La mayor parte de nosotros nos hicimos médicos repitiendo el mantra: «Herpes simple tipo 1 (VHS-1)=herpes orolabial; herpes simple tipo 2 (VHS-2)=herpes genital». Pero con el paso del tiempo hemos aprendido que esto no siempre es así, y cada vez es más habitual identificar herpes simple tipo 1 en localizaciones anogenitales, como describen Magdaleno et al. en un estudio observacional en una unidad de infecciones de transmisión sexual en Valencia1, en el que en un 47,3% de herpes genitales se identificó VHS-1, siendo aún más frecuente en el subgrupo de mujeres (59,3%). Además, las mujeres con herpes genital por VHS-1 fueron más jóvenes que las que tenían VHS-2 (26 vs. 34 años, respectivamente; p=0,015) y los cuadros por VHS-2 se asociaban más a recurrencias que los provocados por VHS-1.
Los estudios más recientes estiman que la seroprevalencia global de VHS-2 es de <10% en la población de Europa, Mediterráneo oriental, Sudeste asiático y regiones del Pacífico occidental, y parece que esté disminuyendo en los últimos años en nuestro ámbito2. Por otra parte, otros estudios confirman el hecho de que el VHS-1 es a día de hoy el agente implicado con mayor frecuencia en episodios de primoinfección por herpes genital, en países occidentales, especialmente en mujeres y hombres que tienen sexo con hombres, de menos de 25 años3. Como consecuencia de la disminución en la seroprevalencia del VHS-1, se plantea el escenario en el que adolescentes y adultos jóvenes puedan experimentar una primera exposición al VHS-1 coincidiendo con la iniciación de la actividad sexual. Esta circunstancia, junto al aumento de las prácticas orogenitales sin protección, pueden contribuir a explicar este incremento de la prevalencia del VHS-1 como agente etiológico del herpes genital en detrimento del VHS-2, con implicaciones no solo en la epidemiología de la enfermedad, sino también en el pronóstico de la misma, ya que parece que el VHS-1 se asocia a una menor tasa de recurrencias.