Una mujer de 59 años acude a consulta de dermatología. Desde hace unos 4 años ha notado una pérdida de cabello manifestada por el retroceso de la línea frontotemporal, a modo de diadema, que la obliga a peinados sofisticados para disimularla. De forma simultánea y paulatina ha ido perdiendo los pelos de las cejas que se maquilla a diario. Hasta el momento de la visita se ha tratado de forma anárquica con vitaminas orales, champús de tratamiento para la alopecia, y ampollas revitalizadoras prescritas en la peluquería (fig. 1).
En la exploración se objetivan las características clínicas típicas de la alopecia frontal fibrosante, una alopecia cicatricial primaria adquirida descrita por Kossard en 1994: retroceso de la línea de implantación frontotemporal del cabello y alopecia de las cejas. No tenía afectación de vello corporal ni pápulas faciales. Se cumplían igualmente a la hora de evaluar el diagnóstico los datos epidemiológicos habituales aunque no exclusivos, como el sexo femenino y la edad posmenopáusica. La paciente no padecía enfermedad de otro tipo ni cambios analíticos sanguíneos, incluyendo estudio inmunitario, de interés.
Junto a estos datos encontramos un signo recientemente descrito y escasamente publicado, como es la depresión de las venas frontales que en esta paciente, era sumamente llamativo. En la actualidad se desconoce el papel que puede representar en la enfermedad este dato clínico, constituyendo por el momento un elemento clínico más a la hora de establecer un diagnóstico.