INTRODUCCIÓN
Como ya hemos visto, Olavide fue el iniciador de la dermatología en España (1), pero además fue un importante y fecundo publicista médico. En esta tercera parte revisaremos sus publicaciones, agrupándolas de una forma convencional y comentando de forma sucinta las más destacadas, con una especial referencia a su gran obra, Dermatología general y clínica iconográfica de las enfermedades de la piel o dermatosis (2).
La obra escrita de Olavide podría clasificarse, atendiendo a la madurez, la intención y la significación de cada uno de sus trabajos, en ocho grupos:
-- Notas breves de cirugía.
-- Artículos de revisión y opinión.
-- Trabajos originales.
-- Monografías, lecciones y discursos impresos.
-- Obras generales de dermatología.
-- Aforismos y consejos.
-- Traducciones y prólogos.
-- Trabajos atípicos.
NOTAS BREVES DE CIRUGIA
La actividad publicista de Olavide comenzó muy pronto. En 1857, siendo alumno interno en las clínicas de Sánchez de Toca y de Soler, enviaba breves reseñas de las intervenciones practicadas en estos servicios a La Iberia Médica (3-5) y más tarde a La España Médica (6). Estas comunicaciones solían comenzar con un párrafo de encabezamiento en el que el redactor de la sección de «Revista de los hospitales» escribía: «Nuestro apreciable amigo, el señor José Eugenio de Olavide, alumno interno de dicha clínica, ha tenido la amabilidad de transmitirnos la siguiente reseña de operaciones...». Todos estos trabajos poco o nada tienen que ver con la dermatología ya que entonces Olavide desconocía su futura dedicación y no se puede hablar --como ya hemos hecho constar (1)-- de una auténtica vocación dermatológica inicial. Describe algunas intervenciones como una amputación de pierna, una punción de hidrocele, una extirpación de un cáncer de labio o de un ganglión de la muñeca, e incluso relata una autopsia (3). Olavide también fue durante los últimos años de la década de 1850 y primeros de la de 1860 redactor encargado de la crónica extranjera en La España Médica (7).
ARTICULOS DE REVISION Y OPINION
Durante los primeros años sesenta los trabajos más destacados de Olavide aparecieron en El Pabellón Médico.
Marco Cuéllar sugiere que Olavide pudo haber conocido a Ordóñez y a Delgado, redactores de esta revista, en el verano que pasó en París (8), lo que explicaría por qué la mayoría de los trabajos de Olavide de esta época aparecieron precisamente en tal revista. Una brevísima nota editorial que antecede a un artículo titulado Estado actual de la dermatología en España y firmado tan sólo como doctor E. (claramente un seudónimo de Olavide) justifica esta suposición (9):
«Publicamos el siguiente artículo debido a uno de nuestros más queridos amigos, no sin alguna repugnancia por los inmerecidos elogios que hace de algunos de los redactores de El Pabellón Médico. Con decir que el autor de este escrito es amigo nuestro, quedan las alabanzas destituidas de valor.»
Este artículo sobre el estado de la dermatología en España antecedió a una serie de otros sobre la dermatología francesa publicados a lo largo de 1864 en varios números de esta revista. En sintonía con su primer artículo, el autor tituló estos escritos: Estado actual de la dermatología en Francia (10). La descripción pormenorizada de las obras y doctrinas de Hardy y, sobre todo, de Bazin nos llevó a mencionarla repetidamente en el anterior trabajo de esta serie (11).
También merecen una mención aparte las colaboraciones de Olavide en la Revista Especial de Oftalmología, Sifiliografía, Dermatología y Afecciones Urinarias. Esta revista fue la precursora de las publicaciones periódicas especializadas de dermo-sifiliografía y, en general, de las revistas médicas de especialidades en España. Uno de los aspectos más interesantes de esta revista es que, además de los números correspondientes, se publicaban series completas de artículos en tirada aparte como monografías, lo cual sucedió a menudo con los trabajos de Olavide. En esta revista vieron la luz sus escritos más importantes durante los primeros años de la década de los ochenta (12-15). Muchos de estos trabajos son lecciones dictadas en el Hospital de San Juan de Dios.
TRABAJOS CIENTIFICOS ORIGINALES
Realmente este grupo es el más escaso de toda la obra impresa de Olavide. Existen muy pocos escritos que puedan considerarse trabajos científicos. Revisando las obras generales, discursos y notas clínicas de Olavide se encuentran algunas referencias a pequeñas aportaciones originales. Aunque estas obras podrían haber dado lugar a un trabajo científico específico, el autor solía comunicarlos en otro contexto. Un ejemplo ilustrativo de estos pequeños hallazgos científicos intercalados en obras más generales es la mención que hace en una nota a pie de página de su discurso de recepción en la Real Academia, del descubrimiento de la reacción ácida del pus en las sifílides. A instancias de Olavide, Pérez Gallego comprobó que ello casi nunca se encuentra en el exudado de las lesiones blenorrágicas o en el chancro blando (16). En los Aforismos de Dermatología Práctica aparecen nuevos datos sobre esta reacción aplicada a diversas dermatosis (12):
«44.--Las exudaciones de las dermatosis o de las ulceraciones consecutivas a las mismas tienen reacciones químicas importantes para su diagnóstico. Las herpétides dan reacción alcalina, las sifilíticas ácida, las escrofulosas muy ácida, las reumáticas ligeramente ácidas, y las artificiales y agudas o seudoexantemáticas, ninguna. Cuando se desarrolla la gangrena o el fagedenismo en una ulceración sifilítica que daba reacción ácida, deja de darla, lo mismo que cuando entra en el período de reparación. El chancro venéreo tampoco da reacción de ninguna clase...»
