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Vol. 89. Núm. 5.
Páginas 279-280 (mayo 1998)
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Los orígenes de la enseñanza de la Dermatología en España: algunos datos sobre Azúa y Slocker.
The origins of Dermatology teaching in Spain: notes on Azúa and Slocker.
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Eduardo Fonseca Capdevila
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Actas Dermosifiliogr., 1998;89:279-283

CARTAS AL DIRECTOR


Los orígenes de la enseñanza de la Dermatología en España: algunos datos sobre Azúa y Slocker

Señor director:

He leído con gran interés el artículo de García Pérez y del Río (1) sobre los orígenes de la enseñanza de la dermatología en España, que sin duda habrá de ser un punto de referencia obligado en el estudio de la historia de la dermatología española. En la bibliografía a mi alcance existen algunos datos poco conocidos y que, como un mínimo complemento de los que contiene el trabajo que comentamos, podrían ser de utilidad para futuros estudios sobre la materia.

García Pérez y del Río se preguntan sobre la razón por la que en 1892 fue designado Azúa, de 33 años de edad y sin título de doctor, profesor especial de Dermatología y Sifiliografía, en lugar de Olavide, «más antiguo y en cierto modo, de más categoría entonces que Azúa».

Cumple saber que a esa edad Azúa era ya opositor veterano y versado en el funcionamiento «real» de los métodos de selección de candidatos. Una noción nítida de su visión al respecto la plasmó en la primera frase de su autobiografia: «Ingresé por concurso sin chanchullos propios en el planeta tierra....» (2). De ahí en adelante las cosas iban a ser más complicadas.

Azúa tenía claro que para el desarrollo de la Dermatología como especialidad era precisa su enseñanza con carácter oficial, tenía voluntad de hacerlo y sabía cómo funcionaban las cosas. Un Real Decreto de 1886 establecía «Sifiliografía y Dermatología» como asignatura especial y voluntaria. Sin embargo, diversos problemas, entre los que se encontraba la ausencia de presupuesto, impidieron que se llevara a la práctica. Azúa actuó en consecuencia y solicitó hacerse cargo de la asignatura de forma gratuita.

Así, mediante un oficio de la Dirección General de Instrucción Pública, con fecha 30 de enero de 1892, se accede a la solicitud de don Juan de Azúa y Suárez, nombrándole profesor encargado gratuitamente de la enseñanza oficial de la asignatura complementaria de los estudios médicos «Curso de Dermatología», con arreglo a lo dispuesto en el párrafo primero, de la disposición general 3.ª, del Real Decreto de 16 de septiembre de 1886. Con posterioridad, otro oficio de la misma Dirección General, accede también a lo solicitado por Azúa y le nombra profesor encargado gratuitamente de la enseñanza oficial de la asignatura complementaria de los estudios médicos «Curso de Sifiliografía», con arreglo a las mismas disposiciones legales, el 20 de febrero de 1893 (3).

Podemos precisar también lo acontecido a raíz de la publicación del Real Decreto de 1902, que hace obligatoria la asignatura de Dermatología y Sifiliografía. Según lo previsto en el mismo, continuarían desempeñando las cátedras interinamente los profesores «a quien ahora están encomendadas». En función de ello, Azúa, quien venía desempeñando la labor de forma gratuita, es nombrado profesor interino de la cátedra oficial obligatoria de Dermatología y Sifiliografía, con 2.000 pesetas anuales de gratificación. Esto se hace mediante un oficio de la Subsecretaría de Instrucción Pública, de 26 de septiembre de 1902 (3).

Un oficio de 7 de marzo de 1911 nombra también catedrático a Azúa, unos días antes de la publicación en la Gaceta de Madrid, en este caso ya con un haber, que asciende a 5.000 pesetas anuales (3). ¿Por qué se convocan precisamente entonces y de la manera peculiar que nos relatan García Pérez y del Río las cátedras previstas en el Real Decreto de 1902?. Álvarez Sainz de Aja, discípulo de Azúa, deja ver bastante claro lo que sucedió, al menos respecto a la de Dermatologia: «... después de treinta años de ser licenciado, se doctoró, versando su tesis sobre «La reacción de Noguchi en la sífilis» y fue precisamente por este excepcional trabajo cuando a los dos años, en 1911, le hicieron catedrático efectivo» (4). El mismo Azúa, simplificando la cuestión, nos dice que en el año 1909 «... fui propuesto por unanimidad, por el Consejo de Instrucción Pública, el claustro de la Universidad y la Real Academia para ocupar la Cátedra de Dermatología...» (2). Es decir, existe una clara conexión entre que Azúa leyera su tesis y que la cátedra se convocara. Esta tesis fue publicada en 1910, fecha que nos dan García Pérez y del Río. Un extenso resumen fue presentado como comunicación oral en la Academia Española de Dermatología (entonces «Sociedad») en marzo de 1910 y publicado, en el número de abril-mayo de ese año, en Actas Dermo-Sifiliográficas (5).

