigo «fue mucho más en la fe confirmado, y no fue lujurioso».
La infestación por arañas, ocurrida de esta manera mágica, es también un suceso contado en otras cantigas, como en la 201 (en la que las arañas provocan edemas a la enferma, y en el trance de muerte invoca a la Virgen), y la 222. En esta última un cura es también invadido por una araña, y podríamos estar hablando de la misma historia de la Cantiga 225, puesto que aunque tiene lugar en el Monasterio de Achelas (Lisboa), está dentro del área de influencia lusófona que incluye a Ciudad Rodrigo. El cura infestado está a punto de ser sangrado, y por la zona de punción emerge la araña, que es guardada por las monjas y enseñada a todos con gran admiración.
De estas cantigas en las que ocurren infestaciones por «arañas» cabe sacar varias interesantes conclusiones: en primer lugar, parecen representar castigos contra pecados de lujuria, en el caso de los 2 clérigos, y también de la enferma de la Cantiga 201, una mujer que promete guardar su virginidad, pero peca y tiene 2 hijos a los que mata. Este hecho nos aproxima a la sarna, una infestación provocada por el ácaro Sarcoptes scabiei, muy frecuente en la Edad Media, que puede provocar innumerables molestias, pero no la muerte (en todas estas cantigas se señala el hecho de haber un veneno o «poçón» dentro del cuerpo, pero no que pudiese ocasionar la muerte al enfermo), y que constituye una probada enfermedad de transmisión sexual3. Resulta relevador e incluso próximo a la realidad que en un caso los ácaros se pudieran ver por transiluminación, cuando el enfermo se ponía al sol. No se puede ver el Sarcoptes a simple vista, pero sí con cierto ángulo de luz, y con ayuda de una lente de aumento que podría haber existido ya en la época del Rey Sabio.
La etiología de la sarna fue intuida durante la Edad Media4, comenzando a rebatir las hipótesis humorales que había dejado escritas Galeno. La monja, sanadora, filósofa y música Hildegard von Bingen (siglo xii)5 recoge en sus escritos la idea de que estaba causada por gracilii vermiculi (pequeños gusanos), y ensayó en los enfermos el tratamiento con azufre. También el médico hispano-árabe Avenzoar realizó la que probablemente es la primera descripción médica del ácaro como agente causal de la enfermedad, aunque posteriormente cayó en el olvido. Existen numerosas referencias a la costumbre de extraer los aradores de la sarna con alfileres entre las parejas, o padres e hijos, como costumbre familiar o conyugal. El rey Don Rodrigo y Doña Florinda solían buscar solaz en estas prácticas, que realizaban «durante la tarde y junto a una ventana bajo la luz del día»6. Si no era bajo estas condiciones, no se podían ver los aradores. Sin embargo, durante siglos se habían observado los ácaros, y no se conocía si eran la causa o la consecuencia de la enfermedad. No fue hasta el siglo xvii cuando Cosimo Bonomo describe el arador de la sarna como el agente etiológico de la enfermedad, afirmando que era causada «por los continuos mordisqueos de estos animalículos en la piel»7. Sin embargo, la confirmación total tuvo que esperar hasta 1834 con Simon François Renucci, un corso, aventajado alumno de Alibert, que mostró a su maestro y condiscípulos como extraían el ácaro con un alfiler las mujeres de su tierra.
La sarna era atajada con múltiples maniobras y remedios. Evidentemente, la mera extracción de los ácaros no era suficiente, puesto que los huevos originaban ácaros nuevos.
Cantiga 346: Com’a gran enfermidade. La curación de la erisipelaTrata esta cantiga de un proceso cutáneo prevalente, que en la época medieval podía llevar sin duda a la muerte. Una bella joven de Estremoz, en Portugal, sufre una enfermedad terrible, que le provoca tumefacción, eritema y ampollas en su brazo: «en muy poco tiempo fue el brazo tan hinchado […] y rojo y ampollado, mucho y de mala manera». La mujer deja de comer y su estado empeora. Las gentes la llevan ante la Virgen, y es curada por ella de inmediato, por lo que la alaban y glorifican.
Para los dermatólogos, la descripción de la enfermedad de la joven no puede ser otra que la de la erisipela. Es conocida también en la medicina popular como «decipela», «deciplón», «rosa» o «fuego de San Antonio»8, y existen centenares de remedios mágicos y botánicos que han intentado atajarla a lo largo de la historia.
Hoy sabemos que es una piodermitis bacteriana fácilmente tratable, pero en la Edad Media constituía una causa frecuente de morbimortalidad. El nombre se aplicaría con frecuencia a otras afecciones cutáneas agudas, febriles y eritemato-ampollosas, como el ergotismo, con las que se confundió durante mucho tiempo. Hasta 1834 Fuchs no es capaz de separar nosológicamente estas 2 entidades, y su etiología bacteriana o tóxica no es conocida hasta mucho más tarde. En 1881 Fehleisen descubre los cocos en las heridas cultivadas, y los inocula a ratones, provocándoles la enfermedad y demostrando de forma sólida su etiología.
