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Vol. 89. Núm. 10.
Páginas 564-570 (octubre 1998)
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Fernando A Navarro
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Actas Dermosifiliogr., 1998;89:564-570

CARTAS AL DIRECTOR


Eficacia y seguridad de terbinafina (Lamisil®) oral en el tratamiento de tiñas del cuero cabelludo por Microsporum canis

Sr. Director:

He leído con interés la carta de la doctora Del Palacio y cols. publicada en abril, relativa al uso de terbinafina (Lamisil®) en el tratamiento de las tiñas de cuero cabelludo (TC) (1). Es difícil, tras analizar con detenimiento cualquiera de sus publicaciones sobre micología, estar en desacuerdo con la doctora Del Palacio, y este tema concreto no es una excepción. El ser fungicida y tener CMIs muy competitivas para Microsporum canis (2, 3), hace de terbinafina el antimicótico ideal para el tratamiento de la TC en nuestra área, donde es el patógeno más prevalente. Sin embargo, si bien se muestra muy eficaz, incluso en pautas cortas (dos-cuatro semanas), en el tratamiento de TC por hongos antropofílicos del género Trichophyton (4, 5), plantea serias dudas sobre su eficacia cuando el causante es M.canis (6, 7). Varios autores han recomendado aumentar las dosis previamente usadas (3-6 mg/kg/día) o el tiempo de tratamiento (cuatro semanas) si es M.canis el responsable del cuadro (5, 6, 8).

No se entiende que esté aprobada la indicación para TC en España con esa misma pauta y posología, siendo M.canis el hongo más prevalente con mucho. Aun así, esto no es nuevo para los dermatólogos españoles; la dosis recomendada por los fabricantes de griseofulvina para tratar la TC es de 10 mg/kg/día, y todos sabemos que hay que usar el doble para que sea efectiva en tiñas microspóricas.

En el año 97 hemos tratado con Lamisil® oral 30 niños con TC por M.canis (datos no publicados, póster aceptado en el XXVII Congreso Nacional de Dermatología). Inicialmente, usamos las dosis recomendadas (3-6 mg/kg/día) seis-ocho semanas, y observamos resistencia al tratamiento (curación en sólo cuatro de siete pacientes tratados con < 6 mg/kg/día). Decidimos incrementar las dosis hasta 5-10 mg/kg/día, tratando sólo seis semanas, sin sobrepasar los 10 mg/kg/día considerados como seguros (9).

En el total de 30 pacientes se obtuvo curación clínica en 26 (86%), y micológica en 21/27 (77%). Los fallos terapéuticos correspondieron a los tratados inicialmente con dosis bajas. La curación clínica se obtuvo en 22/23 pacientes tratados con más de 6 mg/kg/día, y en 18/18 de los tratados con > 7 mg/kg/día. Se realizaron controles bioquímicos y hematológicos y, aparte de un caso de leve «transaminitis» que cedió sin interrumpir el tratamiento, la tolerancia fue excelente a pesar de las dosis usadas (10).

La evaluación de la respuesta, tanto clínica como micológica, se debe realizar dos meses después de finalizado el tratamiento, ya que la eficacia se incre-menta en el tiempo dada la persistencia de la molécula en la epidermis donde se acumula de forma selectiva por su elevada liposolubilidad (2).

Terbinafina oral a dosis de 7-8 mg/kg/día seis semanas se perfila como una alternativa segura y eficaz en el control de las siempre díficiles de tratar TC por M.canis. Es función de la industria fomentar la realización de estudios comparativos doble ciego griseofulvina/terbinafina a dosis adecuadas, así como facilitar la dosificación en niños al menos con comprimidos de 125 mg, ya que parece difícil su formulación en solución por su liposolubilidad.

BIBLIOGRAFÍA

1. Del Palacio A, Cuétara S, González Ruiz A, Valle A. Reservas sobre la utilización de terbinafina (Lamisil®) en tiñas de cuero cabelludo por Microsporum canis. Actas Dermosifiliogr 1998;89:211-2.