El que la primera cátedra de Dermatología de España como enseñanza oficial y obligatoria, si como parece fue convocada en el momento y modo más oportunos para que Azúa la desempeñase, pudo ser un acto bueno para la especialidad y un justo reconocimiento de los enormes méritos del candidato, pero sin duda pudo ser también el inicio de una mala costumbre.

En estos hechos tuvo un importante protagonismo don Julián Calleja Sánchez, catedrático de Anatomía Descriptiva de Madrid desde 1871 y con gran dedicación a la política universitaria (3, 6). Su influencia sobre la vida y obra de Azúa y en suma sobre el nacimiento de la dermatología española sería tema para un interesante estudio.

En lo que respecta al Dr. don Enrique Slocker de la Pola, García Pérez y del Río indican que explica en Valencia desde 1904 a 1909. Sin embargo, en el prólogo de su libro, editado en esa ciudad en 1890 (7), el autor refiere que haber dedicado ya un curso a las «enfermedades de la piel», teniendo el propósito de dedicar un segundo curso a la sifiliografía. Slocker agradece a los señores Rector y Decano por «haber amparado decididamente esta enseñanza, aunque con el carácter de libre y gratuita». Pese a ello, asistieron 32 alumnos matriculados y algunos profesores le honraron con su presencia (¡Qué ejemplo para algunos profesores de hoy día!).

BIBLIOGRAFIA

1. García Pérez A, Del Río de la Torre E. Los orígenes de la enseñanza de la dermatología en España. Actas Dermosifiliogr 1997;88:421-33.

2. De Azúa y Suárez J. Autobiografia de Azúa. Actas Dermosifiliogr 1922;14:253-85.

3. Alba Palacios A. Vida y obra científica de don Juan de Azúa. Tesis Doctoral. Madrid, 1961.

4. Álvarez Sainz de Aja E. Don Juan de Azúa Suárez (1858-1922) (Apuntes de su historia). Hospital General 1962;2:175-6.

5. De Azúa J. Sero-diagnóstico de la sífilis. Método con amboceptor antihumano y complemento humano. Actas Dermosifiliogr 1922;2:295-316.

6. Granjel LS. La Medicina española contemporánea. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca 1986:136.

7. Slocker E. Lecciones sobre Dermatología y nociones de Sifiliografía. Imprenta de José Canales. Valencia, 1890.

Eduardo Fonseca Capdevila

Servicio de Dermatología

Complejo Hospitalario Juan Canalejo. La Coruña

 

RESPUESTA

Muchas gracias al doctor Eduardo Fonseca por su carta, en la que intenta complementar algunos puntos de nuestro trabajo (l). Conocíamos la fuente que cita (2), que está referatada en la tesis de uno de nosotros (ERT) (3). Los nombramientos de Azúa como profesor encargado de la asignatura voluntaria de Dermatología y Sifiliografía (30 de enero de 1892 y 20 de febrero de 1893) están en la tesis que cita Fonseca (2) tomados literalmente de la serie de trabajos que publicaron Benito Fernández Gómez y Fermín Cubero del Castillo en 1934 en «Ecos Españoles de Dermatología y Sifiliografía» (4, 5).

Sugiere Fonseca que la Administración eligió a Azúa para desempeñar la enseñanza de Dermatología porque se había ofrecido a hacerlo gratuitamente. No deja de ser una hipótesis, que necesitaría confirmación. En ningún sitio, además, consta que hubiera otros que se interesaran por la plaza. Los citados Fernández Gómez y Cubero, escriben a este propósito: «No cabe duda que aquí no había adversarios para Azúa. Olavide estaba en el ocaso, Bombín se apartaba voluntariamente, Castelo se conformó con el deporte científico (4). Y en cuanto a la Cátedra en 1910, Olavide había fallecido ya años antes, y seguía sin haber adversarios.

