Podemos encontrar abundante documentación publicada sobre la evolución de la tinea capitis (TC) en España, tanto en su incidencia como en su etiología, formas clínicas y manejo terapéutico. Si en el siglo xix adoptó carácter de epidemia, con predominio de dermatofitos antropofílicos, tras la aparición de la griseofulvina su incidencia descendió y se produjo un viraje etiológico hacia un predominio de los dermatofitos zoofílicos. Aunque hoy en día su incidencia real es desconocida en nuestro medio, la TC sigue siendo un problema de salud pública y su evolución continúa produciéndose, pudiendo apreciarse una mayor diversidad de especies y fundamentalmente un nuevo aumento de los dermatofitos antropofílicos, especialmente en relación con la inmigración. Así, si no se incide en su correcto diagnóstico, tratamiento y profilaxis, su prevalencia puede volver a aumentar alcanzando proporciones de epidemia en un futuro próximo.
Considerable information is available on the changing incidence, etiology, clinical forms and management of tinea capitis in Spain. While the condition became epidemic during the 19th century, when it was predominantly caused by anthropophilic dermatophytes, the incidence fell with the advent of treatment with griseofulvin, after which zoophilic dermatophytes became the main etiologic agents. Although the true incidence of tinea capitis in Spain today is unknown, the condition continues to be a public health problem. Ongoing changes are evident in the greater diversity of pathogenic species identified and a renewed increase in anthropophilic dermatophytes, especially associated with immigration. Consequently, unless action is taken to correctly diagnose, treat, and prevent this infection, its prevalence may once again reach epidemic proportions in the near future.
La distribución de las diferentes dermatofitosis (infecciones por dermatofitos, tiñas), sus características clínicas y las especies de dermatofitos causales de las mismas varían según el área geográfica estudiada, e incluso a lo largo del tiempo en una misma área geográfica1–14. Aquí influyen una gran variedad de factores, principalmente climáticos (humedad, temperatura), de orden socioeconómico (flujos migratorios poblacionales, hábitos de higiene, guerras, acceso a medios sanitarios…) y terapéuticos (tratamientos instituidos no específicos, carencia de tratamientos efectivos, nuevos tratamientos…)1,3,9,10,12,15.
Estas variaciones deben ser estudiadas y tenidas en cuenta. Así, aunque el tratamiento racional de las dermatofitosis debe basarse ineludiblemente en el diagnóstico etiológico, fundamentado en el examen directo y el cultivo16, en los casos en que por sus características (lesiones inflamatorias, sintomáticas, posible contagiosidad) sea conveniente comenzar con el tratamiento de forma empírica, el conocimiento de la epidemiología de las dermatofitosis en nuestra propia área sanitaria (tanto para dermatólogos como para médicos de atención primaria) facilitará la elección del tratamiento y las medidas higiénico-dietéticas a adoptar más oportunas en cada caso17, que también serán variables. Por todo ello es necesario realizar en cada zona estudios epidemiológicos periódicos al respecto9,18.
En España diferentes estudios han procurado recoger y analizar estos datos epidemiológicos desde una perspectiva1,4,7–10,12,19–31 regional6,32,33 e incluso nacional2,5,6,18,34,35, aunque la mayoría de estos estudios recogen datos por periodos de tiempo relativamente cortos, habitualmente de uno o pocos años9,10,17,18,20,22–25,27–30,33, salvo honrosas excepciones1,6–8,19. La mayoría de estos trabajos son además estudios retrospectivos realizados en poblaciones seleccionadas con trastornos dermatológicos. Tan solo existen dos estudios prospectivos nacionales que buscan obtener la incidencia de tinea capitis en niños29,30, ambos realizados en áreas urbanas de gran inmigración (siendo por tanto representativos de solo algunas áreas de este país, existiendo por tanto un sesgo de selección), obteniéndose una incidencia de 0,23 y 0,64% respectivamente. Además merecen reconocimiento varios grandes trabajos nacionales que analizan la evolución de las dermatofitosis a lo largo del tiempo en nuestro país, hasta finales del siglo xx, mediante el análisis y la revisión de otros trabajos publicados a lo largo de muchos años. Buen ejemplo de esto son los excelentes trabajos de Crespo et al.2 de 1999 y Pereiro et al.34 de 1996.