Intercaladas en su gran obra, Dermatología general y clínica iconográfica de las enfermedades de la piel o dermatosis (2), también se encuentran algunas aportaciones clínicas y experimentales de Olavide que podrían equivaler a un pequeño trabajo de investigación. Así, la lámina IV del grupo de dermatosis fitoparasitarias, titulada Tiña favosa generalizada. Transmisión de la enfermedad a los animales. Aunque Olavide firma al pie de la nota que complementa la lámina, aclara al comienzo que los trabajos fueron realizados por el doctor Hernando. También contó con la colaboración micrográfica de Federico Rubio. La lámina XII de este mismo grupo también se titula Tiña favosa transmitida del hombre al perro por inoculación o trasplantación (Fig. 1). En ambas láminas Olavide describe los objetivos, el material y métodos empleados y los resultados obtenidos de forma rigurosa, aunque no consten necesariamente con estos epígrafes, característicos de un trabajo científico moderno. Similar a ésta es la curiosa experiencia de transmisión del chancro blando a un gallo, con la colaboración del profesor Benito Hernando Espinosa, catedrático de Terapéutica de Granada (Fig. 2).
FIG. 1.--Lámina XII del grupo de dermatosis fitoparasitarias. Se titula Tiña favosa transmitida del hombre al perro por inoculación o trasplantación. Con esta experiencia demuestra Olavide la posibilidad de que una micosis que hoy consideramos «antropofílica» pueda inocularse a un perro. De no ser por la lesión micótica en la cintura escapular del galgo, bien pudiera tratarse de una bella estampa zoológica o de una escena de caza, lo cual demuestra el elevado interés artístico de la obra.
FIG. 2.--«Chancro simple transmitido del hombre a un gallo por inouclación» (Lámina XI del grupo de Dermatosis artificiales). Esta curiosa experiencia se realizó en colaboración con el profesor Benito Hernando Espinosa, catedrático de Terapéutica entonces en la Universidad De Granada. Pueden verse en el muslo del gallo típicas lesiones de chancro blando. No sabemos el por qué de la elección de esta especie animal. Nótese la fiel reproducción, casi fotográfica, del gallo en la pintura.
La lámina XXI del grupo de las afecciones sifilíticas se titula Gomas del hígado, pulmones, etc. (sífilis visceral). En ella Olavide aporta los datos clínicos, evolución y plan terapéutico de un caso de lúes avanzada que tuvo un desenlace fatal en pocas horas. Lo más interesante de esta lámina es la autopsia y el estudio histológico que realizó, de nuevo, el doctor Federico Rubio. Aparecen en la lámina una litografía en color del hígado gomoso y un grabado en blanco y negro de las alteraciones histológicas hepáticas (Fig. 3).
FIG. 3.--Lámina XXI del grupo de afecciones sifilíticas, titulada «Gomas del hígado, pulmones, etc. (sífilis visceral)». Se renuncia a la estEtica que se observa en otras figuras y prima, en cambio, la preparación anatómica despojada de todo adorno innecesario. La lámina incluye además una preparación histológica que Federico Rubio --famoso cirujano y micrógrafo aficionado-- realizó para Olavide.
Otro artículo que podría incluirse en este grupo de trabajos originales es la comunicación que Olavide presentó en el Congreso Internacional de París titulada Tratamiento comparativo del lupus. En él recoge Olavide su experiencia de 25 años en San Juan de Dios, durante los cuales trató 790 casos de lupus con diversos medios: aceite de hígado de bacalao, cauterizaciones térmicas (hierro rojo y galvanocauterio) y químicas (pasta de cloruro de zinc, nitrato de plata), raspado, escarificaciones. Este trabajo se publicó en la Revista Especial de Oftalmología, Sifiliografía, Dermatología y Afecciones Urinarias (15) y en la Revista Clínica de los Hospitales (17). Olavide realizó también algún rudimentario estudio epidemiológico sobre enfermedades infecciosas como en el caso de la lepra (18).
MONOGRAFÍAS, LECCIONES Y DISCURSOS IMPRESOS
Contrastando con el exiguo grupo anterior, el conjunto de monografías y lecciones dictadas oralmente y que después fueron publicadas forma un grupo muy nutrido en la obra escrita de Olavide. Una de las primeras publicaciones de este tipo trató sobre la sarna (19) y en ella dice Olavide:
«Propóngome dar a conocer en una serie de folletos de poca lectura, las enfermedades de la piel que más necesidad tiene el práctico de tratar y de distinguir con rapidez y acierto; y empiezo por éste que de la sarna se ocupa por ser la enfermedad más común y menos seriamente estudiada en nuestras escuelas.»