2. Abdel-Rahman SM, Nahata MC Oral terbinafine: a new antifungal agent. Ann Pharmacother l997 April;31(3):445-56.

3. Abdel-Rahman SM, Nahatn MC. Treatment of tinea capitis. An Pharmacother 1997 Mar,31(3):338-348.

4. Kullavanijaya P, Reangehainam S, Ungpakorn R. Randomized singleblind study of efficacy and tolerability of terbinafine in the treatment of tinea capitis. J Am Acad Dermatol 1997 Aug;37(2 Pt 1):272-3.

5. Krafchik B, Pelletier J. The use of oral terbinafžne (Lamisil®) in children. Dermatology 1997;194 Suppl 1:43-4.

6. Dragos V, Lunder M. Lack of efficacy of 6-week treatment with oral terbinafine for tinea capitis due to Microsporum canis in children. Pediatr Dermatol 1997 Jan;l4(1):46-8.

7. Talarico S, Arruda LH, Cucé LC y cols. Efficacy and tolerability of Lamisil® (terbinafine). Tablets in the treatment of children with tinea capitis. Revista Brasileira de Dermatologia 1996, vol. 4, 8-16.

8. Bruckbauer HR, Hofmann H. Systemic antifungal treatment of children with terbinafine. Dermatology 1997;195 (2):134-6.

9. Jones TC . Overview of the use of terbinafine (Lamisil®) in children. Br J Dermatol 1995,132:683-9.

10. Hall M, Monka C, Krupp P, O''Sullivan D. Safety of oral terbinafine: results ot a postmarketing surveillance study in 25,884 patients. Arch Dermatol 1997 Oct;133(10):1213-9.

Guillermo Romero Aguilera, Pilar Cortina de la Calle, José Antonio Garrido Martín, Beatriz García Bracamonte, Isabel Barba Ferreras*, M.ª Dolores Romero Aguilera*.

Unidades de Dermatología y Servicio de Análisis Clínicos (Sección de Microbiología)* del Complejo Hospitalario de Ciudad Real.

Hospital del Carmen. Ronda del Carmen, s/n. 13002 Ciudad Real.

RESPUESTA

Sr. Director:

Hemos leído casi con avidez la carta del doctor Romero Aguilera y cols. sobre la eficacia y seguridad de terbinafina (Lamisil®) en el tratamiento de tiñas del cuero cabelludo por M.canis y ha resultado ser un refuerzo positivo para nosotros, pues su experiencia con las dosis y pauta aconsejadas por Novartis es idéntica a la comunicada por nosotros en el número de abril de 1998. Sin embargo, nos gustaría hacer algunas observaciones.

Afirman en su carta el doctor Romero Aguilera y cols. que, por ser la terbinafina in vitro fungicida y tener CMIs muy competitivas para Microsporum canis, la convierte en el antimicótico ideal para el tratamiento de la tinea capitis en España, por ser esta especie patógena la más prevalente. El doctor Romero Aguilera debería hablar en condicional y decir que estas características «harían teóricamente que la terbinafina fuese el antifúngico ideal». Sabido es que los resultados de las pruebas in vitro con antifúngicos únicamente tienen un bajo valor predictivo para el clínico y tienen serias limitaciones (1). Es decir, no pueden predecir de forma definitiva y con certeza si un determinado antifúngico sería o no capaz para tratar con éxito un enfermo infectado con una determinada especie fúngica. En otras palabras, un test de sensibilidad in vitro únicamente predice cómo tratar un tubo infectado (1). Por otro lado, sabemos que la terbinafina es fungicida in vitro, pero esto no es extrapolable al enfermo. La elección de un tratamiento antifúngico debe basarse en la experiencia clínica acumulada en humanos y hay que tener en cuenta: el lugar anatómico donde asienta la infección, la farmacocinética y la especie fúngica infectiva (1, 2). No parece, al menos actualmente, que la experiencia clínica (publicada) sobre el tratamiento de tinea capitis por M.canis con terbinafina, utilizando la posología y duración de tratamiento que Novartis aconseja en la ficha técnica de marzo de 1997, sea adecuado como hemos observado nosotros y el doctor Romero Aguilera y cols.

