Con motivo del centenario de la Academia Española de Dermatología y Venereología se evoca una publicación realizada por José Cabré en 1973, influyente figura en la Dermatología de su época y el segundo español en figurar en el Comité Internacional de Dermatología.
In light of the centenary of the Spanish Academy of Dermatology and Venereology, we recall a paper published in 1973 by José Cabré, an influential figure in dermatology at the time, and the first Spaniard to site on the International Committee of Dermatology.
La selección de este artículo se ha realizado atendiendo a varios criterios. Por una parte, se trata de un artículo de interés, sobre una enfermedad poco frecuente. Por otra parte su autoría, la del profesor José Cabré, sin duda uno de los más prestigiosos e influyentes dermatólogos del tercer cuarto del siglo xx, no sólo en nuestro país, sino también internacionalmente, y de quien tuve el honor de ser discípulo y amigo.
José Cabré Piera (1933–1981) fue en efecto un influyente personaje sin el cual no puede en modo alguno comprenderse la Dermatología en este período. Era hijo del dermatólogo Josep Cabré Claramunt, y tras licenciarse en Medicina, en 1956 se incorporó a la cátedra del Profeor Xavier Vilanova, formando parte de la floreciente escuela dermatológica catalana que dio figuras entre las que cabe destacar a Dulanto, Moragas, Piñol, Giménez Camarasa, Mascaró, Grimalt, Alvarado, Romaguera, etc.
Cabré estaba muy dotado para los idiomas. Había estudiado el bachillerato francés (que convalidó en un solo año, en 19491) y hablaba con soltura además alemán e inglés. Pronto inició una intensa formación de postgrado, primero en Toulousse, donde también se había formado su padre, con el profesor Nanta, y más tarde en diversas universidades de Alemania (Frankfurt, Gottningen y Mainz) durante un dilatado período de 8 años al lado de maestros de la talla de Korting, Gottron, Steigleder, u Oscar Gans, de quienes adquirió sólidos conocimientos clínicos e histopatológicos. En la Johann Wolfgang Goethe Universitat de Frankfurt se doctoró (con una tesis sobre Infiltración linfocitaria de la piel, dirigida por los profesores Oscar Gans y Steigleder) y alcanzó la categoría de Jefe Clínico (Oberartz), honor bastante difícil de conseguir en aquel momento para un médico extranjero. Finalizó su formación en París, en el Hospital de Saint Louis, con Robert Degos, en donde se encontró con uno de sus mejores amigos, J. M. Mascaró, con quien organizaba unas famosas sesiones histopatológicas hasta bien entrada la noche2,3. En 1962 se doctoró también en la Universidad de Barcelona con una tesis sobre Dermatosis mucinosas4, siendo de los primeros españoles que llamaron la atención sobre la mucinosis folicular5.
Este periplo por diversas escuelas y países diversos le dio una visión plural y muy completa de la Dermatología6. Avalado por tan sólida formación, y por sus numerosísimas publicaciones en revistas dermatológicas alemanas, francesas y españolas, Cabré obtuvo la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Cádiz en 1964. La labor que el jovencísimo catedrático (31 años) realizó en la facultad andaluza, de la que llegó a ser decano en 1970, dejó hondas raíces que aún hoy se recuerdan. Su memoria se ha evocado durante años en las Lecciones conmemorativas Prof. José Cabré, organizadas por el profesor J. Calap en la Facultad de Medicina de esta ciudad.
Fue también en 1970 cuando ocupó la presidencia de la Academia Española de Dermatología, haciéndose cargo de Actas Dermosifiliográficas, estimulando la publicación de originales y garantizando la sostenibilidad de la Revista, que no pasaba por sus mejores momentos. Su prolífica pluma suplió frecuentemente la escasez de trabajos.
Al crearse en 1968 la Universidad Autónoma de Barcelona pudo regresar a su ciudad natal, siendo también decano de la Facultad de Medicina primero y rector más tarde, en 1975, año turbulento en el que el país vivió el final de la dictadura franquista. Su auténtico sentir de universitario lo llevó en diversas ocasiones a aceptar cargos representativos aun en las condiciones más difíciles.
Cabré accedió en 1976 a la Primera Cátedra de Dermatología de la Universidad Complutense de Madrid, que había dejado vacante la jubilación de Gay Prieto7. La Cátedra estaba dotada en aquel momento con más de 50 camas, quirófano, laboratorio de histopatología, de micología y serología propios, además de una importante biblioteca bien surtida con los principales textos y revistas dermatológicas europeas y americanas.
