Henri Becquerel descubrió la radioactividad. El primer elemento radioactivo, el radio, fue aislado por Marie y Pierre Curie. Por este hallazgo fueron galardonados con el premio Nobel de Física en 19031.
Aunque la radioactividad ha permitido grandes logros médicos, en nuestro campo sin ir más lejos ha permitido el tratamiento eficiente de algunos cánceres cutáneos, es necesario protegerse adecuadamente para evitar sus efectos secundarios2.
La idea de la protección para evitar estos efectos dañinos hoy nos parece algo totalmente asumido por la sociedad, pero no ocurría lo mismo en los años que siguieron a su descubrimiento.
ObjetivoEl objetivo del presente artículo es el de ilustrar este desconocimiento. Por ello, hemos creído interesante aportar dos historias que nos muestran las consecuencias del desconocimiento y de un afán de enriquecimiento poco escrupuloso que tuvieron el empleo de elementos radioactivos en distintos productos durante el primer tercio del siglo XX.
ComentarioLa primera se desarrolló a principios del siglo XX. Durante la Primera Guerra Mundial se multiplicaron las empresas dedicadas a la fabricación de relojes con esferas luminosas que resultaban muy útiles para los soldados combatientes. Esta luminosidad se conseguía tras aplicar una pintura que contenía radio. Con el fin de aumentar la precisión en la aplicación del producto, las operarias chupaban la punta del pincel, absorbiendo pequeñas cantidades de radio. Al cabo de una media de cinco años, algunas trabajadoras empezaron a sufrir fracturas sin traumas previos y sarcomas muy agresivos en distintas localizaciones. Tras muchos años de lucha, se consiguió demostrar que la causa de dichos trastornos era el contenido radioactivo de la pintura3.
La segunda historia se refiere al uso del radio en múltiples productos, fundamentalmente cosméticos empleados durante la década de los años 30 del siglo pasado basándose en las supuestas propiedades curativas y en el aporte de luminosidad cutánea de los elementos radioactivos4,5.
Algunas empresas dedicadas a la cosmética incluyeron en sus productos materiales radioactivos, prometiendo con su empleo, una belleza «radiante», casi milagrosa, avalada por falsos estudios científicos.
Con esta idea en mente se crearon laboratorios como Tho-Radia, Radior, Artes o Ramey.
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THO-RADIA fue la empresa más conocida. Fundada en 1932 por un médico, que a pesar de llamarse Alfred Curie no tenía relación alguna con los descubridores del radio, y un farmacéutico llamado Alexis Moussalli6,7. Fabricaron distintos tipos de cosméticos, crema, polvos, lápices labiales, pasta de dientes, brillantina, que según constaba en los envases contenían radio y torio (fig. 1). A pesar de todo, la empresa no se clausuró hasta 1962.
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RADIOR fue una industria londinense que destacaba en la publicidad de sus productos que quien los usase no necesitarían ningún tratamiento quirúrgico para resaltar su belleza (fig. 2).
- 3.
ARTES fue un laboratorio inglés que afirmaba que su crema hidratante aseguraba una belleza y juventud radiantes.
- 4.
RAMEY fue una empresa francesa fabricante de una crema que prometía un efecto antienvejecimiento y una regeneración epidérmica (fig. 3).
No hemos encontrado referencias a productos similares fabricados o comercializados en España, pero no podemos descartar que fueran importados desde otros países productores.
Desconocemos si realmente los cosméticos contenían los ingredientes radioactivos que decían tener, incluso se duda de la legalidad de los certificados aportados por los fabricantes7.
Además, es difícil imaginar cómo se podían manipular los productos radioactivos con los medios disponibles en aquellos años en los que no existían las normas de seguridad que hoy en día son obligatorias en la industria cosmética8-9.
ConclusionesEsta historia puede hacernos reflexionar acerca de lo que se ha llegado a realizar en nombre de la belleza ideal y de lo importante que ha sido para la salud la existencia de normas que logren que la elaboración de los cosméticos sea un proceso bastante más seguro que lo que ocurría en otros tiempos.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener conflicto de intereses.