Es más, nosotros nos atrevemos a decir que la terbinafina con esta pauta mencionada no es eficaz para el tratamiento de la tiña microspórica, pues otras especies como M.audouinii y M.ferrugineum son clínica y micológicamente resistentes (3, 4).

Nos gustaría que los resultados con las distintas pautas de tratamiento utilizado por el doctor Romero Aguilera y cols. estuvieran desglosadas (clínica y micológicamente) por grupos de dosis, ya que no quedan claros los resultados por la posible solapación de enfermos.

Nosotros disentimos de que la evaluación clínica deba realizarse dos meses después de finalizar el tratamiento: con cualquier antifúngico se debe interrumpir el tratamiento de tinea capitis en el momento en que se alcance la curación clínica; es más, nos atrevemos a decir que el estudio micológico (observación directa y cultivos semicuantitativos) es fundamental para establecer la etiología y el diagnóstico de certeza de tinea capitis pretratamiento, pues sabido es que en niños clínicamente curados, el estado de portador asintomático es la norma en los dos meses que siguen a la curación clínica; matizando que en estos casos siempre existe un bajo número de UFC/placa y examen directo negativo (5).

Por el contrario, creemos que también es útil para valorar el tratamiento antifúngico en tiñas microspóricas el estudio de la fluorescencia con luz de Wood: los portadores asintomáticos no tienen fluorescencia y en aquellos casos en que haya pequeñas zonas de fluorescencia con aparente curación clínica, se deben tomar los pelos y escamas de la zona con fluorescencia para realizar examen directo y cultivo semicuantitativo. El examen directo nunca es positivo en portadores asintomáticos (6).

Lamentamos que el ensayo sobre dosis/eficacia y duración de tratamiento en tiñas microspóricas no haya sido realizado en el momento adecuado, es decir, dentro del plan de investigación del producto, como nosotros ya aconsejamos al fabricante hace cinco años a la vista de nuestra experiencia, sino que se haya llevado a cabo como un estudio no planteado, al parecer, como un ensayo clínico. Llama la atención el número elevado de enfermos mencionados en el estudio, siendo la tiña capitis una enfermedad de baja prevalencia e incidencia (7), ya que se supone que se trataría de niños refractarios tanto al tratamiento con terbinafina, a las dosis aconsejadas en la ficha técnica, como a dosis altas (20-30 mg/kg peso/día) y mantenidas de griseofulvina. De cualquier modo, tramitando cada caso como «uso compasivo», al tratarse de una condición de uso no autorizada. Queremos hacer hincapié en que seguimos como estábamos, es decir, que se requieren estudios comparativos entre terbinafina y griseofulvina previa determinación de dosis y tiempo de tratamiento en tiñas microspóricas. Actualmente, la griseofulvina en dosis adecuadas sigue siendo el tratamiento de elección en tinea capitis, teniendo la ventaja adicional de su bajo costo, ya que la relación costo/beneficio es también uno de los factores a tener en cuenta.

BIBLIOGRAFÍA

1. Odds FC. Personal opinion: Can antifungal sensitivity tests predict clinical treatment outcomes? Rev Iberoam Micol 1997;14:83-4.

2. Pfaller MA, Rex JH, Rinaldi MG. Antifungal susceptibility testing-technical advances and potential clinical applicantions. Clin Infect Dis 1997;24:776-84.

3. Kullavanihaya P, Ungpakorn R, Reangchainam S. The problem in tinea capitis control in a home for mentally handicapped children. Pediatr Dermatol 1995;1073:95-7.