La tiña del cuero cabelludo (tinea capitis [TC]) corresponde a la infección del cuero cabelludo provocada por dermatofitos del género Microsporum y Trichophyton3,31,36. Es habitualmente producida en la infancia, donde aún en la actualidad sigue siendo considerada la micosis más frecuente, siendo relativamente rara —aunque no excepcional— entre los adultos3,17,36, afectando entre estos con mayor frecuencia a mujeres perimenopáusicas o ancianas, y su evolución a lo largo de los últimos siglos en España ha sido evidente, como ahora veremos. A pesar de ello, muy pocos estudios nacionales están centrados en las TC17,19,30,37. La TC se convirtió durante el siglo xix en gran parte de Europa (incluida España) en un problema de salud pública de gran trascendencia y con carácter de epidemia3,19,38. Existía entonces un predominio de especies antropofílicas causales: M. audouinii, T. schonleinii, T. violaceum y T. tonsurans, tanto en la mayor parte de España como en el resto del Oeste de Europa y el área mediterránea2,3,34. Era entonces especialmente frecuente un tipo peculiar de TC inflamatoria, la tiña fávica, o favus3, producida principalmente por T. schoenlinii5. A mediados del siglo xx la introducción de la griseofulvina y las mejores condiciones higiénicas produjeron un importante descenso en el número de casos de TC3,7,38 a expensas fundamentalmente de un gran descenso de las tiñas antropofílicas, produciéndose la práctica desaparición de los agentes de tiñas favosas (T. schonleinii) y determinadas tiñas microspóricas (las causadas fundamentalmente por M. audouinii), así como un importante descenso en determinados dermatofitos causales de TC tricofítica (T. tonsurans y T. violaceum). De esta forma lograron subyugarse los brotes epidémicos escolares originados por el contagio de dermatofitos antropofílicos tan habituales previamente. Estos agentes fueron entonces sustituidos (tanto en España como en el resto de Europa) por especies zoofílicas (M. canis y T. mentagrophytes var. mentagrophytes fundamentalmente)6,17,19.Entre las causas de dicho viraje hacia un predominio de dermatofitos zoofílicos se postulan además factores socioeconómicos, al multiplicarse la presencia de animales domésticos en las ciudades: de hecho, el dermatofito más aislado en la mayor parte de casos de TC en España hasta comienzos del siglo xxi ha sido M. canis6–9,17–20,22,27,32–34,39,40, radicando la fuente de contagio habitualmente en gatos y perros cuando pudo desvelarse, los cuales frecuentemente originan contagios en varios miembros de una misma familia14,17,19. De hecho, M. canis es aún considerado el dermatofito más frecuentemente aislado en casos de TC en el mundo3, siendo además el más aislado en Europa36, especialmente en el área mediterránea (Italia, Croacia, Grecia…). T. mentagrophytes (variedad mentagrophytes) fue en la mayoría de estudios nacionales1,6,7,9,17,19,32 la segunda especie en frecuencia, incluyendo en nuestra serie (en la que fue además la primera entre los casos de TC inflamatoria)1, y este se asocia fundamentalmente al contacto con conejos17,26,28,39. A pesar de esto, parece estar produciéndose en la actualidad un nuevo viraje hacia un predominio de tiñas antropofílicas en Europa, fundamentalmente en las zonas urbanas con mucha inmigración (especialmente desde África) 17,19,36,41–43, destacando el incremento de los casos provocados por T. tonsurans, apreciable en países como el Reino Unido12,42,44–46, Irlanda12 u Holanda47 y en ciudades como París19, siendo T. violaceum por su parte el dermatofito más aislado entre los casos de diferentes estudios de TC en Turquía48, Rotterdam49 y Estocolmo50. También destaca el incremento de casos causados por otros dermatofitos antropofílicos como son T. soudanense en Francia, Alemania y Bélgica36,41, y M. audouinii en Francia51, Reino Unido36 y Bélgica41.Lo mismo ocurre en España, donde desde los últimos años del siglo xx se está apreciando en algunas áreas (habitualmente con una importante población inmigrante) un nuevo incremento de casos de TC originados por dermatofitos antropofílicos1,8,30. Así, T. tonsurans fue ya aislado de forma relativamente frecuente en casos de TC en estudios realizados en Madrid8, donde llegó a ser el dermatofito más aislado en un estudio prospectivo30, y aunque con menor frecuencia, también fue aislado en otras áreas como Málaga1, Cádiz4 o Santiago de Compostela17. Igualmente T. violaceum fue muy frecuentemente aislado entre los casos de TC de estudios recientes de Barcelona21 o Madrid8 y fue el dermatofito antropofílico más aislado en otro estudio en Málaga1. Este dermatofito está muy ligado a la inmigración procedente del Norte de África52. También en los últimos años se ha objetivado un ligero aumento de los casos de TC causados por especies antropofílicas consideradas raras en nuestro medio como T. soudanense en Santiago de Compostela17,34,53, Málaga1, Cádiz4, Zaragoza19 o Madrid8, o como M. audouinii en Madrid8 o Zaragoza19.Este aumento de las infecciones antropofílicas debe constituir una causa de preocupación36, al conllevar un aumento de la prevalencia de la TC en las escuelas y epidemias familiares asociadas.
