La ecografía cutánea es una herramienta diagnóstica, basada en la emisión de ondas de ultrasonidos mediante un transductor, y la generación de imágenes a partir de las ondas acústicas reflejadas. La ecografía dermatológica difiere de la convencional en algunos aspectos técnicos. Cambia la forma de sostener la sonda, y se emplea una gruesa capa de gel ecográfico que separa la sonda y la superficie cutánea, permitiéndonos valorar correctamente la epidermis y la vascularización dérmica.
Los artefactos son imágenes ecográficas que no se corresponden con estructuras biológicas existentes. Se deben a fenómenos físicos que tienen lugar durante la generación de las imágenes y, por lo tanto, son artificiales. Estos artefactos pueden facilitar el diagnóstico, como en el caso de la sombra o del refuerzo acústico posterior.
Si no somos cuidadosos en la distribución uniforme del gel ecográfico sobre la superficie cutánea, podemos generar burbujas de aire en el gel (fig. 1a). Las burbujas de aire de mayor diámetro dan lugar a un artefacto hiperecogénico brillante, con reverberaciones laterales y una sombra ecogénica posterior que hemos denominado artefacto en «paraguas» (fig. 1b). Este artefacto no permite valorar correctamente la superficie cutánea, resultando fundamental que el operador minimice la presencia de estas burbujas movilizando adecuadamente los depósitos de gel.