«Quien sólo sabe de Medicina, ni Medicina sabe»
José de Letamendi
No quisiera crear confusión con la inevitable antítesis que sugieren las dos palabras del título de esta nueva sección: «rincón», esto es, un espacio pequeño, algo de escasa importancia, frente a «arte», o lo que es lo mismo, la expresión de la belleza en toda su amplitud. Dos conceptos contrapuestos en su magnitud que, sin embargo, en este contexto, siguen un curso paralelo.
Me explicaré. El término «rincón» en la revista de todos los miembros de la Academia Española de Dermatología, Actas Dermosifiliográficas, se acoge a esa otra acepción del Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia que dice: «porción de terreno con límites naturales o artificiales, destinada a ciertos usos de la hacienda».
Y siguiendo esa línea de pensamiento, este nuevo rincón de Actas se destinará al arte, esto es «a la manifestación de la actividad humana mediante la que se expresa una visión personal de la belleza».
Pero no será el arte histórico, aplaudido, encumbrado, catalogado. No será el arte erudito, clásico o vanguardista. Ni el arte conocido o el pendiente de ser descubierto. ¿O tal vez sí? En realidad lo único importante en esta sección, será que los autores sean los propios dermatólogos, y no va a ser difícil tal intento.
En la Historia de la Medicina se descubren numerosas celebridades que ocuparon parte de su tiempo en la expresión artística. Sirva como ejemplo Santiago Ramón y Cajal, que con el seudónimo inicial de Dortor Bacteria, publicó como primera obra puramente literaria una novela de ciencia ficción en la que células y microorganismos se enfrentaban en aventuras imposibles. Siguieron otras muchas de carácter moralizante: A secreto agravio secreta venganza- anecdótico Cuentos de vacaciones, Charlas de café- y autobiográfico Mi infancia y juventud, La vida a los ochenta años: impresiones de un arteriosclerótico. No se detuvo su creación, cultivando el dibujo y la fotografía; publicó el libro La fotografía de los colores con la dignidad y la maestría de un artista consagrado.
Juan Antonio Vallejo Nágera, insigne psiquiatra y gran comunicador, cultivó la literatura logrando el premio Planeta con su novela histórica Yo el rey, y la pintura en estilo naif que alcanzó gran éxito en las exposiciones de la época. Y Pío Baroja, Gregorio Marañón, Mijail Bulfalov, Louis Ferdinand Celine, Anton Chejov, Arthur Conan Doyle, Carlo Levi, Axel Munthe, Moacyr Scliar, Jaime Salom, y tantos otros imposibles de enumerar en su totalidad.
La tradición del médico humanista continúa vigente en nuestros días también entre los especialistas en Dermatología. A poco que se investigue surgen nombres de colegas que escriben, pintan, esculpen, fotografían, tocan instrumentos, cantan, hacen cine, etc.
El porqué de esta multiplicidad de vocaciones tan frecuente en la clase médica ha sido objeto de tesis y conferencias. Pero es algo difícil de explicar. Tal vez nos ayude el poema de Mario Benedetti que dice:
«Después de todo hay hombres que no fui
y sin embargo quise ser
si no por una vida, al menos por un rato,
por un parpadeo».
Y aquí está la ocasión. Las páginas que hoy se inician serán el órgano de expresión de los dermatólogos artistas. Podremos conocer su obra, disfrutarla, reconocerla o criticarla, pero los lectores siempre saldremos más cultos, más ricos, más personas.
Y si alguien se siente temeroso de hacer pública su intimidad el arte siempre retrata al autor de algún modo puede recordar aquellas palabras de Golda Meier:
«No seas tan humilde. No eres tan grande».
Os esperamos.
Santiago Ramón y Cajal es uno de los ejemplos paradigmáticos del médico-artista.
*Habla si quieres que te conozcan.
Santiago Ramón y Cajal en un autorretrato hacia 1870. La fotografía artística fue una de sus grandes pasiones.