Llegué a la dermatología de posgrado a través del doctor Antonio Castro Torres. Fue mi mentor para comenzar la especialización en la Fundación Jiménez Díaz Universidad Autónoma de Madrid, en el año 1974.
Pronto pude disfrutar de una magnífica relación con el maestro en unos tiempos en que ese asunto no era fácil, según el modelo que imperaba.
Fui su primer residente en un servicio pequeño, donde primero aprendí a tratar pacientes y después enfermedades. Fueron 4 años de colaboración que me ayudaron a formarme personal y profesionalmente hacia la dermatología, que ha sido tan importante en mi vida.
Pudimos reencontramos profesionalmente en 2 ocasiones, pero no pudo ser: primero no pude aceptar lo que me ofrecía y después no pudo darme lo que yo pedía. Lo sentimos los 2 sinceramente.
Por ello, en su triste pérdida, quisiera referir el agradecimiento, como primer discípulo de su servicio, que muchos tenemos a su persona y al hombre sencillo, cercano, cabal y trabajador que nos transmitió su enseñanza.
Y trasladar a Matilde y a su familia mucho ánimo y cariño, enviándoles mi mejor energía en el óptimo recuerdo que deja entre sus compañeros.
Desde el afecto y reconocimiento.
¡Hasta siempre Maestro!