4. Moore MK. St. John''s Hospital, Londres, comunicación personal.

5. López-Gómez S, Del Palacio A, Van Cutsem J, Cuétara MS, Iglesias I, Rodríguez-Noriega A. Itraconazole versus griseofulvin in the treatment of tinea capitis: a double-blind randomized study in children. Int J Dermatol 1994;33(10): 743-7.

6. Clayton YM. Scalp ringworm (tinea capitis). In: Verbov JL (de) New clinical applications: Dermatology. Superficial Fungal Infections. Lancaster: MTP Press 1986; p. 1-19.

7. Cuétara MS, Del Palacio A, Pereiro M, Amor E, Álvarez C, Noriega AR. Prevalence of undetected tinea capitis in a school survey in Spain. Mycoses 1997;40:131-7.

Amalia del Palacio Hernanz

M.ª Soledad Cuétara

Almudena González Ruiz

Araceli Valle

Servicio de Microbiología. Hospital Universitario 12 de Octubre. Madrid


La catástrofe del monolingüismo anglófono

Sr. Director:

He leído con interés los dos artículos de Navarro sobre la evolución del idioma de la dermatología en España y en el mundo (1, 2), así como, hace ya algunos meses, otro artículo del mismo autor en una prestigiosa revista francesa sobre el declive del francés médico en Europa y los Estados Unidos (3). La lectura de estos artículos me ha llevado a hacer algunas reflexiones que considero podrían ser de interés para sus lectores.

Yo nací en 1924 y, durante la enseñanza secundaria, estudié con libros escritos en seis idiomas distintos; curiosamente, el inglés nos parecía entonces un idioma secundario, más apropiado para el cine que para asuntos serios. En aquellos tiempos, los cursos primarios y secundarios eran primorosos en Brasil, pues tomaban como modelo los sistemas educativos francés y alemán. Estudiábamos cálculo diferencial, integral y vectorial en cuarto y quinto de secundaria; yo tuve un curso sobre teoría de la relatividad en el cuarto año. Tuvimos historia antigua durante dos años, historia medieval durante todo un año. Recuerdo bien que en cuarto curso tuve que hacer un examen oral en francés sobre L''Espirit des Lois, de Montesquieux, que en los tiempos actuales ni siquiera los abogados conocen. Las cartas de Julio César en latín nos eran muy familiares. Estudié álgebra en español y física en italiano, así como geometría en francés. Ahora todo ha cambiado. Ya casi no se estudia historia antigua ni medieval; e idiomas, sólo el portugués y el inglés. Creo que en poco tiempo más todo el mundo se quedará así.

En los interesantísimos artículos de Navarro, el autor apunta acertadamente algunas de las razones de la decadencia del francés y del alemán como idiomas de la medicina (como también, por cierto, en todas las ciencias, la historia, las artes, etc.). No obstante, creo que falta por considerar otra causa del abandono de estos idiomas: a saber, la tragedia de que la gente ya no estudia francés, ni alemán, ni italiano, ni español y por lo tanto no puede leer trabajos escritos en esos idiomas. El monolingüismo anglófono es una catástrofe para la cultura en la segunda mitad del siglo XX. Me pregunto a veces cómo debe sentirse un ser humano que no sabe más que un idioma; seguramente se siente muy bien, pero ¡es trágico no tener más que una ventana para el mundo! Y cuando se trata del inglés, la tragedia es todavía mayor, porque es un idioma mucho menos avanzado que los neolatinos.