Destacan, entre las lecciones dictadas por Olavide en el Hospital de San Juan de Dios, las de dermatosis herpéticas (20), la pelagra (21), las enfermedades cutáneas producidas por vegetales parásitos (22) y sobre el reumatismo y las enfermedades reumáticas (14). La mayoría de estas lecciones fueron publicadas como separatas o monografías por la Revista Especial de Oftalmología, Sifiliografía Dermatología y Afecciones Urinarias.
Algunos de los discursos pronunciados por Olavide en las academias médicas también se imprimieron, como su discurso de ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina (16), el discurso sobre psicodermatosis (23) y la «contestación» al discurso de ingreso en la Real Academia del doctor Federico Rubio Galí, en la que, además de unos datos biográficos del nuevo académico, hace Olavide comentarios al tema del discurso de éste, sobre Cómo deben prevenirse las hemorragias en los actos quirúrgicos (24).
OBRAS GENERALES DE DERMATOLOGIA
Dos obras de Olavide llevan la denominación de Dermatología General en su título. La primera es una obra precoz y algo incompleta, que también podría incluirse en el apartado anterior de «lecciones» ya que, de hecho, llevó el título de Lecciones de dermatología general (25). La segunda es una obra de madurez, la ya mencionada Dermatología general y clínica iconográfica de las enfermedades de la piel o dermatosis (2). Ambas obras sirven como referencias de la evolución del autor en la concepción de la dermatología dentro de la doctrina constitucional que hemos revisado en nuestro artículo anterior (11).
Lecciones de dermatología general
En este libro se incluyen 13 lecciones que Olavide pronunció en la Academia Médico-Quirúrgica Matritense, dando comienzo la primera de ellas el 18 de noviembre de 1864 (26), aunque se publicaron un año y medio más tarde (Fig. 4). Resulta una obra interesante por ser temprana y por servir de referencia posterior para valorar sus cambios y su madurez. Es, sin embargo, algo incompleta, quizá precisamente por ser concebida como lecciones para ser dictadas más que para su publicación como texto específico de dermatología general.
FIG. 4.--Portada de las «Lecciones de Dermatología General» de Olavide. Este libro, publicado en 1866, recoge una serie de lecciones que el autor dictó en el curso académico 1864-5 en la Academia Médico-Quirúrgica. Se trata de una obra precoz en la que Olavide ya toma partido de forma decidida por la teoría constitucional de la escuela francesa.
Olavide dedica las tres primeras lecciones a destacar la importancia de la dermatología como especialidad en la medicina y hace una revisión crítica de la historia de la dermatología universal. El autor considera tres épocas en la evolución de la dermatología. La primera etapa, o etapa arcaica, se caracteriza según él por la confusión de los hipocráticos y galenistas sobre las denominaciones de las dermatosis; toma como ejemplo ilustrativo la lepra, que servía como denominación genérica para múltiples afecciones cutáneas. La segunda etapa se define por el afán taxonómico y la importancia de la observación y reflexión al estilo sydenhamniano que permite individualizar con mayor precisión las dermatosis. Esta etapa es la constitución de la especialidad que viene de la mano de Mercuriale, de Lorry y sobre todo de Plenck, ensalzando la figura de este último como fundador de la dermatología. Olavide añade a esta escuela creada por Plenck, que denomina germánico-inglesa o semiótica, las figuras de Willan y sus continuadores: Bateman, Biett, Gibert, Cazenave y Devergie. En paralelo a la escuela de Willan, Alibert creó en Francia su propia escuela que Olavide denomina la escuela filosófica francesa. La tercera etapa considerada por Olavide es la contemporánea, cuyo mejor representante es la figura de Bazin. La idea que Bazin tenía de la dermatología se apoyaba en dos pilares difíciles de compaginar: por un lado, la concepción constitucional como origen de las dermatosis, y en segundo lugar, la idea del «parasitismo animal y vegetal».
En las lecciones cuarta a séptima de este primer libro, Olavide trata de la estructura anatómica de la piel, de sus funciones y de las distintas clasificaciones de las afecciones cutáneas. En el capítulo sexto incluye su propia clasificación de las dermatosis, aunque de corte claramente baziniano. Las lecciones octava y novena las dedica a las diversas causas de las enfermedades cutáneas. Las lecciones décima y undécima tratan de las lesiones cutáneas elementales, las alteraciones del pelo y las uñas y los síntomas de la piel. Finalmente, en las lecciones 12 y 13 se estudian unas pocas enfermedades concretas.
Las aportaciones originales de Olavide en esta primera obra son casi nulas. El autor tan sólo ofrece una visión de la evolución y la historia de las enfermedades de la piel en la medicina hasta mediados del si-glo XIX y aporta unos conceptos anatómicos, fisiológicos y semiológicos elementales, como en realidad cabe esperar de una obra precisamente «general». Sin embargo, a nuestro modo de ver existen dos motivos que justifican el valor histórico de esta obra: en primer lugar, estas lecciones fueron un medio que Olavide utilizó para reclamar públicamente la apertura a la docencia del Hospital de San Juan de Dios, y segundo, en este texto Olavide asumió un cierto papel de «apóstol» de la concepción constitucional baziniana de la dermatología en España.
