Sr. Director:
Agradezco los comentarios a mi escrito de la Dra. Betlloch, los cuales permiten sugerir que las condiciones, circunstancias y convencimiento que lo impulsaron son reproducibles en las distintas realidades del ámbito sanitario de nuestro territorio1. Desde una posición absolutamente legítima y respetuosa con la ley, la actitud de los dermatólogos del área 19 de Alicante condujo de forma inicial hacia una crisis con tintes incluso mediáticos en su zona de influencia, reflejo de cómo a menudo el colectivo dermatológico minusvalora el eco de sus acciones en la sociedad. Si bien la respuesta airada de algunos pacientes puede considerarse legítima —y quizá alimentada por los mensajes populistas y nebulosos lanzados desde algunos ámbitos políticos— de sorprendente e incluso trasnochada cabe catalogarse la actitud de los médicos de Atención Primaria de la zona, ya que cabría esperar una mayor comprensión desde un colectivo acostumbrado a recibir el primer impacto de las arbitrariedades cambiantes del sistema. Aún a falta de concretar en cifras el desarrollo de los hechos y las consecuencias en firme de la acción —circunstancias del todo deseables y que podrían convertirse en un argumento de primer nivel en futuras medidas de presión— la perseverancia del equipo de la Dra. Belloch —recuérdese, sin coste adicional— parece dar la razón a los dermatólogos. De este modo, en un razonable corto plazo se intuye una prometedora mejoría en el principal caballo de batalla del sistema público de salud (SPS): la reducción de las temidas listas de espera. Esto a su vez ha permitido la reestructuración de las consultas con el fin no de trabajar menos, sino de poder hacerlo con más comodidad para el dermatólogo y con mayor atención y garantías de calidad para el paciente, segunda gran diana siempre postergada por lo inasequible de la primera.
Refiere la Dra. Belloch que los pacientes «empiezan a comprendernos». Este punto no es baladí, habida cuenta de que el «cambio de cultura» del que promueven los autores los cimientos no puede ni debe hacerse sólo «para el paciente», sino «con el paciente». Esta actitud resulta del todo coherente con el concepto actual de «alianza» entre médico y paciente en la toma de decisiones clínicas, una vez devaluado el modelo «comercial» o «consumista», reinante durante la pasada década, y cuyos resultados de su máxima «el cliente siempre tiene la razón» conocemos sobradamente2.
Habida cuenta de que, a pesar de lo que a veces parece, los recursos del SPS son, y serán limitados, resulta prioritario optimizarlos a fin de cubrir con solidez el fin primero del mismo: ofrecer a aquellos usuarios con enfermedades de la piel una atención de calidad en un margen de tiempo razonable.
Una nota para la reflexión: de confirmarse la impresión de la Dra. Belloch, el último eslabón, el asistencial, podría ser capaz de implementar —palabra muy en boga— con éxito el objetivo frente al que se estrellan una y otra vez los cuantiosos y costosos mecanismos, actores y recursos que el SPS dedica a la gestión: el recorte de la lista de espera y la adecuación de los tiempos asistenciales. Nueva prueba del enorme potencial, a menudo subestimado, de los dermatólogos para influenciar nuestro medio laboral y modelarlo en aras del beneficio de nuestros pacientes y, por qué no, también del propio, desde el prisma del sentido común.