Hay dos hechos históricos interesantísimos que considero muy ilustrativos de la triste situación que significa el monolingüismo. El gran histólogo español Santiago Ramón y Cajal, indudablemente el más importante neuroanatomista de toda la historia, publicaba sus primeros artículos en español en la Gaceta Médica de Valencia (¡imposible imaginar un vehículo menos apropiado¡) y enviaba después sobretiros de sus trabajos a los principales histólogos de Europa (los norteamericanos aún no existían). Muchos de ellos los leían en español; otros los mandaban traducir, y el alemán Kölliker, el histólogo más prestigioso de la época, decidió aprender español para poder leer los artículos de su colega de España. Kölliker tradujo para el alemán un famoso artículo de Cajal sobre el hipocampo (v. 4). En nuestros tiempos, es impensable que un científico (de cualquier país que sea) se disponga a aprender español, portugués, italiano, alemán o francés para leer un artículo. La gente ya ni siquiera se dispone a leer en inglés artículos publicados en revistas que no sean famosas.

El segundo ejemplo, éste muy grave, es lo que ocurrió con los descubrimientos sobre el sueño, que, según se cree, se iniciaron en los Estados Unidos a comienzos de los años 1950. En Inglaterra, en Italia, en Alemania, en Francia, y en Estados Unidos mismo, se realizaron en el siglo XIX estudios cuantitativos con respecto a sueños y ensueños que tuvieron que ser redescubiertos en el siglo XX. Nadie sabe en nuestra época lo que ya se había descubierto sobre el sueño y los ensueños antes de que Kletiman y Aserinsky, de la Universidad de Chicago, publicasen en 1953 sus artículos sobre los ciclos del sueño y la fisiología de la actividad onírica (5). Tuve la suerte de conseguir, hace ya algunos años, un libro publicado en Italia en 1899 con el título I Sogni. Studi clinici e psicologici di un alienista, de Sancte de Santis, un famoso psiquiatra turinés que describió la demencia precoz (6). Pues está casi todo allí. El libro, escrito hace 98 años, contiene 323 referencias bibliográficas y describe datos tan actuales como uno se pueda imaginar. Hasta la cantidad relativa de tipos de sueños (visuales, auditivos, táctiles, etc.), se conocía ya en 1890; sin embargo, sólo en 1981 dos estadounidenses publicaron una estadística equivalente, muy parecida a la de finales del siglo XIX (7).

Para terminar, se me hace que la causa principal de la decadencia del francés y el alemán como idiomas científicos es que ya de nada sirve publicar en otra lengua que no sea el inglés, porque muy pocos lo sabrían leer, y a nadie le interesa publicar para que nadie lo lea.

Es interesante también la analogía entre lo que ocurrió con el latín, que desplazó a un idioma superior (el griego) y lo que está ocurriendo con el inglés. Sería magnífico que el español, en mi opinión el mejor idioma que existe en la actualidad («el idioma casi perfecto», como dijo un lingüista alemán hace algunos años) se convirtiera en el nuevo idioma común o lingua franca. Como también sería bueno que los niños de todo el mundo pudieran estudiar varios idiomas otra vez, como se hacía hasta medio siglo atrás.

BIBLIOGRAFÍA

1. Navarro FA, Alcaraz MA. El idioma de la dermatología en España a través de las referencias bibliográficas publicadas en Actas Dermo-Sifiliográficas entre 1910 y 1995. Actas Dermosifiliogr 1997;88:358-64.

2. Navarro FA. El idioma de la dermatología en el mundo a través de los artículos publicados en la revista Dermatológica (Dermatology) entre 1939 y 1995. Actas Dermosifiliogr 1997;88:496-505.

3. Navarro FA. Le déclin du français médical en Europe et aux États-Unis. Méd Sci 1996;12:1297-1301.

4. WM Cowan. Prefacio de la traducción de Recuerdos de Mi Vida, Santiago Ramón y Cajal: Recollections of my life. The MIT Press, Cambridge MA, USA. Paperback edition 1989.

5. Aserinsky E, Kleitman N. Regularly ocurring periods of eye motility and concomitant phenomena during sleep. Science 1953;118:273-4.