Dermatología general y clínica iconográfica de las enfermedades de la piel o dermatosis
Esta obra, sin duda la más importante de Olavide, merece una mención muy especial. Aunque no fue el primer libro de dermatología original de un autor español, ya que los textos de Alfaro (27) y Luciano de Murrieta (28) fueron anteriores, la Dermatología general y clínica iconográfica de las enfermedades de la piel o dermatosis es el texto dermatológico español por excelencia del siglo XIX. Se trata de una obra de gran envergadura. Editada por José Gil Dorregaray, comprende dos volúmenes en formato doble folio (50 * 35 cm), el primero de texto con nueve láminas al final, y el segundo, un atlas de 165 láminas pintadas a mano por José Acevedo y reproducidas en cromolitografía. De esta manera la obra viene a ser un epígono de los grandes atlas de dermatología del siglo XIX, que se inician con los de Willan (1806) y Alibert (1814), y en cuya línea están los de Rayer, Cazenave y otros varios.
Interesa destacar algunas circunstancias de su gestación y de su azarosa edición. Posiblemente Olavide empezó a pensar en su libro desde muy poco después de su incorporación al Hospital de San Juan de Dios en 1861, ya que 14 de las láminas están fechadas en 1866. En el currículum manuscrito que presentó para aspirar a una vacante en la Real Academia Nacional de Medicina, fechado el 23 de marzo de 1870 (29), incluye como uno de sus trabajos un Tratado clínico- iconográfico de enfermedades de la piel, al que presenta como «obra inédita compuesta de un atlas de 80 láminas de tamaño natural (sic), representando casos notables de dermatosis con su observación o historia clínica al pie y de un resumen teórico de la especialidad».
Pero donde nos da interesante información sobre las circunstancias de la publicación es en el prólogo de la obra fechado el 15 de marzo de 1871 (2):
«Estas láminas (fueron) hechas con la única idea de formarme un pequeño museo en mi gabinete porque yo no ignoraba la imposibilidad de publicar, con mis solos recursos, una obra clínica de estas proporciones, y tampoco tenía esperanzas de auxilios oficiales. Debo a la buena amistad de una persona, que citaré más tarde, el impulso que me hizo pedirlos.»
Al final del mismo prólogo desvela quién fue esa persona que le ayudó:
«Por fortuna mía, rige hoy los destinos de las ciencias y las artes en España un ministro de Fomento, tan amante como ninguno del progreso científico... A él en realidad se deberá su publicación. Reciba por ello el Excmo. Sr. D. Ma-nuel Ruiz Zorrilla, que es el ministro a quien aludo, las más seguras pruebas de la eterna gratitud de este oscuro obrero de la ciencia...»
Don Manuel Ruiz Zorrilla (1833-1895) fue un destacado político, vinculado a la Revolución de septiembre de 1868, que destronó a Isabel II. Ya en el Gobierno Provisional fue ministro de Fomento, cartera que entendía, entre otras cosas, de la Instrucción Pública y como tal fue el autor del Decreto de la Libertad de Enseñanza (30), que ya glosamos en un trabajo anterior (31). Se mantuvo en el poder durante los años de los gobiernos provisionales (1868-1870) y los de la monarquía de don Amadeo de Saboya (1871-1872), de quien fue uno de los principales puntales. Se hizo después republicano, aunque no tuvo cargos en la República de 1873, y tras la restauración con Alfonso XII fue expulsado de España por sus actividades como conspirador, que continuó en el exilio. Sólo se apartó de la política y fue autorizado a volver a España pocos meses antes de fallecer, en 1895 (32). En el mismo prólogo, Olavide agradece también la protección de otro personaje, don Juan Valera (1824-1905), bien conocido como novelista, que fue además diplomático y político y era el director general de Instrucción Pública en el Ministerio de Ruiz Zorrilla.
En los archivos de la Real Academia Nacional de Medicina hay por otra parte, constancia de un informe de fecha 3 de marzo de 1871 sobre la Clínica iconográfica de las enfermedades de la piel (sic), a la que considera «un modelo en su género», y «conforme a lo dispuesto en el Real Decreto de 10 de febrero de 1864, informa al Gobierno que... merece todo género de auxilios y recursos que sean necesarios para su publicación» (33). No sabemos si este informe se haría a petición del Gobierno o por iniciativa del propio Olavide, que desde luego no era entonces aún académico. En cualquier caso, la Academia apoyó también por su parte la publicación de la obra con 100 suscripciones.