Así como han evolucionando los agentes causales de la TC, el tipo de presentación clínica predominante también ha variado en consecuencia: así, cuando existe predominio de dermatofitos zoofílicos es más frecuente la existencia de tiñas microspóricas, a menudo inflamatorias, presentándose habitualmente como placas alopécicas únicas o escasas y con parasitación del pelo ectothrix (esporas por fuera de la vaina del pelo). En cambio, cuando el predominio es antropofílico encontraremos habitualmente tiñas tricofíticas, no inflamatorias, «de puntos negros», presentándose generalmente como múltiples placas alopécicas irregulares que en el examen directo presentan una parasitación del pelo endothrix (esporas dentro de la vaina externa del pelo). Además, a principios del siglo xx eran comunes las tiñas fávicas, una forma de TC inflamatoria caracterizada por la presencia de costras amarillas de aspecto melicérico elevadas en forma de «cazoleta» alrededor de los folículos pilosos, siendo dichas costras altamente contagiosas, si bien estas son hoy en día prácticamente inexistentes en nuestro medio.Debemos tener además en cuenta la posibilidad de contactos cercanos que son portadores pauci o asintomáticos, más aún en aquellos casos provocados por dermatofitos antropofílicos, por su alta contagiosidad, y que podrían explicar el incremento de TC de esta etiología en áreas urbanas, dificultando la erradicación de la TC3,30,40,41,54.También existe una evolución de los métodos diagnósticos, y se han ido desarrollando nuevos procedimientos de utilidad como la dermatoscopia, destacando la recientemente descrita imagen de «pelos en forma de coma»55. A pesar de ello es necesario recordar que el diagnóstico de confirmación sigue basándose en examen directo y cultivo, que deben realizarse siempre ante la sospecha de una TC, ya que el examen directo puede orientarnos —según el tipo de parasitación del pelo— a la etiología de la TC (y por tanto al tratamiento específico a seguir), mientras que mediante los cultivos podremos averiguar si el dermatofito es zoofílico, geofílico o antropofílico y, por tanto, determinar las medidas profilácticas19 y terapéuticas36 a adoptar.Igualmente, el tratamiento a lo largo de todo este tiempo también ha variado, siendo el tratamiento de elección de la TC en niños (y único aprobado para ello por la FDA) la griseofulvina oral54,56–59, desde que en 1958 Williams y Marten documentaron su eficacia. Este descubrimiento originó, como ya comentamos previamente, una reducción significativa de las epidemias, y posibilitó además el poder abandonar los tratamientos hasta entonces utilizados, que incluían el uso de los rayos X para depilación —tal y como había sido propuesto por Sabouraud desde finales del siglo xix—, así como el uso del acetato de talio y la depilación mecánica. Como ya es conocido, aunque las dosis y duración del tratamiento son variables según el paciente59,60, actualmente se recomienda el uso de griseofulvina (comprimidos) con dosis de 25-30mg/kg/día (hasta 1g/día en adultos), ya que las dosis indicadas en ficha técnica (10-20mg/kg/día) suelen ser insuficientes, al corresponderse con las indicadas para el uso de la forma ultramicronizada de la griseofulvina, y no para la micronizada, que es la disponible en España56. La duración del tratamiento suele variar entre 6 y 12 semanas, dependiendo fundamentalmente del agente causal59; así por ejemplo T. tonsurans puede requerir tratamientos más largos, y cada vez parece haber más casos de resistencia de este dermatofito a la griseofulvina59.Otra posibilidad, también de eficacia reconocida, es el uso de terbinafina60–63 (comprimidos de 250mg, uno al día en adultos) cuya dosis se ajustará en niños en función del peso (>40kg: un comprimido/día, 20-40kg: medio comprimido/día, <20kg: un cuarto de comprimido/día). Aunque esta parece ser a menudo ineficaz en las tiñas causadas por M. canis y M. audouinii16,63, tiene menos interacciones medicamentosas y puede ser útil ante la sospecha de resistencias a griseofulvina59. Igualmente la duración del tratamiento es variable según el dermatofito causal, recomendándose su uso por 2-4 semanas para Trichophyton y 8-12 semanas para Microsporum.Así, ante la sospecha de encontrarnos ante una tiña microspórica debería optarse por la griseofulvina56,60; en cambio, en los casos en que se sospeche una infección por Trichophyton, ante sospecha de resistencias a griseofulvina o en adultos