Sr. Director:
A la luz del interesante artículo publicado por Macaya et al nos ha parecido oportuno aportar los resultados de un estudio llevado a cabo en nuestra área de influencia1.
Durante el año 2004 se elaboró y difundió de forma conjunta por parte del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol y de representantes de Atención Primaria (AP) una Cartera de Servicios (CS) de Dermatología con el objetivo de racionalizar la oferta de la Atención Especializada (AE) y de reducir las lista de espera. En dicha cartera se recomendaba de forma explícita, entre otros puntos, la restricción en el envío de interconsultas en las que se solicitase el tratamiento de lesiones claramente benignas acrocordones, queratosis seborreicas, nevus dérmicos, puntos rubí y lentigos seniles que no presentasen dudas diagnósticas ni complicaciones. Con vistas a evaluar su implementación, se llevó a cabo un análisis transversal durante los meses de noviembre y diciembre del año 2005, que consistió en la evaluación de las 200 primeras visitas consecutivas dirigidas desde la AP a la AE. Se evaluó, entre otras variables, si el motivo de consulta era considerado como «indicado» o «no indicado», en función de la opinión del dermatólogo que recibía la consulta tomando como referencia la CS previamente consensuada. En su conjunto, 72/200 (36 %) de las primeras visitas evaluadas fueron consideradas «no indicadas» por el dermatólogo. En este grupo, el 72 % (52/72) de las visitas incluían motivos de consulta consensuados como no tributarios de derivación en la CS.
Aun bajo las escasas ambiciones metodológicas de la recogida de datos y sin ningún estudio previo que sirviese como referencia, los resultados permitían sugerir un discreto impacto del consenso y posterior difusión de la CS en el área de referencia, representando las lesiones banales, de prevalencia casi universal, cerca de uno de cada tres motivos de consulta.
Las causas últimas que condicionan la elevada prevalencia de consultas por lesiones banales dentro del Sistema Público de Salud y sus consecuencias a medio y largo plazo sobre la actividad del dermatólogo, son sin duda complejas y merecerían una reflexión más pausada y extensa. Sin embargo, la existencia de esta realidad no sólo no es gratuita, tal y como recuerdan Macaya et al, sino que podría justificar en gran medida las abultadas listas de espera habituales en las consultas ambulatorias de dermatología1. En este punto debe tenerse en cuenta que en el Sistema Público de Salud, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito privado, la provisión de recursos no ocurre de forma proporcional a la demanda, en función de las leyes de mercado, sino bajo el prisma de criterios políticos y de Planes de Salud o de estrategias a medio o a largo plazo2. En estas circunstancias, esta lista de espera, lejos de favorecer al dermatólogo, revierte a menudo en una sobrecarga asistencial exagerada, que limita el tiempo que el profesional debería dedicar a aquellos usuarios realmente enfermos --que deben soportar además una lista de espera distorsionada-- y al desarrollo completo de las diversas vertientes de la especialidad3.
Así las cosas, parece razonable que los dermatólogos revindiquen una restricción razonable del tratamiento de las lesiones cutáneas banales y de prevalencia universal en el Sistema Público de Salud o, si así se considera, una adecuación de los recursos humanos y materiales a la demanda que permitan una asistencia de calidad. En este cometido, además de requerirse un grado suficiente de coherencia y uniformidad entre los profesionales de las distintas comunidades autónomas --la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV) podría ser para ello un marco institucional adecuado de discusión--, sería deseable conocer y manejar indicadores de gestión clínica y contar con el necesario consenso y colaboración con los responsables de AP4.
Todo ello sin entrar a considerar, según se concluye en el trabajo de Macaya et al, el exiguo porcentaje del total de la facturación que recibe el dermatólogo que realiza las visitas, que haría palidecer de envidia al más cicatero de los empresarios del sector privado1.
Agracedimientos
Agradecemos a los Dres. Carlos Ferrándiz y Miquel Ribera la lectura crítica de este texto.