Pero la inestabilidad política de esos años tormentosos, en que se sucedieron, de 1868 a 1874, revolución, monarquía de don Amadeo, república y restauración de la dinastía borbónica con Alfonso XII, dio al traste pronto con la protección oficial, creándose graves complicaciones en la edición del libro, y a ello se refiere Castelo en su necrología de Olavide (34):
«Fue su obra subvencionada por el Estado a cambio de remitir varios ejemplares al Ministerio de Fomento, y un ministro le suprimió la subvención. Esto paralizó los trabajos, entibió la suscripción, hizo desertar suscriptores, y lo que es peor, como se publicaba por entregas, con la paralización de la tirada se descabalaron ejemplares, principalmente en el Ministerio, y esto originó fáciles sustracciones que os darán la explicación de por qué con frecuencia vemos en las plazas públicas y en las ferias de los pueblos expuestas láminas sueltas de la obra de Olavide, exhibidas como reclamo y para embaucar incautos, en manos de charlatanes, juglares, prestidigitadores y curanderos. Para remate os diré que (aparte de los mil disgustos y sinsabores que tuvo con el editor), los ejemplares que según contrato le correspondieron a Olavide se vio precisado a venderlos a bajo precio a otro editor que se los compró para revenderlos en América, pues en España eran de difícil salida por la poca afición a los estudios dermatológicos y por resultar la obra cara para un país tan pobre.»
Esta compleja obra se editó por entregas a partir de 1871. Tal tipo de edición no era novedoso, ya que algunos años antes, en 1864, José Díaz de Benito había publicado de esta manera un cuidado atlas de enfermedades venéreas (35), ya comentado en un trabajo previo (36). El atlas de Olavide comenzó a publicarse en 1873. No conocemos la fecha exacta en la que se dió por terminado, pero el propio Olavide en uno de sus trabajos reconoce que en 1881 aún estaba publicándose (20). Quizá se completó en ese mismo año. Por las fechas de los casos clínicos, que se expresan en casi todas las láminas, puede verse que los últimos son en su mayoría de los años 1874 (31 casos) y 1875 (18 casos). Hay después otros cinco de 1876, y aún cuatro más, los últimos, de 1878. En varios números de la Revista Especial de Oftalmología, Sifiliografía, Dermatología y Afecciones Urinarias de comienzos de la década de 1880 se insertan anuncios de la obra, aún en fase de publicación:
«Se han publicado 160 entregas de esta obra conteniendo cada una un pliego de impresión en folio mayor y una lámina cromolitografiada en la que se presentan de tamaño natural los notables casos de dermatosis observados en el Hospital de San Juan de Dios.
La obra consta de tres partes perfectamente independientes. La primera, Dermatología general, está ya concluida, y consta de 170 páginas de impresión, tres pliegos de índice analítico y un Atlas de dermatología general, compuesto de nueve láminas (premiada con medalla de progreso en la Exposición de Viena). La segunda, Lecciones clínicas de enfermedades de la piel, está en publicación, y comprende, ya completo, el estudio de las dermatosis parasitarias, y para terminar el de los pseudoexantemas y el estudio comparativo de las lesiones cutáneas. La tercera parte, Altas clínico-iconográfico, comprende, además de las portadas, 165 láminas con su observación clínica, impresas en unas al pie (sic) de la figura y en otras en pliego aparte, y colocadas según la clasificación del autor. Esta parte está concluida y encuadernada.
Se vende en casa del editor, Sr. D. José Gil Dorregaray, Barquillo, 19, segundo, con quien se puede tratar para pagarla en plazos, cuotas mensuales, etc., y en la Administración, Aduana, 26, Madrid.»
Como hemos dicho más arriba, tal como lo conocemos hoy, el libro está presentado en dos volúmenes. El primero, con fecha de edición en 1871, consta de dos partes: la primera, Discurso preliminar, con el subtítulo de Ideas de dermatología general como introducción al estudio de las afecciones de la piel o dermatosis, tiene 170 páginas en las que hay datos históricos, estructura y funciones de la piel y estudio de las lesiones elementales, con un Atlas de dermatología general con nueve láminas, de las que una se dedica a Histología de la piel, siete a las lesiones elementales y otra a Parásitos cutáneos animales y vegetales. La segunda parte, que titula Clínica de las enfermedades de la piel, es a su vez heterogénea. Un primer apartado con fecha de portada de 1873 está dedicado a Lecciones teórico-clínicas sobre las dermatosis parasitarias (seis lecciones con 94 páginas); el segundo, con fecha de 1874, a Lecciones teórico-clínicas sobre las dermatosis pseudoexantemáticas (siete lecciones con 92 páginas), y un tercero, Lecciones teórico-clínicas sobre las dermatosis constitucionales, con fecha ya en 1880 (13 lecciones con 131 páginas), en el que el autor advierte tras su título: «Tomadas taquigráficamente por dos socios del Instituto Taquigráfico Español», aclarando que «por sus muchas ocupaciones, quedan tal como se han pronunciado y sin la corrección necesaria», lo cual es señal de la urgencia que tenía en verlo terminado. Cada una de estas partes tiene además su propia paginación, que curiosamente en la última está en números romanos.