polimedicados la terbinafina debe ser el tratamiento de primera elección56,59–61, ya que siendo al menos tan efectiva y segura en estos casos como la griseofulvina, además presenta una acción habitualmente más rápida, posibilita un tratamiento más corto y tiene menos interacciones medicamentosas.Otras opciones, aunque menos aceptadas, y de coste mucho mayor al de la griseofulvina serían el uso de itraconazol54,58,64, ketoconazol65 o fluconazol56,66.Los antifúngicos tópicos serían sólo útiles como tratamiento adyuvante56, habiendo demostrado su eficacia reduciendo la contagiosidad, la posibilidad de reinfección y acortando el tiempo para la curación.En el caso de las tiñas inflamatorias, debido al elevado riesgo de desarrollo de alopecia cicatricial, debemos recordar que es fundamental el inicio rápido del tratamiento, siendo útiles los mismos fármacos ya comentados y a dosis similares, aunque además se ha propugnado por algunos autores el uso de antiinflamatorios concomitantemente, de forma intralesional en procesos localizados o por vía sistémica cuando la afectación es difusa, generalmente con prednisona a dosis de 1mg/kg/día durante una a dos semanas3. Los antibióticos orales tan solo serían necesarios si existiese sobreinfección bacteriana.Respecto a las medidas profilácticas a adoptar, según estudios recientes, no sería necesario que los niños dejen de asistir al colegio mientras estén en tratamiento, y más aún en el caso de los niños mayores54,57, si bien esto aún es controvertido41, ya que el contacto en la escuela es probablemente el factor independiente más importante en la rápida diseminación de la TC (respecto a las tiñas antropofílicas).Asimismo, como comentamos previamente, se debe tener en cuenta la posibilidad de contactos cercanos que son portadores pauci o asintomáticos, más aún en aquellos casos provocados por dermatofitos antropofílicos, por su alta contagiosidad59. Debe realizarse cultivo de estos, y aunque su tratamiento no está bien establecido, podría ser suficiente el uso de champús antifúngicos3,9,30,41,67,68.Por otro lado, para reducir contaminaciones en las familias41, ante la sospecha de la existencia de un dermatofito antropofílico sería importante explicar la importancia de no compartir objetos de higiene personal, así como desinfectar las bañeras tras cada ducha o baño de la persona posiblemente afecta, y es que se han cultivado organismos responsables de la TC de fómites como peines, gorras, almohadas y asientos de teatro, donde las esporas pueden sobrevivir largos periodos de tiempo, contribuyendo a la diseminación de la enfermedad3.
Debemos destacar también el relativamente elevado número de casos que llegan a los servicios de Dermatología habiendo sido tratados previamente de forma incorrecta o insuficiente, especialmente en los últimos años1,69, que parecen indicar un desconocimiento de las pautas correctas de tratamiento de esta entidad en atención primaria y una falta de comunicación con Dermatología, y que de no solucionarse también podrían favorecer la aparición de nuevas epidemias de casos1,69.
De cualquier modo, aunque con todo lo anterior sea fácilmente apreciable la continua evolución de la TC en España desde el siglo xix hasta la actualidad, y aunque su incidencia real sea desconocida al no ser una enfermedad de declaración obligatoria, esta se continúa considerando hoy en día la infección fúngica más frecuente de la infancia3,29,36,39,51,67,68,70–72, y continúa siendo un problema de salud pública nacional, a pesar de que pueda no ser tan importante como en otras regiones del mundo con grandes dificultades para el acceso a los servicios sanitarios54,73–77, en las que sigue siendo endémica.
Asimismo, debido fundamentalmente a los movimientos migratorios, es muy probable que dicha evolución siga produciéndose en la epidemiología de la TC de nuestro país, con una diversidad creciente de agentes etiológicos, y si no se incide en su correcto diagnóstico, tratamiento y profilaxis, su prevalencia puede volver a aumentar alcanzando proporciones de epidemia en un futuro próximo, siendo recomendable un buen programa de vigilancia (despistaje en escuelas) y una cooperación interdisciplinar entre dermatólogos, pediatras, médicos de atención primaria y veterinarios.
Conflicto de interesesEl autor declara no tener ningún conflicto de intereses.
Al Dr. Vicente Crespo Erchiga, mi maestro en la Micología, por su lectura crítica del trabajo.