Tampoco vemos en los datos de Fonseca ningún aspecto peyorativo. El que Azúa se ofreciera para dar cursos gratuitos es, desde nuestro punto de vista, no sólo no recusable, sino encomiable, y además, no supone ninguna novedad. Entonces y ahora son, por fortuna, muchos los profesores y profesionales prestigiosos que dan conferencias, clases o cursos monográficos sin pedir retribución por ello y sin buscar ningún beneficio, a menudo, ni aún el lícito de enriquecer su propio curriculum. Que, tras seis años de estos cursos consiguiera Azúa el nombramiento de interino y la magra retribución de 2.000 pesetas al año, no creemos que sea tampoco criticable. En cuanto a don Julián Calleja, sus gestiones para lograr que en 1892 se cumpliera el Real Decreto de 1886, dando realidad a la enseñanza de las tres especialidades (Dermatología, Otorrinolaringología y Oftalmología), no sólo eran lícitas, sino que formaban parte de sus obligaciones como decano. Y si las cátedras correspondientes se convocaron en 1910, ocho años después del Real Decreto que las creaba en 1902, lo que debe admirarnos es que la Administración, una vez más, necesitara de presiones para echar a andar después de tan larga espera.

No sabemos las razones que tuvo el Gobierno para convocarlas por sistemas distintos del de la oposición, pero no es pensable que fuera por «manejos» de Azúa. En primer lugar, hay que insistir en que la convocatoria no era sólo para Dermatología, sino para las otras dos especialidades citadas (Otorrinolaringología y Oftalmología), que eran y son clásicas en el curriculum de Medicina y que, en cuanto a su enseñanza, han sido «hermanas gemelas», estableciéndose a la vez en el Real Decreto de 1886 (6), en el de 1902 (7), y en la convocatoria de Cátedras para la Universidad Central en 1910, apareciendo también en l911 en la misma página de la Gaceta los nombramientos de Azúa para Dermatología y Sifiliografía, de don Juan Cisneros y Sevillano para «Enfermedades de los oídos, nariz y laringe» (sic), y de don Manuel Márquez y Rodríguez para Oftalmología (8). Recordemos, además, que la resolución de esta triple convocatoria no dependía sólo del claustro de Medicina, sino también de la Real Academia, a la que no perteneció Azúa hasta doce años después --en realidad, no llegó a tomar posesión-- del Real Consejo Nacional de Educación, que estaba constituido por «treinta individuos y un Presidente nombrados por el Rey», según el artículo 245 de la Ley de Claudio Moyano (9). Parecen muchos resortes para atribuir a influencias de Azúa la puesta en marcha y la resolución a su favor de tan complejo mecanismo. Recordemos, además, que la convocatoria fue de hecho abierta, publicándose en la Gaceta por iniciativa de la Facultad y de la Academia, según hacíamos constar en nuestro trabajo (l), y a Azúa no se le presentó ningún contrincante.

Y en cuanto a que «un oficio de 7 de marzo de 1911 nombra catedrático a Azúa unos días antes de la publicación en la Gaceta» es un grave error de interpretación. Entonces y ahora, los decretos y cualquier otra disposición llevan una fecha, pero se publican en la Gaceta o en el Boletín Oficial del Estado días o semanas después. Los nombramientos de Azúa y de los otros dos catedráticos en la Gaceta del 3 de abril de 1911 llevan fecha del 7 de marzo (8). No es, pues, que a Azúa se le nombrara «unos días antes», sino que su nombramiento salió en la Gaceta «unos días después», como ha sucedido y sucederá siempre con cualquier nombramiento oficial.