Mucho más importante es el segundo volumen, Atlas, cuya fecha de edición es 1873, con un total de 165 láminas, de las que seis son dobles, representando pacientes de cuerpo entero. Uno de sus principales méritos es que, a diferencia de otros atlas, Olavide no representa enfermedades cutáneas en abstracto, sino casos clínicos, acompañados de su historia, su tratamiento y su evolución, lo que hace que al leerlo estemos viviendo no sólo la patología de la época, sino a menudo, además, muchas de sus circunstancias sociales, y de ello podríamos poner numerosos ejemplos. Las pinturas, hechas siempre al pie del enfermo, nos permiten además atisbar algunos aspectos del arte pictórico del siglo XIX, como, por ejemplo, las posturas y los encuadres de algunas figuras, especialmente las de cuerpo entero, así como detalles de la indumentaria propia de la época. Y desde el punto de vista médico, además de ser una colección de cuadros clínicos que en buena parte son ya sólo históricos, nos incita al interesante ejercicio de comparar los diagnósticos y los tratamientos de Olavide con los que se harían hoy.
Merece por último consignarse que dos de las láminas se refieren no a pacientes, sino a trabajos experimentales: las inoculaciones de un favus a un perro y de un chancro blando a un gallo, que hemos citado más arriba.
En su conjunto, el libro, que fue premiado en la Exposición Universal de París de 1878, significa una obra sin precedentes en su tiempo, y es hoy una lectura deliciosa para nosotros, además de constituir una joya para bibliófilos. Tiene, sin embargo, algunos defectos editoriales: la heterogeneidad del primer volumen, a la que hemos aludido, y algunos errores en la numeración de las láminas, consecuencia seguramente de su publicación en fascículos a lo largo de unos 10 años. El Atlas, además, no está paginado.
Olavide tuvo colaboraciones para su obra. En el aspecto editorial, José Acevedo realizó todos los dibujos sobre el modelo en vivo. Kraus, Soldevilla, Rufflé y el mismo Acevedo elaboraron las cromolitografías y Peiró Rodrigo dibujó las imágenes histológicas de la obra. Las litografías se realizaron en varios talleres de Madrid (Figs. 1, 2, 3, 5 y 6). La impresión la hizo la imprenta de Fortanet. Y en lo científico, de los 165 casos presentados, 23 corresponden a compañeros o amigos: Eusebio Castelo (cuatro), Domingo Pérez Gallego (siete), Taboada, Moisés Sanjuán y José Lacasa, uno cada uno; tuvo además dos colaboradores que podemos calificar de extraordinarios: el doctor Benito Hernando Espinosa, catedrático de Terapéutica entonces en Granada (después lo fue de Madrid), que aporta ocho casos de lepra, que figuran como procedentes «de la Cátedra libre de Dermatología de la Facultad de Medicina de Granada», y cuyas láminas no son de Acevedo, sino de otro pintor, Barrecheguren, del que no tenemos ningún dato, y el doctor Federico Rubio y Galí (1827-1902), uno de los más prestigiosos cirujanos de la época, que, además de firmar la historia clínica de uno de los casos, figura como operador de algunos otros y realiza el estudio histopatológico de varios más (fue uno de los pioneros de la histología en España). Añadiremos que dos de las láminas no son originales, sino tomadas de otros autores: la micosis fungoide, bajo el epígrafe de Pian fungoide, clasificada como Dermatosis, ¿sifilítica exótica? (sic), tomada del libro de Alibert, alegando que es una dematosis «inexistente en España», y la del muermo, del libro de Rayer, quien a su vez la había tomado de Elliot.
FIG. 5.--«Tiña favosa generalizada». La figura corresponde a la Lámina VI del grupo de Dermatosis phyto-parasitarias (sic). Representa un favus que además de su localización en cuero cabelludo, afectaba extensas zonas de la superficie cutánea. El paciente, con una larga evolución, fue visto el 25 de marzo de 1870, procedente de un pueblo «de la Alcarria». Nótese que el encuadre del paciente, su postura y el soporte en que está sentado intentan corresponderse con los cánones neoclásicos de la pintura, vigentes en la época.
FIG. 6.--«Escrofúlide tubérculo-escamosa. Lupus psoriasiforme» (Lámina III del grupo de Dermatosis escrofulosas). Paciente vista en 25-febrero-1874.
FIG. 7.--Caricatura de Olavide por uno de los más afamados caricaturistas de siglo XIX en España, Ramón Cilla. Representa al autor junto a su «Dermatología General y Clínica Iconográfica de las Enfermedades de la Piel o Dermatosis». Se publicó en la revista mEdica humorística «El Doctor Sangredo». El tamaño proporcional del libro no sólo es una distorsión propia de la caricatura, sino que trata de representar el gran porte del mismo (láminas de doble folio). El título del libro es la expresión del impacto que producían las láminas en los profanos.
