Actualmente, para realizar una búsqueda bibliográfica o incluso obtener un artículo publicado, existen muchos medios, unos gratuitos, otros bajo pago, en ocasiones simbólico; ello hace que se agilice la realización de cualquier búsqueda bibliográfica y se pueda llegar a las revistas o libros más diversos y en ocasiones de difícil acceso hace unos años. Asimismo hoy día, cuando deseamos iniciarnos en la informática, encontramos todo tipo de facilidades y comodidades para poder trabajar sin grandes sobresaltos. Los aparatos son de todo tipo, y se puede elegir el que creemos que va a cumplir nuestras necesidades, traen sistema operativo y multitud de programas instalados o de fácil instalación. Los servicios de asistencia y mantenimiento son múltiples y existen verdaderos profesionales y técnicos dedicados por completo a la informática, y para mayor comodidad existe Internet.
En los años ochenta, cuando comenzamos a madurar el programa de datos bibliográfico, la informática no había hecho aún estragos en las personas jóvenes, aunque muchos comenzaban a introducirse en este mundo con máquinas de juegos como el Spectrum y el Atari. Entre los profesionales de la medicina, de forma personal, comenzaba el interés por la informática y por su posible aplicación en actividades profesionales y en las consultas privadas. En los hospitales sólo existían ordenadores en los departamentos anatomoclínicos, laboratorios o centros de investigación, y en muchas ocasiones eran manejados por personal técnico no médico. Parecía de ciencia-ficción el ver a un clínico manejando un ordenador con fines científicos, y más cuando este era un denominado «portátil» (¡6-10kg de peso!). Algunos teníamos un rudimentario ordenador de sobremesa en casa que en muchas ocasiones era una máquina de escribir inteligente, ya que los programas eran inexistentes y en muchas ocasiones era utilizado por nuestros hijos para juegos denominados «de marcianitos», y que por su simpleza hoy día su uso estaría vetado a mayores de 5 años.
Las prestaciones de estos armatostes entre los años 1981-1984 eran ridículas; los almacenamientos eran de tipo casete, con capacidad de 64k sin disco duro (Amstrad CPC464), o con disquete y capacidad de 128k (ZX-Spectrum y Commodore 64). En muchos casos los disquetes eran de 3,5 o de 5,25, o ambos; el almacenamiento era con frecuencia de tipo magnético, con toda la problemática de seguridad y conservación que esto conllevaba. Es ya a partir de 1984 cuando aparecen los primeros ordenadores con disco duro, en principio de 10MB, y a finales de los ochenta con más de 230MB; son principalmente la gama de IBM PC 8088, 8088XT y los IBM-PS 230, 250, 280 con almacenamiento con tecnología óptica, lo cual suponía que había que cargarlos con 10 o más disqueteras, con todos los problemas que ello acarreaba, junto con precios en muchas ocasiones prohibitivos.
Los microprocesadores (auténticos cerebros de los ordenadores) comienzan a utilizarse entre 1979-1981, fabricados por Intel (Intel 8086, 8088), dando lugar a una evolución vertiginosa de la tecnología informática y más cuando en el año 1993 hace aparición el Intel Pentium, quinta generación de microprocesadores que va evolucionando con los Pentium II y III, IV y V, este último con doble o cuádruple unidad de proceso (Dual Core).
Junto con estos avances del hardware, en los años noventa comienza la aparición de diversos softwares que van a ir popularizando y facilitando la utilización de los ordenadores. Windows abre la puerta a numerosos programas de base de datos, cálculo, escritura, presentación, etc. Nosotros, después de diversas pruebas, escogemos el programa Lotus SmartSuit y de él la base de datos Approach. La elección la realizamos tomando como base su sencillez en el manejo, por ser muy intuitiva y sobre todo porque es una base que admite constantes modificaciones.
Con este «material» nos propusimos realizar una base de datos fácil de manejar, pero que contuviera la mayoría de datos útiles para la realización de búsquedas diversas. En un principio la utilizamos para «organizar» las numerosas películas y discos que teníamos en nuestro domicilio, creamos campos como Título, Actores, Director, País, Duración, Tema, Año, Palabras Clave, etc. Con él podíamos realizar la búsqueda por cada uno de los campos o por varios campos a la vez. Observamos el manejo del programa, así como la facilidad para poder añadir o quitar campos y especialmente las múltiples ventajas para realizar una búsqueda rápida y cómoda. La creación de este «programa» coincidió con mi etapa de bibliotecario de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), por lo que apliqué este mismo programa (con ligeras modificaciones) para los libros existentes en la biblioteca de la AEDV, indexando 536 libros hasta el año 1994. Esta base de datos se dejó en la Academia para que fuera continuada por los posteriores bibliotecarios, pero creemos que cayó en el olvido.
Por esa época, el buscar bibliografía y referencias era dificultoso y se dependía de laboratorios (Industria Farmacéutica) o de algunas bibliotecas de centros sanitarios pocoasequibles, por ello hicimos un proyecto de aplicación de este programa a la Dermatología, y comenzamos con una revista no muy antigua y que estuviera muy ligada a nuestro trabajo habitual (Dermatología Laboral y Dermatitis de Contacto). Elegimos la Contact Dermatitis, pues la teníamos desde el primer número. Esta revista se comenzó a publicar de manera oficial en 1975, y así metimos la primera ficha: «Contact dermatitis at a spinal injuries centre», de Margaret M. Walshe; posteriormente, al encontrar los números anteriores de esta revista, que se denominaba Contact Dermatitis Newsletter, incluimos todos los artículos desde su comienzo en enero de 1967, con el primer artículo de N. Hjorth «Perfume Dermatitis».
