La figura no tiene historia, pero observamos cómo el escultor Enrique Zofío representa aquí una típica tinea corporis, en la que sorprende la exactitud con la que se reproducen las características de una tiña corporal, mejor que en muchas de nuestras diapositivas actuales: se observa su borde activo, porción central deprimida y contorno imitando un círculo perfecto.
Esta figura, junto con el comentario que la acompaña en la etiqueta, y en el que el Dr. Azúa advierte del contagio a través del contacto con un animal, nos recuerda los experimentos llevados a cabo por el Dr. Olavide para demostrar el contagio de las tiñas entre hombres y animales.
Olavide fue uno de los dermatólogos de su tiempo que se preocuparon por demostrar estos contagios y defender la patogenicidad de estos «parásitos» vegetales. Consideraba el contagio como una semilla, y el individuo como el terreno en el que se sembraba, reconociendo el muguet, el herpes tonsurante, la pelada (ésta erróneamente, al igual que Bazin), el favus y la pitiriasis versicolor entre las afecciones fitoparasitarias.
Reprodujo los experimentos realizados en otros países para demostrar el contagio por «transplantación» entre hombres y diversos animales, llevándolos a cabo en los dos sentidos, es decir, de los animales al hombre y del hombre a los animales.
Estas investigaciones están plasmadas en algunas de las láminas de su famoso libro «Dermatología general y Atlas de la clínica iconográfica de enfermedades de la piel o dermatosis» (1871–1880). La historia y la lámina de uno de estos animales, la perra Favicia, constituyen un bello ejemplo de la obra del pionero de la Dermatología española.