La Dermatología general y clínica iconográfica.... fue una obra alabada por toda la profesión médica del momento, aunque como hemos visto, pasó por importantes dificultades y estuvo a punto de suspenderse su publicación. De hecho, el completar la edición de esta gran obra le costó a Olavide grandes esfuerzos, disgustos y dinero. A ello se refiere Giné i Partagás en su Dermatología quirúrgica (37), definiéndola como:
«Una obra grande, en todas las acepciones de la palabra, un verdadero monumento científico, tipográfico y artístico, dedicado en España a la dermatología.... La Clínica iconográfica de las enfermedades de la piel, debida a la pluma del doctor D. Eugenio de Olavide, es capaz de satisfacer al más exigente.... Vasta erudición, criterio eminentemente práctico y estilo claro y elegante, que invita a leerle sin interrupción, tales son las cualidades que distinguen a la Clínica iconográfica. Un rico caudal de historias clínicas, escritas al pie de las grandes láminas cromolitográficas, que, en su tamaño natural, representan los casos a que las historias se refieren, acrecienta el interés de la obra... Pero la obra del doctor Olavide (como suele suceder en muchas de las de su clase) marcha con paso lentísimo en su publicación: muchos años han transcurrido desde que recibimos las primeras entregas, y aún, a juzgar por el texto de la última, dista mucho de tocar a su término. No falta quien recele que pueda sobrevenir un quebranto editorial que imposibilite la conclusión. Además esta obra, que no vacilo en calificar de colosal, tiene un precio elevadísimo (179 duros cuestan las entregas hasta hoy día publicadas) y esto la pone fuera del alcance de la fortuna de la inmensa mayoría de los médicos y la hace inasequible a todos los escolares.»
Los 179 duros que dice Giné terminaron siendo 3.980 reales, es decir, 199 duros o 995 pesetas. Para hacernos una idea aproximada de lo que ello podría significar recordaremos que el sueldo del propio Olavide como médico de la Real Casa, cuerpo que hay que suponer «de élite», era en 1868 de 14.000 reales anuales.
Y desde el punto de vista conceptual, Olavide mantiene en su obra sus teorías diatésicas, a las que aludimos ya en otro trabajo anterior, que tuvieron una cierta vigencia sólo en Francia y España, y que en seguida fueron superadas y olvidadas. A ello alude Portillo en 1901 en su necrología de Olavide en la Revista Española de Sifiliografía y Dermatología (38):
«Esta obra, escrita hace más de 20 años, representaba el estado de los conocimientos dermatológicos de la época; seguíanse entonces en casi toda Europa las doctrinas humorales porque no había otras mejores y el libro de Olavide fue célebre. Después, los rápidos e incesantes progresos de la bacteriología y de la anatomía patológica han señalado otro rumbo a la especialidad y otros cimientos más firmes que la inocente creencia en el herpetismo; la obra célebre es hoy anticuada e inadmisible; conserva, no obstante, una celebridad y un mérito indiscutibles, pero siempre con relación a la época en que se escribió.»
Muchos años después la obra, como es lógico, había perdido su interés científico y docente, pero se había convertido en una joya bibliográfica, codiciada por dermatólogos y coleccionistas. En 1933 decían Fernández Gómez y Cubero (39):
«... y las láminas en color de las que presenta Olavide un asombro en su magna obra Atlas de enfermedades de la piel, recompensado con premio de primera clase en la Exposición de París de 1878 y que hoy buscan afanosamente dermatólogos nacionales y extranjeros por su enorme interés cromolitográfico.»
Por otra parte, el libro de Olavide creó una cierta escuela y tuvo alguna influencia en otras obras españolas posteriores, como la ya citada de Giné i Partagás (37) y el álbum de Pérez Ortiz (40), como así lo corroboran Fernández Gómez y Cubero (41):
«En realidad esta afición no arraiga hasta que aparece Olavide en la escena de la cultura dermatológica española. Él, con sus artículos en revistas, con sus monografías, con sus lecciones dermatológicas en la Médico-Quirúrgica y en San Juan de Dios, y sobre todo con la publicación de su asombroso Atlas de enfermedades de la piel, crea una literatura olavideana, y discípulos que difunden la inclinación a esta especialidad por todo el país. Las mismas obras-atlas de Giné y Portagás (sic), Barcelona, 1880, y Pérez Ortiz, Madrid, 1886, muy estimables, muestran una marcada influencia olavideana.»
AFORISMOS Y CONSEJOS
Este grupo de publicaciones incluye dos series de artículos que resultaron una de las producciones más interesantes de Olavide porque en ellos se recoge lo mejor de su experiencia clínica y terapéutica y sus propias reflexiones.
Aforismos de dermatología práctica
Olavide publicó entre 1878 y 1879 una serie de ideas fragmentadas en algunos números de la Revista Especial de Oftalmología, Sifiliografía, Dermatología y Afecciones Urinarias (números 5, 6, 7, 9, 11, 14, 17, 25 y 29). Como era costumbre también los publicó más tarde en tirada aparte, y a esta última nos referiremos (12). El título de Aforismos de dermatología práctica se complementaba con el siguiente subtítulo: Ideas sueltas y en desorden sobre las enfermedades de la piel. Esta serie contiene 257 ideas y pensamientos, cuya extensión varía desde una línea a casi dos páginas. Por el mismo planteamiento, la obra resulta fragmentada y anárquica y, sin embargo, es una obra de gran madurez clínica.