Con esta experiencia, y con la satisfacción de los buenos resultados, comenzamos a indexar Actas desde el año 1968, que eran los números de los que disponíamos en nuestra biblioteca del Servicio de Dermatología; una vez comprobadas su eficacia y comodidad para la búsqueda, fuimos más ambiciosos y nos propusimos realizar la indexación de Actas desde el primer número. En esa época era yo el bibliotecario de la Junta Directiva, cuyo presidente era el Profesor Armijo, y ello me facilitó, junto con la valiosa colaboración de la Srta. Milagros de la AEDV, la revisión de todos los números de Actas hasta completar el trabajo.
Fue emocionante introducir el primer trabajo, «Curas con alquitrán de hulla en varias dermatosis», de Juan de Azúa, y ver, al ir introduciendo las diversas fichas, cómo evolucionaba la Dermatología y cómo estos precursores de la Dermatología de principio del siglo xx realizaban diagnósticos certeros y tratamientos sofisticados con los escasos medios existentes, que en muchas ocasiones llevaban a la curación de la enfermedad. En parte este interés nos retrasaba el trabajo, pues muchos artículos eran tan interesantes que nos obligaba a leerlos detenidamente y a observar cómo en muchas ocasiones temas o apartados de la Dermatología que creíamos que se habían descubierto en los últimos años o por autores extranjeros, estaban magníficamente descritos por nuestros antepasados y no se hacía ninguna referencia en nuestras publicaciones.
Para esta labor ingente contamos con la ayuda de médicos dermatólogos residentes que rotaban por el Servicio, destacando principalmente la Dra. Elfida Sánchez, que se encariñó con la tarea de revisar Actas. Las dificultades fueron diversas, especialmente en los artículos de los primeros años, en los cuales los autores sólo firmaban con su primer apellido, o con el segundo, sin poner su nombre en casos muy conocidos como los de Gay Prieto (Gay), Gómez Orbaneja (Orbaneja), Sánchez Covisa (Covisa), etc. Esto nos llevó a corregirlo para dar uniformidad al archivo; las palabras clave no existían, lo que nos obligó a ponerlas y dar cierta agilidad a las búsquedas. Para ello procuramos poner alguna palabra que existiera en el título y luego agrupar en grandes apartados las enfermedades según su etiología. Así creamos los apartados generales de Venéreas, Parasitarias, Tumores, Cáncer, etc., intentando poner un mínimo de 3 o 4 palabras clave. Fue una labor dura, en ocasiones tediosa, pero que yo aconsejaría a todo dermatólogo joven, pues además de conocer la historia de la Dermatología española a través de los múltiples trabajos realizados, se obtiene una valoración científica de nuestros antepasados, que con mucha frecuencia se olvida citar en las numerosa publicaciones de carácter internacional que se realizan en nuestro país.
Con todo ello, después de dos años de trabajo intenso contábamos con una base de datos importante que fue pronto conocida por numerosos dermatólogos, los cuales nos pedían búsqueda tanto por trabajos (para publicaciones) como por autores (para currículo). Debemos destacar en esa época al Dr. Sánchez Yus y al Dr. Requena, los cuales, mientras dirigían Actas, cada vez que recibían un trabajo en el que no se hiciera mención a trabajos publicados en Actas, me pedían una búsqueda y, si se encontraba algún trabajo no referenciado, devolvían el trabajo al autor para que se incluyese.
En 1992 se recogían unas 7.500 referencias; el programa continuó hasta el 2007, en que se recogieron unas 9.200 referencias. Hay que indicar que también se recogieron todos los artículos desde el inicio de Medicina Cutánea y de Piel, y que en total en el año 2007 el programa contaba con 13.802 referencias.
El programa tuvo éxito, por lo que a través de la AEDV la editorial Masson, que editaba en esa época Actas, me pidió que se le cediera el programa para uso de la editorial y de los académicos; en compensación nos obsequió con un ordenador portátil para que pudiéramos, de forma más sencilla, poder desplazarnos con él a la sede de la AEDV y seguir poniendo al día el DERMABASE, que fue como se denominó el programa. Dicho programa está hoy día incluido en la página web de la AEDV para realizar todo tipo de búsquedas anteriores a 1999.
Este «programa» bibliográfico lo extendimos a otras revistas, como Medicina del Trabajo, además del Contact Dermatitis y Dermatitis hasta el año 2007, en el que se tenían más de 20.000 artículos indexados.
Asimismo aplicamos una variación de este programa para realizar nuestra base de datos para el Servicio de Dermatología Laboral incluyendo un mayor número de campos (58) y formas de búsqueda más complejas.
Para nosotros es una gran satisfacción que un programa que en un principio estaba destinado a nuestro ocio y sin fines científicos, después de algunas modificaciones, tenga utilidad científica y haya podido ser utilizado para la búsqueda bibliográfica dentro del entorno de la AEDV.