La obra dermatológica de Cabré fue extensísima y abarcó numerosos temas, en sus vertientes clínicas e histopatológicas en las que era un auténtico maestro. Entre ellos merecieron especial atención las mucinosis8,9 ya aludidas, esclerodermias10-14, así como otros aspectos de las enfermedades del colágeno 15,16, liquen escleroso y atrófico, escleredema de Bushke17, síndrome de Marfan18, granulomas eosinófilos19,20, herpes gestationis21,22, síndrome de Reiter23, disqueratosis de Darier24, genodermatosis 25, porfirias, etc. 26. Entre los tumores estudió las dermatosis paraneoplásicas27, especialmente la acroqueratosis psoriasiforme de Bazex 28 (de la que describió el primer caso en España), epiteliomas intraepidérmicos29,30, poroma folicular, espiroadenoma ecrino31, nevus lipomatosos32, linfomas 33, sarcoma de Kaposi, etc. También dirigió diversas tesis doctorales entre las que recordamos temas como basaliomas (Ana de Cos, 1979), enfermedad de Behçet (Luis Cros, 1976), enfermedad de Degos (Julio A. González, 1976), micosis fungoide (Fernando González de Canales, 1980) y microscopía electrónica de la célula de Langerhans (Luis Olmos, 1980)34.
Como fruto de sus enseñanzas y de los años en los que colaboré a su lado, tanto en la Universidad Autónoma de Barcelona como en la Universidad Complutense de Madrid, tuve el honor de que dirigiera también mi tesis doctoral, sobre Poiquilodermia vascular atrofiante de Jacobi (Xavier Sierra, 1980)35.
Como reconocimiento a su ingente obra dermatológica y a sus bien acreditadas relaciones internacionales, Cabré (fig. 1) fue nombrado miembro del Comité Internacional de la Liga Internacional de Sociedades de Dermatología, honor que sólo había sido otorgado antes a un español, el profesor José Gay Prieto. A su muerte, aún en pleno ejercicio del cargo, el comité llamó para sustituirlo a su íntimo amigo J.M. Mascaró, que se convirtió así en el tercer español que ocupó este lugar.
Pero el interés de Cabré no se limitaba sólo a la Dermatología. Era muy consciente de la importancia de la Historia en cualquier actividad humana, y la historia de la Medicina le interesaba especialmente36. Impartió durante algunos años clases de Historia de la Medicina en la Universidad de Cádiz, y en nuestras largas conversaciones me transmitió sus vivencias junto a los grandes maestros europeos, sembrando en mí el interés por la historia de nuestra especialidad que después cristalizó en diversas obras37-41.
El artículo que comentamos es una muestra de las aportaciones del equipo encabezado por Cabré, en la que figuran dos de sus más destacados colaboradores, Jordi Vidal Lliteras y Julio A. González Fernández. Ambos compartieron con él la labor asistencial y docente en Cádiz y en Barcelona. Vidal más tarde trabajó en el Hospital de Bellvitge y en el Hospital de la Vall d'Hebron y Julio González, tras compartir también parte del período madrileño de Cabré, se trasladó nuevamente a Cádiz.
La anetodermia de Schweninger-Buzzi es una forma de atrofia circunscrita de la piel poco frecuente. Este tema había ya ocupado la atención de Cabré en diversas ocasiones 42-44. En el trabajo realizado en colaboración con Korting y Holzmann ya había descrito bien los rasgos semiológicos de este tipo de anetodermia. En la publicación que comentamos se estudian bien los rasgos clínicos y se destaca la gran pobreza de datos histopatológicos, discutiendo su clasificación nosológica. También se alerta sobre la posibilidad de hallar asociaciones con lesiones óseas, con el lupus eritematoso y otras afecciones, como el síndrome de Ehlers-Danlos. Asimismo, se especula sobre la posibilidad del papel de ciertos episodios infecciosos en algunos casos.
En resumen creo que este artículo de Actas Dermosifiliográficas puede ser un ejemplo de las aportaciones que hizo a la Dermatología José Cabré, figura carismática de su tiempo y que merece la pena recordar por el importante papel que tuvo en su momento como forjador indiscutible de nuestra especialidad.