6. De Sanctis S, Sogni I. Studi Psicologichi e Clinici di un Alienista. Fratelli Bocca, Editori, Milano 1899.

7. McCarley RW, Hoffman EA. REM sleep dreams and the activation-synthesis hypothesis. Am J Psychiat 1981;138:904-12.

César Timo-Iaria

Profesor de Fisiología

Laboratorio de Neurología Experimental

Facultad de Medicina. Universidad de São Paulo


Avenida Dr. Arnaldo, 455. 01246-903 São Paulo SP(Brasil)

RESPUESTA

En mis dos artículos sobre el auge del inglés en la dermatología española (1) y mundial (2) durante la segunda mitad del siglo XX, pretendía únicamente aportar datos objetivos para conocer con mayor detalle el proceso a través del cual el inglés se ha convertido en el idioma indiscutido de la medicina en todo el mundo. Como sucede con cualquier investigación de carácter descriptivo, no había lugar en ninguno de los dos artículos para las disquisiciones teóricas, las especulaciones, las hipótesis, las impresiones subjetivas o los juicios puramente personales.

La carta de Timo-Iaria me da pie ahora para expresar, dentro de las limitaciones de espacio que impone una carta al director, algunas opiniones sobre las causas del absoluto predominio anglófono en la comunidad científica mundial y las repercusiones derivadas de este hecho demostrado. Me interesa sobre todo rebatir algunas falacias y creen-cias erróneas que salen a relucir con frecuencia cuando comento este asunto con médicos españoles.

Se admite de forma general, por ejemplo, que el inglés se ha convertido en el idioma internacional de la medicina gracias a sus características intrínsecas de sencillez y claridad, que lo hacen especialmente apto para la comunicación científica. ¿Un idioma sencillo el inglés? Con un léxico riquísimo en el que se superponen palabras de origen germánico y sus sinónimos latinos, una fonética y una ortografía endiabladas, además de un complejísimo sistema prepositivo, el inglés era precisamente el idioma teóricamente menos adecuado para enseñarlo como idioma auxiliar o de comunicación. Y si no es un idioma sencillo, menos aún es un idioma claro o preciso: ¿qué es un World Pollution Congress? ¿un congreso mundial sobre la contaminación o un congreso sobre la contaminación mundial? Casi siempre que en inglés se anteponen dos o más adjetivos a un sustantivo, lo cual en el lenguaje científico es bastante corriente, existe riesgo de imprecisión, que los idiomas latinos se encargan de deshacer con nuestro recurso más frecuente al uso de preposiciones. No es raro hallar en inglés sustantivos precedidos de cinco o más calificativos, como en el siguiente ejemplo: human immunodeficiency virus type 1 envelope glycoprotein precursor oligomerization. Quien no esté muy ducho en virología únicamente sabe que la traducción española comienza por oligomerización, pero dudaría ya a la hora de escoger el segundo término: ¿oligomerización del precursor de las glucoproteínas?, ¿oligomerización de los precursores de la glucoproteína?, ¿oligomerización humana? ¿oligomerización de tipo 1? No nos engañemos, la situación privilegiada de que disfruta el inglés en nuestros días no obedece a ninguna ventaja intrínseca de este idioma sobre los demás. Idénticas pretensiones de superioridad se adujeron para justificar la preponderancia del español en el Renacimiento, la del francés durante la Ilustración o la del alemán a finales del siglo XIX; o, en otras latitudes y otras épocas históricas, para intentar demostrar la mayor perfección del hebreo, el griego, el latín, el árabe clásico o el chino sobre el resto de las lenguas habladas en el mundo. Los lingüistas son unánimes en reconocer que no existen idiomas más perfectos e idiomas más primitivos, sino hablantes que en un momento histórico determinado imponen a los demás su idioma a través del comercio, la cultura o la fuerza. En este sentido, está claro que la preponderancia actual del inglés es la consecuencia directa del predominio político, militar y económico de los Estados Unidos desde el final de la II Guerra Mundial. Recientemente he intentado medir con criterios objetivos la potencia económica de los distintos idiomas, multiplicando para ello el número de hablantes de un idioma por la renta per cápita de que disfrutan en sus respectivos países (3). Pues bien, sólo la potencia económica de los anglohablantes estadounidenses era más del triple de la potencia económica total de los más de 330 millones de hispanohablantes.

