Es este un artículo que sirve de ejemplo documental de la presencia de la mujer dermatóloga en la revista de la Academia Española de Dermatología y Venereología. En él, en compañía de otros dermatólogos de mayor antigüedad (J. Peyri Rey y J. Piñol Aguadé), una dermatóloga, la doctora Carmen Herrero Mateu, presenta un caso de poroqueratosis lineal de Freund revisando sus características clínicas e histológicas. Después de ella, y cada vez con mayor frecuencia, las mujeres de la Academia han ido engrosando el número de publicaciones. En la actualidad, no existe prácticamente diferencia en el número de referencias de uno y otro sexo, y de haberla es casual. La sociedad ha favorecido la feminización de la medicina, a la que la Dermatología no es ajena.
This article is a testament to the presence of women dermatologists in the journal of the Spanish Academy of Dermatology and Venereology. Together with 2 longer-standing dermatologists (J. Peyri Rey and J. Piñol Aguadé), a woman dermatologist, Dr. Carmen Herrero Mateu, presented a case of linear porokeratosis and reviewed the clinical and histological characteristics of the disease. Since that time, there has been an ever greater number of publications written by women from the Academy. At the present time, any difference in the number of male and female authors is purely coincidental. Society has encouraged a greater presence of women in medicine, and dermatology is no exception.
Sin embargo, la historia está escrita1 y se puede recuperar a las personas, y a través de ellas, sus publicaciones. En este artículo la doctora Carmen Herrero Mateu, una de las primeras mujeres de la AEDV, en compañía de otros dermatólogos varones de mayor antigüedad en la especialidad ( J. Peyri Rey y J. Piñol Aguadé), presenta un caso de poroqueratosis lineal de Freund revisando sus características clínicas e histológicas2. En la introducción comenta la historia y aspectos clínicos de la poroqueratosis en general, incluyendo los tipos de placas típicas, la forma eruptiva diseminada, la superficial actínica diseminada, la que cursa con hiperqueratosis central y eritema periférico, la forma hiperplásica con ulceración y la papulosa de disposición lineal. La observación clínica de su caso, un varón de 11 años de edad, con el estudio histológico patognomónico, da pie a un comentario sobre el significado nosológico de la enfermedad. Las 52 citas bibliográficas acompañantes, y sendos resúmenes en inglés y francés, cierran el trabajo.
La mujeres dermatólogas han publicado en la revista Actas Dermosifiliográficas con profusión, y sin diferencias en cuanto a calidad y estructura de los artículos con respecto a los varones dermatólogos, como era de esperar. Bien es verdad que en los primeros tiempos de la historia de la Academia su presencia fue necesariamente inexistente, ya que las mujeres no se hallaban incorporadas a la práctica dermatológica.
No cabe duda de que el sexo es un determinante de las oportunidades sociales y profesionales de los individuos, y de que la mujer se ha visto muy influida por su condición a la hora de desarrollar la profesión médica3.
Las mujeres empiezan a estudiar y a practicar la medicina como profesión, solo en algunas parcelas como la atención al parto, en los siglos xviii y xix4. En la segunda mitad del siglo xix algunas mujeres burguesas empezaron a estudiar medicina y a ejercer la profesión5, y muchas otras se involucraron en iniciativas filantrópicas de carácter sanitario6, fundamentalmente la higiene y la medicina preventiva. La London School of Medicine for Women, una escuela de medicina exclusiva para mujeres, fue una de las primeras facultades británicas donde la higiene formó parte del curriculo médico con la categoría de asignatura7. El progresivo aumento de mujeres en la profesión médica durante el siglo xx no modifica esta parcelación, de forma que la mayoría de mujeres médicos se concentra en algunas especialidades, sobre todo pediatras, generalistas y de diagnóstico8, hasta las últimas décadas de la centuria.
En cuanto a la relación con las sociedades médicas, las mujeres norteamericanas dedicadas a la salud pública crearon en 1920 la primera sociedad médica especializada exclusiva de mujeres (Association for women in Public Health), incorporando a la especialidad los intereses que eran co munes a todas las asociaciones profesionales: la defensa de su trabajo como mujeres profesionales y la apuesta por estudiar y mejorar la salud de las féminas9.
En la AEDV la mujer no aparece hasta 1964: Ana López Barri es la primera académica española. En 1970 ingresa la segunda mujer dermatóloga: Nuria Sendra Muntaner, y en 1972, M.a Pilar Grasa Jordán y Carmen Herrero Mateu. Poco tiempo después publica su primer trabajo, que hoy comentamos, cuando llevaba apenas unos meses en el Servicio de Dermatología.
En 1974 ingresan 5 nuevas dermatólogas: Guadalupe Fernández Blasco, Amelia Girón Flores, Catalina Marqués Cardel, Rosa Pérez López y Ascensión Romero Castro. En 1975 se incorporan Mercedes Jareño Bonilla, Concepción Martínez González, Carmen Peteiro García, María Ruiz del Río y Nieves Sánchez Fabrés.
La mujer aparece, por tanto, en la AEDV de forma tímida, alcanzando el 4 % del total de dermatólogos en 1974. La presencia de la mujer en los órganos administrativos se halla próxima a esta fecha, aunque en cargos de menos representatividad, como el de secretaria de actas (fig. 1). A partir de este momento se produce un incremento moderado anual de la mujer en la Academia, que en la última década se ha desbordado, siendo superior al ingreso masculino. Por ejemplo, al final de 2001 el porcentaje era cercano al 42 % (647 mujeres dermatólogas de un total de 1.565 afiliados a la AEDV). Desde entonces, el aumento ha continuado y pronto las mujeres serán la mayoría.
El paralelismo de la AEDV con otras sociedades médicas habla a favor de una feminización de la profesión médica en general. A la vista de la evolución de la mujer en la AEDV y en la especialidad, se podría afirmar que en la Dermatología actúan idénticos sistemas de masculinización o feminización que en el resto de la sociedad en su conjunto10. Por ejemplo, en el Ilustre Colegio de Médicos de Madrid, la representación femenina era del 5 % en el año 1960, alcanzando el 40 % en el año 2007.
El panorama médico y dermatológico va a cambiar sensiblemente, dadas las peculiaridades y la idiosincrasia femeninas, que sin duda influirán en el modo de hacer de la «nueva medicina». No se perderá calidad, pero sí cambiarán los estilos. La sociedad deberá adecuar su modelo asistencial de la mejor forma posible para que el cambio hacia una mayor feminización, que inevitablemente ocurrirá, sea justo y eficiente.