Sobre la tesis de Azúa, no estamos de acuerdo con la opinión de Sainz de Aja, cuyos artículos históricos muy valiosos sin duda, son más bien «Memorias», a menudo subjetivas y a veces, con faltas de rigor. Es pueril pensar que se concedió a Azúa la cátedra «por su excelente trabajo». Nunca se ha concedido una cátedra en premio a una tesis. Pero además, la tesis de Azúa es sobre un tema que se aparta por completo de sus líneas de trabajo antes y después de ella (10). Nunca fue Azúa «hombre de laboratorio», y esto lo reconocía Bernando Castelo en la sesión necrológica que le dedicó nuestra Academia el 18 de mayo de 1922 (11): «Como el médico práctico no puede consagrar muchas horas al laboratorio, se servía de técnicos competentes para los análisis y preparaciones microscópicas». Las técnicas que propone Azúa en su tesis son adaptaciones de las de Noguchi, Bauer y Hecht, empleando el poder hemolítico natural («amboceptor humano») y el complemento del suero problema, con lo que se simplificaba la reacción de Wassermann clásica (12), pero Azúa no vuelve a hablar de ello. Más aún, cuando Nicolás Calvín, que era «su hombre de laboratorio», hace, años después, una comunicación a la Academia sobre este método (al que en el título de su trabajo, no llama siquiera «método de Azúa»), éste, que preside la sesión, no interviene para nada (13). Nos mantenemos por tanto en la impresión, puramente personal, de que Azúa hizo en l910 una «tesis de circunstancias», auxiliado por sus colaboradores de laboratorio, porque necesitaba un trabajo experimental para optar a su cátedra. Lo cual, por otra parte, no implica ninguna censura a este trabajo, que reúne sobradas condiciones para optar al título de doctor.

No encontramos, en resumen, nada censurable, ni para Azúa ni para Calleja, en las aportaciones del doctor Fonseca. Y por último, si «por sus frutos lo conoceréis», la labor profesional y docente y la pujante escuela de Azúa, ya en la cuarta y quinta generación de los discípulos de sus discípulos, demuestra que los que le eligieron para primer catedrático de Dermatología estuvieron acertados.

En cuanto al doctor Enrique Slocker de la Pola, agradecemos y asumimos la información que nos hace el doctor Fonseca, y que rectifica nuestros datos, al situarle enseñando Dermatología como acumulada a su cátedra de Patología General, desde 1890, según su libro que cita y que desconocíamos. Nuestro trabajo (1) se centró sobre todo en la escuela madrileña de Dermatología, y los datos que hemos manejado de otras Universidades son incompletos, y aceptaremos de buen grado cualquier rectificación.

BIBLIOGRAFÍA

l. García Pérez AL, Del Río de la Torre E. Los orígenes de la enseñanza de la dermatologia en España. Actas Dermosifiliogr 1997;88:421-33

2. Alba Palacios A. Vida y obra científica de don Juan de Azúa. Tesis doctoral. Universidad Complutense. Madrid, 1962

3. Del Río de la Torre E. Los orígenes de la escuela madrileña de dermatologia. Desis doctoral. Universidad Complutense, Madrid, 1996.

4. Fernández Gómez B, Cubero del Castillo F. Bosquejo histórico de la dermatologia española. Ecos españoles de Dermatología y Sifiliografía 1933;9:59-62.

5. Fernández Gómez B, Cubero del Castillo F. Vida médica del dermatólogo español doctor don Juan de Azúa. Ecos españoles de Dermatología y Sifiliografía, 1934,9:618-28, 677-87, 725-45, 797-817 y 10:35-48.

6. Gaceta de Madrid 1886, 19 septiembre: 846-8.

7. Gaceta de Madrid 1902, 25 septiembre: 1281-2.

8. Gaceta de Madrid 1911, 3 abril: 17-8.

9. Ley de Instrucción Pública, 9 septiembre 1857. En: Historia de la Educación en España. Textos y Documentos. Madrid, Secretaria General Técnica del Ministerio de Educación 1979;2:61-117.

10. Azúa J. Sero-diagnóstico de la sífilis. Método con amboceptor antihumano y complemento humano. Actas Dermosifiliogr l910;2:295-516.

11. Castelo F. Azúa como médico de Hospital. Actas Dermosifiliogr 1921-22;14:261-4.

12. Demanche R. Les reactions sérologiques. Methodes au serum frais. En: Jeanselme E: Traité de la syphilis. G. Doin et Cie Ed., París 1931(2):280-304.

13. Calvin Fernández N. Sobre la reacción de Wassermann según el método de Bauer, Levaditi y Latapie simplificado. Actas Dermosifiliogr 1915-16;8:149-5.

Antonio García Pérez

Emilio del Río de la Torre


¿Cuándo nació el doctor don Juan de Azúa Suárez?