Timo-Iaria manifiesta su preocupación ante la tendencia actual a leer sólo artículos recientes publicados en inglés, y menciona un buen ejemplo de datos e ideas previamente publicados en otros idiomas que los médicos de habla inglesa redescubren años después. Tal ha sucedido también con la apoptosis, descrita inicialmente con el nombre de Pyknose por Robert Schröder en 1914 (4) y redescubierta en los Estados Unidos hace 25 años. Podrían citarse muchos otros ejemplos en medicina (5) y dermatología (6), aunque me limitaré a mencionar de pasada un caso de especial interés para el lector de Actas. Aunque muchos lo ignoran, la dermatóloga venezolana Imelda Campo-Aasen fue la primera en apuntar, en las páginas de la revista española Medicina Cutánea, el carácter macrofágico de las células de Langerhans. Cito de su extenso artículo original:

«Se sugiere que las células de Langerhans son, de hecho, macrófagos epidérmicos» (7);

«Con este estudio hemos creído abrir un nuevo campo de investigaciones y discusiones sobre la célula de Langerhans, para su futuro estudio en la epidermis humana y su función en la patología cutánea» (7).

Treinta años después, su trabajo prácticamente nunca se menciona en las revisiones sobre la importancia de las células de Langerhans, ni fuera ni dentro de nuestras fronteras.

Estas consideraciones nos llevan a ocuparnos de una de las repercusiones más graves del predominio anglófono actual: la discriminación de quienes no tienen el inglés como lengua materna. En estos términos se expresan tres científicos europeos; el primero de ellos, español:

«Llegar a un fluent English por parte de los científicos no angloparlantes es difícil, y, en la práctica, sólo un porcentaje muy bajo de españoles es capaz de intervenir eficazmente en reuniones científicas. [Como consecuencia de ello] el foro científico es significativamente deficiente, ya que no intervienen todos los que pueden decir algo, sino sólo una minoría» (8);

el segundo, francés:

«Most Frenchmen encounter [difficulties] when trying to express themselves in English. These difficulties are far greater for oral expression, either in formal presentations or in the participation in discussions. I have always been struck by the lack of contribution of French scientists in discussions after work presented at international conferences. I do not think that this semi-silence reflects the mediocrity of the French (...). I am tempted to believe that this discretion on behalf of the French is due to delay brought about by the necessary mental processes of translation, which generally finish just when the point raised in the discussion has been satisfactorily answered by an anglophone» (9);

el tercero, holandés:

«Not to have been born with English as your mother tongue is a major hereditary occupational handicap for a medical scientist» (10).

¿No se ha fijado nadie en que, curiosamente, son los anglohablantes quienes se llevan siempre el gato al agua en los grupos de trabajo de las sociedades científicas internacionales? ¿Que forman siempre mayoría en las comisiones designadas por los organismos y asociaciones internacionales?

Esta discriminación por el idioma resulta evidente en muchos otros detalles. Se ha denunciado repetidas veces que, en España como en otros países, la calidad científica de un mismo artículo se considera superior si se publica en inglés que si aparece en otro idioma; pues bien, un grupo de investigadores escandinavos lo ha demostrado recientemente en un experimento con dos versiones de un mismo artículo enviadas para revisión a 180 médicos de prestigio que actúan como revisores externos para revistas médicas (11).

En los laboratorios Roche, empresa farmacéutica internacional con sede en Basilea, una limpiadora tamil utiliza el italiano para comunicarse con su compañera brasileña; el alemán se emplea entre oficinistas y otros cargos intermedios, pero en la dirección y en todas las reuniones de alto nivel se utiliza exclusivamente el inglés. Si tenemos en cuenta que nuestra elocuencia y nuestra claridad de ideas son siempre mayores cuando nos expresamos en nuestra lengua materna, resulta fácil comprender por qué las probabilidades de alcanzar un cargo elevado en esta empresa, como en cualquier otra, son mucho mayores para los ingleses y estadounidenses que para los españoles, franceses o alemanes.