Cantiga 367: Grandes miragres faz Santa Maria. ¿El Rey Alfonso sufre insuficiencia cardiaca derecha o dermatitis de estasis?La salud del Rey Alfonso es uno de los temas recurrentes en algunas de las Cantigas, y esta es una de ellas. Notablemente, se explica que el Rey Sabio, llamado aquí «Rei de Castela e Santiago de Compostela», se hallaba de visita en Andalucía para ver una iglesia que allí había mandado construir. Allí cae enfermo, y al viajar por mar hacia Santa María do Porto se le hinchan y enrojecen las piernas «así rojas que todos pensaron que de aquel mal muy tarde sanaría». Es tal su tumefacción que no le caben dentro de sus botas, y «los cueros de ellas se hendían y agua amarilla salía». Sin embargo, él insiste testarudo en continuar su navegación, y al llegar a su destino y postrarse ante la Virgen, las piernas se deshinchan y el Rey cura.
Estamos ante la descripción de uno de los males recurrentes del Rey Sabio, y muy probablemente el que le llevó a la tumba: la hidropesía. Hoy sabemos que este término no denota una enfermedad en concreto, sino un conjunto posible de causas que conducen a la acumulación de líquido en las piernas, la cavidad abdominal o los pulmones. La aparición de edemas en las piernas puede obedecer a causas circulatorias periféricas como la estasis venosa, pueden estar causados por insuficiencia cardiaca derecha, por disfunción renal, hepática, etc. En la descripción de las cantigas, muy gráfica y relativamente exacta, observamos cómo las piernas se hinchaban hasta el punto de no permitir calzar las botas, y que se «hendían» en fisuras o fóveas, drenando una supuración amarillenta, por lo que podemos intuir una sobreinfección. En el texto completo de la Cantiga se menciona que el Rey llega ante el altar de la Virgen el viernes por la noche, se organiza una vigilia, y a la hora de los maitines de la mañana siguiente habían desaparecido los edemas. Es probable que el reposo durante unas horas en posición horizontal ayudase a mejorar el desequilibrio hidrostático y el gasto cardiaco, y a ello cabe atribuir la mejoría del Rey Sabio, además de a la intercesión de la Virgen.
Comentario y apuntes sobre la salud del Rey SabioAl rey Alfonso X debemos situarlo en un momento clave de la edad media: el renacimiento de los siglos xii y xiii, que engloban años de intensos cambios sociales, técnico-científicos y filosóficos. Al ocupar el trono hereda de su padre, Fernando III, un reino en un momento clave de su historia. Los territorios hispánicos han progresado en la reconquista, y reúnen en sus cortes a sabios de las 3 culturas. Esta cooperación y mecenazgo por parte de los reyes permite el nacimiento de la rica escuela poética galaicoportuguesa, de la Escuela de Traductores de Toledo, o posteriormente de filósofos de la talla de Ramón Llull. El Rey Alfonso actuó como catalizador de estos movimientos debido a su inquietud por el saber y el progreso. Fue educado a la manera de las escuelas coránicas, siguiendo los textos aristotélicos traducidos por los árabes, lo cual le dotó de una perspectiva posiblemente única en un gobernante de su tiempo.
Sin embargo, su vida no fue fácil y estuvo marcada por diversos problemas de salud. Aparte de padecer hidropesía, que ya hemos mencionado, fue aquejado de un tumor o proceso inflamatorio de la cara que le martirizó durante años. Este le dificultaba la alimentación. De hecho, una leyenda popular atribuye el origen de las hispánicas «tapas» a la costumbre del rey de ingerir pequeñas cantidades de alimentos junto con algo de vino entre las comidas. El proceso facial, que pudo ser un carcinoma escamoso, una sinusitis crónica o un linfoma, le provocaba además ataques de ira y dolor (muy probablemente por infiltración neuropática), y que «un ojo se le saliese de su órbita», hecho por el cual su hijo (y enemigo) Sancho se mofase de él llamándole «loco» y «leproso», probablemente con ansias de propaganda política, ya que se hallaba enfrentado militarmente a su padre. Sin embargo, no podemos intuir la enfermedad del Rey Alfonso en las numerosas imágenes que le muestran en las Cantigas. El espíritu y las normas del arte de la época obligaban a presentar a un rey idealizado y exento de todo defecto.
Citamos a Salvador Martínez, autor de una esmerada biografía del rey9, que lo califica como «muy ingenuo, extremadamente educado y muy inteligente, pero en las relaciones humanas la ingenuidad le gastaba malas pasadas. Los arranques provocados por su enfermedad le provocaron enfrentamientos graves con sus hermanos Fadrique, al que mandó matar, y con Enrique, al que quería, pero al que condenó a muerte».
Sabemos también, a través de la cantiga 235, que durante una estancia en Vitoria (del verano de 1276 a la primavera de 1277) cayó gravemente enfermo, curándose cuando pusieron sobre su pecho el primer volumen de las Cantigas de Santa María. Que el autor viajase con su libro y que este le protegiese no es un hecho aislado. En el Codex Calixtinus su autor, Aymeric Picaud, también relata haberse salvado de peligros y tempestades gracias a que su códice estaba a su lado.
Tras la muerte de Alfonso X sus sucesores implantaron en la corte castellana un modelo cultural diferente del que el Rey Sabio había defendido, renunciando a la intelectualidad, al multiculturalidad, la convivencia entre las 3 culturas, y al internacionalismo, y regresando a los usos tradicionales en las cortes europeas de su época10.
La obra científica de Alfonso, y su interés por la astronomía, le valieron que uno de los cráteres lunares se conozca con su nombre. Fue denominado inicialmente Alphonsus Rex, en 1651, por Roccioli. Está situado en el extremo oriental del Mare Nubium11.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.