El tiempo detenido
Una de las mejores y más difíciles cosas de la vida es conseguir conciliar el trabajo con el placer. Cantantes, actores de teatro, escritores, se sienten afortunados por esa, casi excelsa, conjunción. Naturalmente, las profesiones de servicio y el médico es un servidor de la comunidad se mire como se mire lo tienen más difícil. A menudo hay que ocupar con constancia y espíritu de sacrificio el espacio que debiera ser de satisfacción y agrado. Pero nuestro dermatólogo protagonista del Rincón del Arte de hoy, Miquel Ribera Pibernat, parece que lo ha conseguido.
A su vocación profesional que cumple con rigurosidad y entusiasmo, se une un arte, el de la fotografía, compañero de viaje insustituible ya en su trayectoria. A juzgar por el amor que Miquel profesa a la técnica de grabar imágenes fijas sobre una superficie de material sensible, estoy segura que prefiere emplear para ella otra definición sentimentalmente más expresiva: escribir con luz. El origen de la palabra, del griego φοσ phos, luz, y γραφισ grafis escribir, invoca ese idealista significado.
La fotografía ha constituido desde sus inicios un medio de gran utilidad en la investigación científica, permitiendo registrar por ejemplo, aspectos clínicos de curso rápido que se perderían en el olvido, o aquellos que acaecen a escala microscópica, y que de esta forma, quedan ampliados e inmortalizados en el mundo real del ojo sencillo. Pero junto al provecho profesional que produce, del que se benefician los pacientes y el resto de la comunidad científica, aparece el valor añadido del arte.
El fotógrafo-artista conoce más, consigue más, disfruta más que el simple técnico. Sabe leer el lenguaje cifrado de la fotografía, como si ante sus ojos no tuviese una imagen, sino las mil palabras que por lo menos vale. Lee lo que ve, lee lo que no se ve y el autor quiso decir con esa ausencia. Tan importante es lo que se expone, como lo que se oculta. Tan llamativo lo explícito como lo insinuado. Tan protagonista la figura central como el paisaje que la acoge.
Miquel lo siente, lo interioriza, y, una vez seducido el científico, el artista se ha hecho fuerte. La fotografía es ya para él, algo más que la mera representación de la realidad. Es el placer de la belleza aprisionada, del sentimiento inmortalizado, del instante hecho eterno.
Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos porque siempre la belleza subsiste en el recuerdo.
(W. Wordsworth) (En la película «El esplendor en la hierba»).
Cuando Miquel Ribera Pibernat hace fotos, aprisiona la belleza, inmortaliza el sentimiento, eterniza el instante. ¿No es acaso ésta una tímida forma de divinidad?