Siendo Azúa uno de 108 creadores de la dermatología como especialidad en España, su primer catedrático como asignatura oficial y obligatoria, fundador de la Academia Española de Dermatología y de la revista que el lector tiene en sus manos, puede parecer absurdo plantear esta pregunta y pretencioso intentar responderla, pues este dato se encuentra en multitud de artículos, monografías, tratados y diccionarios, que de una manera u otra se ocupan de la vida y obra de tan insigne dermatólogo.

El problema que motiva tal atrevimiento es que la fecha que los diversos autores nos informan es discordante y mientras unos se inclinan por el año 1859 otros tantos lo hacen por el 1858. A modo de ejemplo, en publicaciones recientes, García Pérez y Del Río indican como año de nacimiento 1859 (1, 2), al igual que Granjel (3) y el Jablonski''s Dictionary (4). En cambio, el año 1858 aparece en trabajos de Sierra (5) y en el Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas (6).

Existe una referencia que probablemente es el origen de muchas cadenas de citas y que por su naturaleza parece ofrecer seguridad. Nos referimos a la Autobiografía de Azúa, que fue leída por el Dr. Criado en la velada necrológica por el fallecimiento de Azúa realizada en el Colegio de Médicos de Madrid y publicada en Actas Dermosifiliográficas (7). Aquí la fecha de nacimiento que consta es el 1 de septiembre de 1859.

Ahora bien, discípulos y biógrafos que conocieron directamente a Azúa o que han trabajado con documentos originales de la época y que manejaban además la Autobiografía de Azúa publicada en Actas la contradicen. Álvarez Sainz de Aja, discípulo de Azúa, en una reseña histórica, cita el año 1858 en el título y lo corrobora en el texto, junto con el mes de septiembre (8). Alba Palacios, que realizó una pormenorizada biografía, recapitulando gran cantidad de publicaciones previas y material documental, afirma que Azúa nació el 1 de septiembre de 1858 e incluso añade la hora, las seis y cuarto de la mañana. Más delante ratifica la fecha, al referirse al año 1859 como el siguiente de nacer Azúa e incluso cita la primera frase de la Autobiografía de Azúa, pero incluyendo como año de nacimiento 1858 (9).

Con el fin de despejar cualquier duda, hemos efectuado una consulta de la documentación existente en el Archivo de Villa del Ayuntamiento de Madrid, que nos ha permitido confirmar que la fecha de nacimiento de don Juan de Azúa Suárez fue el 1 de septiembre de 1858. Así consta en el Libro de Partes de Parroquias, al igual que la fecha de su bautizo, el 3 de septiembre de 1858, en la Parroquia de San José.

Este dato es también concordante con la edad de 63 años que figura en la inscripción de defunción del Registro Civil del Distrito de Buenavista (Madrid) y que se produjo el 5 de mayo de 1922.

Como muchas veces sucede, una errata o una corrección desafortunada parecen haber perpetuado un dato erróneo en numerosas publicaciones posteriores. Esperamos que esta pequeña aportación permita aumentar el rigor necesario en los trabajos de los interesados en la historia de la dermatología española.

BIBLIOGRAFÍA

1. García Pérez A, Del Río de la Torre E. Los orígenes de la enseñanza de la dermatología en España. Actas Dermosifiliogr 1997;88:421-3.

2. Del Rio de la Torre E, García Pérez A. Juan de Azúa y la reglamen tación sanitaria de la prostitución. Piel 1991;6:472-4.

3. Granjel LS. La Medicina Española Contemporánea. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca 1986:32.

4. Jablonski S. Jablonski''s Dictionary of syndromes and eponymic diseases. Krieger, Malabar 1991:178.

5. Sierra X. Historia de la Dermatología. MRA, Creación y Realización Editorial, Barcelona 1994;276.

6. Navarro-Beltrán Iracet E, ed. Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas, 13.ª ed. Masson, Barcelona 1992:147.

7. De Azúa Suárez J. Autobiografía de Azúa. Actas Dermosifiliogr 1922;14:259-60.

8. Álvarez Sainz de Aja E. Don Juán de Azúa Suárez (1858-1922) (Apuntes de su historia). Hospital General 1962;2:175-6.

9.- Alba Palacios A. Vida y obra científica de don. Juan de Azúa. Tesis Doctoral. Madrid, 1961.

Eduardo Fonseca Capdevila

Servicio de Dermatología. Complejo Hospitalario Juan Canalejo. La Coruña

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