Los auténticos protagonistas de la historia a través del arte de la pintura no son los estilos, las épocas, los autores, las escuelas, los catálogos, ni siquiera los propios cuadros. Lo son los hombres.
No es esencial la erudición, la contemplación, el simbolismo, la estructura, la técnica, ni siquiera el fragor de los colores. Lo es la vida mágica y eterna del hombre pintado. El hombre el género humano en todas y cada una de las situaciones en las que se ha encontrado o ha soñado encontrarse. Incluso en la enfermedad.
Xavier Sierra Valentí, dermatólogo y artista de difícil catalogación, un hombre más holístico que específico, nos habla en este magnífico estudio del reflejo y la importancia que la medicina y la enfermedad tuvieron en la pintura del barroco.
El barroco, movimiento artístico del siglo xviii, el grand siècle como lo bautizó Perrault, el autor de La Cenicienta, revolucionó las formas vigentes en todos los campos de su ámbito. Tal vez por eso fueron los clásicos, o más bien los conservadores los que no querían giros que los alejasen de los griegos y los romanos los que le dieron nombre: absurdo, grotesco, que es lo que significa en su origen el término «barroco».
La arquitectura de las nuevas líneas (Pietro de Cortona, Bernini, Borromini), la escultura de imágenes policromadas llenas de dramatismo y teatralidad (Montañés, Gregorio Hernández, Pedro de Mena) y la pintura evolucionaron de forma paralela. En este escenario múltiple se asienta el gran teatro del mundo de la época. Los protagonistas han tomado nuevas posiciones y los movimientos llevan a nuevas formas. Y aunque en ellas el arte pictórico no siempre nos muestra lo hermoso, sino también la monstruosidad, el defecto, el dolor, la muerte, el desgarro, la locura, etc., no por eso deja de impartir y repartir belleza, tal como ha hecho hoy Xavier, con su erudición amplísima, su redacción ortodoxa y su serena comunicación con el lector interesado.
El Dr. Sierra es un referente en el acervo de dermatólogos artistas. Escritor de forma prioritaria, ha dedicado gran parte de su afición a la historia, y de forma especial a la de la Dermatología. Amante de la poesía y el relato, ha editado libros deliciosos de recopilación y creación literaria.
Pero no por ello ha desdeñado otras empresas. Se podría decir que son muchas sus pasiones esenciales: adicción incurable por la literatura, afición rigurosa a la música, conocimiento exquisito del arte en general. Una cena en su compañía y lo digo por experiencia puede ser un espectáculo, una clase magistral, un juego, un examen, un repaso a la memoria y a la fantasía. Todo un placer.
Así pues, no me ha sorprendido su perfección. Ya dije que era holístico, esto es, un total distinto y mejor que la suma de las partes.
Y sumida en la reflexión final, después de leer su texto y admirar las imágenes que lo ilustran, he rescatado de mi memoria la frase de Friedrich Nietzsche (1844-1900) que dice: «El arte impide que muramos de realidad».
Yo estoy de acuerdo. ¿Y vosotros?