En las dos últimas décadas las editoriales de revistas médicas han subido sus cuotas de suscripción de forma desproporcionada y muy por encima del incremento de la inflación1-4. Este aumento ha sido más acusado en las suscripciones institucionales que en las particulares, y a pesar de que el auge del formato electrónico ha supuesto una considerable reducción en los costes de producción y distribución, ello no se ha traducido en una reducción de las cuotas de suscripción5.
Año tras año las bibliotecas hospitalarias ven congelado o reducido su presupuesto, mientras los grandes grupos editoriales aumentan su poder y se comportan como auténticos dominadores de un mercado casi monopolista, que se convierte en terreno abonado para la subida indiscriminada de precios5.
En un intento de controlar el gasto las bibliotecas hospitalarias se agrupan y negocian con las editoriales el acceso electrónico a un determinado grupo de revistas, obteniendo precios más contenidos.
Para conocer con más detalle los entresijos del mundo editorial científico recomendamos la lectura de los artículos referenciados en la bibliografía, muy en particular el de Hafner1.
Sean cuales sean las causas, y como consecuencia de este incremento en el precio de las suscripciones, hemos empezado a ver desaparecer de las bibliotecas hospitalarias determinadas revistas médicas en su formato papel para ser sustituidas exclusivamente por su versión electrónica (on line).
A parte del tinte melancólico que ello pueda tener se plantean una serie de cuestiones sobre las que es conveniente reflexionar.
Las revistas médicas han sido y siguen siendo la fuente principal para la obtención de información médica, por encima de la consulta con colegas, las reuniones de profesionales, los cursos de formación continuada y la información facilitada por los representantes farmacéuticos2. Tradicionalmente el profesional recurría a la revista médica con dos objetivos fundamentales: el estudio de casos nuevos descritos por otros colegas, para así adelantarse a un potencial enfermo afectado de la misma enfermedad (estudio prospectivo o futuro) y, a su vez, para conocer de forma retrospectiva el diagnóstico, pronóstico y/o tratamiento de una determinada condición que afectase a un enfermo ya valorado (estudio retrospectivo o pasado).
Resulta innegable que el formato electrónico ha supuesto una revolución para el estudio retrospectivo y tiene importantes ventajas con respecto al formato tradicional en papel (tabla 1).
En cambio, el formato electrónico puede no resultar de igual utilidad en el estudio prospectivo y, de hecho, puede ir incluso en su detrimento.
En el artículo publicado por Sathe6, en el que se comparan distintos parámetros de lectura entre los lectores de revistas científicas en versión electrónica frente a los lectores en formato papel, se pone de manifiesto que las revistas en formato electrónico se ojean mucho menos que las de formato papel. De hecho, el 32 % de los que consultaban la versión en papel ojeaba el índice, mientras que en el caso de la versión electrónica esto sólo se producía en el 6 %.
La forma en que se ojea la revista en formato electrónico es distinta, entre otros motivos porque en ésta los resúmenes no incluyen las fotografías, y es excepcional que el lector se descargue todos los artículos completos sólo para ojearlos, puesto que el trabajo que conlleva es considerable y el tiempo a invertir muy elevado (por no mencionar la cantidad de papel y tinta que supuestamente se ahorra con el formato electrónico).
Generalmente el profesional ojea los resúmenes o abstracts de la revista electrónica e imprime aquellos artículos que le interesan, pero rara vez lee el texto completo del artículo electrónico en la pantalla del ordenador.
Las revistas dermatológicas, además, tienen una particularidad importante que apenas se da en otras especialidades: la fotografía. Ésta suele acompañar al texto y tiene tanto o más valor que el propio texto. La calidad de la misma es fundamental para atestiguar el caso y para que, a su vez, el lector sea capaz de integrar visualmente las lesiones y así reconocerlas luego en otro paciente. Con el formato electrónico las imágenes se visualizan bien en la pantalla del ordenador a una resolución pequeña (en caso contrario ocuparían muchos bytes y no serían adecuadas para su descarga), bien se imprimen en blanco y negro y con una resolución baja, puesto que el original tiene una calidad pobre y las impresoras que se emplean no suelen ser de altas prestaciones.
Sin embargo, cuando se ojea la revista en formato papel se visualizan las fotos y éstas pueden ejercer de reclamo hacia un determinado artículo, por ejemplo porque reconozcamos las lesiones de un enfermo visto con anterioridad que esté sin diagnosticar.
Otro añadido del formato en papel es que con relativa frecuencia induce a la lectura de otros artículos cuyo resumen no parecía inicialmente interesante, pero que por estar en el mismo volumen/número de la revista acaban siendo leídos y pueden resultar muy reveladores. Con la revista electrónica esta posibilidad es prácticamente inexistente.
Las diferencias en los patrones de lectura de las revistas en uno y otro formato son la causa por la que pensamos que ambos sistemas son complementarios7. El formato electrónico es un arma muy potente y de gran ayuda, pero el formato en papel sigue resultando de mayor utilidad para el estudio prospectivo, y de hecho sigue siendo el formato preferido por aquellos colectivos a los que se les pregunta sobre sus preferencias2,4,7,8.
Si como parece la tendencia es hacia la desaparición del formato en papel está claro que deberemos plantearnos otros métodos de lectura de las revistas en formato electrónico; en caso contrario perderíamos uno de los grandes potenciales de las revistas científicas: el estudio prospectivo.
Quizás tendremos que empezar a ojearlas de forma más exhaustiva y no sólo emplearlas para descargar e imprimir el artículo que nos interesa, y asimismo exigir a las editoriales que la resolución de las imágenes sea mayor, sobre todo en las revistas dermatológicas, en las que tanta importancia tiene la fotografía.
Finalmente apuntar que algunas bibliotecas americanas ya han tenido que reconocer su error y volver a recuperar la suscripción en papel de algunas revistas científicas que habían cancelado9. Sería bueno poder aprender de las equivocaciones y rectificaciones de aquellos que van por delante, y así evitar cometer sus mismos errores.
Conflicto de intereses
Declaramos no tener ningún conflicto de intereses.
Correspondencia:
Leo Barco Nebreda.
Servicio de Dermatología.
Hospital de Poniente.
Crta. de Almerimar, s/n.
04700 El Ejido. Almería.
leobarco@yahoo.com.