Hemos leído con detención el interesante artículo intitulado: «Causas y curas de las dermatosis en la obra de Hildegarda de Bingen»1. Este excelente artículo presenta la interesante vida y obra de la abadesa y mística medieval Hildegarda de Bingen (1098-1179)2,3 y hace un profundo análisis de las enfermedades dérmicas descritas por la también llamada «Sibila del Rin»2. El artículo ahonda en la concepción que Hildegarda poseía sobre algunas enfermedades dérmicas y, asimismo, relata las formas de tratamiento que ella proponía con relación a las dermatosis. El artículo inicia con una descripción biográfica de Hildegarda, exponiendo la fascinante vida de quien fuera una de las mujeres más influyentes de la Edad Media. En consideración a lo anterior, nuestro interés y propósito para esta carta es realizar una precisión histórica sobre la biografía de Hildegarda de Bingen expuesta en el mencionado artículo.
En el artículo se menciona que Hidelgarda de Bingen tenía «visiones» desde pequeña3 y hacia 1141 comienza a relatar estas visiones a Judith von Sponheim (en algunas fuentes von Spanheim, conocida también como Jutta) y a un monje llamado Volmar1. Estas visiones son descritas también por otras fuentes2,4,5 y por la misma Hildegarda en Scivias, su obra más importante6, la cual fue escrita entre 1141 y 11517. Sin embargo, la precisión histórica que pretendemos formular es que las fuentes sitúan la muerte de Jutta hacia el año 11363,4,7, por lo cual estas visiones no podrían haber sido relatadas a Jutta hacia 1141.
Judith von Sponheim habría nacido hacia el 22 de diciembre de 1091. Hija de Esteban von Sponheim, fue ingresada a temprana edad al convento de Disibodenberg2, esto es aproximadamente en 1112. A su vez, Hildegarda de Bingen, nacida hacia 10981–3, fue entregada a Jutta para su educación y la vida monástica1,3,4,7 cuando Hildegarda tenía entre 7 u 8 años de edad2,4,7. Unos años después (1112), Jutta con Hildegarda entraron y vivieron en el monasterio de Disibodenberg, esto, hasta la muerte de Jutta que —como comentamos previamente— se sitúa hacia 11363,4,7 y, una vez esto, Hidelgarda se hace cargo del convento, convirtiéndose en abadesa ese mismo año2 con 38 años de edad3, lo que es coincidente con los años cumplidos por Hildegarda hacia 1136.
Finalmente, es útil comentar lo valioso del trabajo de J. Romaní y M. Romaní1 tanto en lo que respecta a la vida de Hildegarda como a su obra, y en específico con relación a su visión sobre las dermatosis. A pesar del tiempo transcurrido, su obra comienza a tomar un importante valor en distintas áreas como la teología o la medicina2. La figura de Hildegarda de Bingen es fascinante, y su obra debe ser considerada en la formación en historia y humanidades médicas que requieran los especialistas, por ejemplo, aquellos dedicados a la dermatología.