La mayoría de los aforismos se refieren a conductas terapéuticas en las que prima el «sentido común» dermatológico. Así, por ejemplo, los primeros aforismos dicen:
«1. El gran remedio contra las dermatosis agudas es la espectación (sic) prudente.
2. Las dermatosis crónicas deben combatirse con remedios internos y externos. Los primeros servirán para neutralizar la causa íntima del mal, conocida o desconocida, pues por fortuna se saben curar algunas enfermedades cuya naturaleza es un misterio todavía, y servirán además para detener la alteración progresiva de la alteración constitucional, que sostiene o hace reproducir las dermatosis crónicas. Los segundos o tópicos servirán para contener los progresos del mal local, es decir, de la lesión cutánea, síntoma casi siempre de la alteración constitucional.»
En algunas observaciones clínicas Olavide se adelantó a su época; por ejemplo, mucho antes de que Coca definiese el concepto de atopia ligando fenómenos como la dermatitis, rinitis, conjuntivitis y asma, ya comenta Olavide: «El prúrigo y el asma casi siempre están juntos.» En otros aforismos demuestra la importancia de los signos-guía y del sentido común en los diagnósticos diferenciales: «Enfermedad que pica sólo de noche, sarna o urticaria.» En uno de nuestros trabajos anteriores dejamos recogidos algunos otros de sus aforismos (1).
Consejos para el mejor tratamiento de ciertas dermatosis
Casi 10 años después de publicar los «Aforismos...», Olavide publicó en la Revista Clínica de los Hospitales dos nuevas entregas aisladas con sugerencias para el tratamiento de algunas dermatosis (42, 43). Estos consejos son más prácticos, menos conceptuales, que en los aforismos, y la redacción fue prontuaria como en éstos. La «filosofía» de estos consejos la explica el mismo Olavide al comienzo del trabajo (42):
«¿Qué nos queda por hacer, en vista de esto, a los que, hartos del ejercicio de la práctica de la medicina, tenemos, sin embargo, fe en ella y la adoramos como a una buena madre? Pues aconsejar; no tratando de detener ni moderar las elucubraciones de los más jóvenes, sino haciéndoles ver en pocas frases el resultado final de nuestra práctica.../... Influido por esta idea escribo este artículo y tal vez escribiré alguno más, contando con la benevolencia de los lectores y advirtiendo que no trato de enseñar nada nuevo, sino explicar el "modus faciendi" de mi práctica en el tratamiento de algunas dermatosis, sin remontarme a teorías y sin apelar tampoco a hechos concretos u observaciones clínicas aisladas...»
TRADUCCIONES Y PROLOGOS
Refiere López de la Vega, biógrafo de Olavide (7), que en los primeros años de práctica de éste, hacia finales de la década de 1850 o principios de los sesenta, Sánchez Rubio le solicitó la traducción de la obra de Guillot sobre Medicamentos nuevos y de Monard sobre Patología general, aunque lamentablemente no llegaron a ser publicadas. Olavide también prologó las Lecciones clínicas sobre enfermedades de la piel del doctor Guibot (44), traducida al castellano por José Ramón de Torres y José M. Ruiz Barros.
TRABAJOS ATIPICOS
En este apartado incluimos algunos trabajos que por su tema, orientación o intención son difíciles de encuadrar en los grupos anteriores. El ejemplo más ilustrativo es un folleto titulado Tratamiento curativo y preservativo del cólera que Olavide publicó en 1884 (45) durante la grave epidemia de cólera que afectó a España en ese año. El mismo autor explicó la razón de esta extraña publicación en las primeras líneas de dicho trabajo:
«No considerando los modernos al cólera como una enfermedad infecciosa cuyo germen pueda transportarse por el aire a largas distancias, sino atribuyéndola a la implantación directa de una planta microscópica en la mucosa gastrointestinal, es deber mío como representante del laboratorio histoquímico del Hospital de San Juan de Dios, destinado por la Diputación Provincial a este género de estudios y trabajos, aconsejar a todos, los medios profilácticos y, en lo posible, curativos, que pueden emplear para defenderse de la calamidad pública que nos amenaza.»
En este grupo también podría incluirse el opúsculo de su tesis doctoral, que consiste en un discurso médico-filosófico sobre el conocimiento del método didáctico (46).
Señalaremos para finalizar que la prosa de Olavide es elegante, a veces un tanto retórica, como corresponde a su tiempo, pero siempre clara, expresando sus ideas y describiendo las enfermedades y los casos clínicos con una minuciosidad y un realismo que denotan que escribía a la cabecera del enfermo.
En cualquier caso, las contribuciones de Olavide a la dermatología española no fueron sólo todos estos textos, la mayor parte de ellos escritos con unas claves e interpretaciones que hoy nos resultan lejanas. Tanto o más importantes son otras de sus aportaciones, como la creación del primer museo dermatológico español en el Hospital de San Juan de Dios y la de un laboratorio microbiológico e histológico en su propio servicio de dermatología. Ellos serán el tema de la siguiente entrega de esta serie.