Lo más curioso de todo es la reacción que este tipo de discriminación suscita en la comunidad médica internacional. Si se comprobara que las médicas están siendo discriminadas en un hospital, a nadie se le ocurriría proponer que estas mujeres se sometan a una operación de cambio de sexo o a tratamiento con hormonas masculinas; lo lógico parece exigir que se ponga fin a las actitudes discriminatorias. Si se comprobara que el gobierno de un país discrimina a las personas de piel oscura, a nadie se le ocurriría proponer medidas destinadas a blanquear la piel de los niños de raza negra; lo lógico parece, nuevamente, exigir que se ponga fin a las actitudes discriminatorias. Pero si se comprueba que los médicos que no tienen el inglés como lengua materna ven limitadas sus expectativas profesionales, la difusión de sus descubrimientos científicos, la atribución de prioridades en sus investigaciones, la participación en los foros internacionales de discusión e incluso el uso de nomenclaturas apropiadas, la única solución que se nos ocurre es enseñar el inglés cuanto antes en las escuelas primarias:

«We teach our children English at young ages and send them to expensive summer schools in Britain during vulnerable periods of their adolescence. We disregard the [national] literature and read English novels during holidays to expand our vocabularies and improve style (...). Moreover, a language barrier is created between upper class medical science and lower class medical practice. It is a situation that not only do we seem unwilling to change but one that we actively encourage...» (10).

¿No sería mucho más lógico exigir que se ponga fin a las actitudes discriminatorias? De lo contrario, estamos dando por sentado que tanto la medicina española como la europea se conforman con ocupar indefinidamente una mediocre posición secundaria.

BIBLIOGRAFÍA

1. Navarro FA, Alcaraz MA. El idioma de la dermatología en España a través de las referencias bibliográficas publicadas en Actas Dermo-Sifiliográficas entre 1910 y 1995. Actas Dermosifiliogr 1997;88:358-64.

2. Navarro FA. El idioma de la dermatología en el mundo a través de los artículos publicados en la revista Dermatologica (Dermatology) entre 1939 y 1995. Actas Dermosifiliogr 1997;88:496-505.

3. Navarro FA. Which is the world''s most important language? Lebende Sprachen 1997;42:5-10.

4. Schröder R. Über das Verhalten der Uterusschleimhaut um die Zeit der Menstruation. Monatsschr Geburtshilfe Gynäkol 1914;39:3-21.

5. Jennings AG. Research or re-search? Why we should read old and foreign literature. Ann R Coll Surg Eng 1994;76 (supl. 5):236-7.

6. Grosshans E, Tomb R. 1492-1992: il y a 500 ans Christophe Colomb redécouvrait l''Amérique. De la redécouverte des dermatoses déjà décrites. Ann Dermatol Vénéréol 1992;119:7-9.

7. Campo-Aasen I, Pearse AGE. Enzimología de la célula de Langerhans. Med Cut 1966;1:35-44.

8. Reguant S. Diez avisos para el científico español. Microbiología 1994;10:435-8.

9. Meyer P. The English language: a problem for the non-anglo-saxon scientific community. Br Med J 1975;2:553-4.

10. Vandenbroucke JP. On not being born a native speaker of English. Br Med J 1989;298:1461-2.

11. Nylenna M, Riis P, Karlsson Y. Multiple blinded reviews of the same two manuscripts. Effects of referee characteristics and publication language. JAMA 1994;272:149-51.

Fernando A. Navarro

Servicio de Traducción Médica (PSBDII)

F. Hoffmann-La Roche S. A.  Basilea. Suiza

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