La figura del Dr. José Eugenio de Olavide y Landazábal es bien conocida, habiendo sido su vida, sus libros y otras publicaciones, objeto de varias publicaciones1–4.
Quizás sean sus «aforismos», aquellas frases o sentencias breves y doctrinales que se proponen como regla en alguna ciencia o arte, una de sus obras menos conocidas3.
Para entender el significado de dichos aforismos hay que tener en cuenta dos aspectos relacionados con el pensamiento científico de Olavide. Por una parte, su creencia en los postulados de la teoría constitucional resumidos en las siguientes afirmaciones:
- 1.
La enfermedad es un «estado del hombre» en su conjunto, no de las partes del cuerpo.
- 2.
No se puede hablar, por tanto, de enfermedades de la piel, más que cuando estas son de causa externa (parasitarias o artefactas).
- 3.
En todos los demás casos, la lesión cutánea no es la enfermedad, sino solo una manifestación de esta.
Y por otra, su forma de clasificar las dermatosis en:
- 1.
Enfermedades de causa conocida: zooparasitarias y fitoparasitarias.
- 2.
Enfermedades naturales o espontáneas: generales y constitucionales.
- 3.
Enfermedades artificiales o de causa externa.
El objetivo del presente trabajo es el de aportar algunas pinceladas acerca de la terapéutica dermatológica práctica plasmada en forma de aforismos por el Dr. Olavide.
Material y métodosEstudio de la publicación Aforismos de dermatología práctica por el Excmo. Sr. Dr. D. José Eugenio Olavide. Madrid: Oficina Tipográfica del Hospicio, 1880 (fig. 1)5.
Resultados y comentariosLos aforismos de Olavide forman parte de las monografías semestrales publicadas por la biblioteca de la Revista Especial de Oftalmología, Sifiliografía, Dermatología y Afecciones Urinarias. El precio de la monografía era de 1 peseta (6 euros = 1.000 pesetas). La página publicitaria de la revista informaba como una variante del clásico «no se fía», que «no se servirá ningún pedido de estos folletos sin acompañar su importe».
El autor es presentado como «médico del Hospital de San Juan de Dios, individuo de la Real Academia de Medicina, médico de la Real Casa, Gran Cruz de la Real y distinguida Orden Americana de Isabel la Católica, etc.». Para Olavide, esta colección de aforismos de dermatología práctica es «ideas sueltas y en desorden sobre las enfermedades de la piel», lo que hace suponer que fueron anotados según se le fueron ocurriendo «a vuelapluma», esto es, deprisa, de manera improvisada o inesperada, sin apenas detenerse a pensar o corregir y sin que durante la lectura del texto podamos observar una estructura lógica y meditada.
Se recogen un total de 257 aforismos en 49 páginas. De los 257 hemos encontrado 13 dedicados a la terapéutica tópica (tabla 1) y 12 relativos a los efectos de la balneoterapia (tabla 2).
Aforismos sobre terapéutica tópica
«La brea es la más indicada en las dermatosis herpéticas, el aceite de enebro y la tintura de iodo en las escrofulosas, las pomadas mercuriales en las sifilíticas y las pomadas astringentes en todas» (aforismo 5). |
«El almidón sirve de mucho en las exacerbaciones agudas y fugaces de las dermatosis crónicas» (aforismo 6). |
«Las grasas (aceite, manteca, cold cream, etc.) son perjudiciales en todas las dermatosis húmedas, no sólo de la piel, sino de las mucosas, y son por el contrario muy útiles en las escamosas» (aforismo 62). |
«El tratamiento de las úlceras por los ungüentos es casi siempre perjudicial y debe relegarse al olvido» (aforismo 63). |
«Es muy común en los intertrigos y eczemas húmedos que se presentan en las ingles y muslos de los niños de pecho, aconsejar lavatorios y unturas de aceite lavado, yema de huevo, etc.; con cuya práctica crece y se extiende el padecimiento. Prohibiendo el uso de las grasas, evitado las mojaduras o lavatorios y aplicando en gran cantidad polvos de almidón, es como se curan fácilmente» (aforismo 65). |
«La sangría y las erupciones están reñidas» (aforismo 7). |
«El emético puede favorecer mucho la salida o el brote de una erupción necesaria» (aforismo 8). |
«Calmar la picazón es necesario siempre; suprimirla de pronto es peligroso» (aforismo 20). |
«La picazón se calma con el frío, el agua constante, los ácidos diluidos, las sales alcalinas, el azufre, el alcanfor, el alcohol, el sublimado, la morfina, el bromuro de potasio y los astringentes, sin perjuicio del uso interno de los narcóticos» (aforismo 21). |
Aforismos sobre balneoterapia
«El agua en lociones y baños es un gran recurso terapéutico que se hace de primera importancia cuando se disuelve en ella por naturaleza o por arte ciertos principios medicamentosos. De aquí la poderosa influencia de las aguas minerales» (aforismo 4). |
«En las sifílides del período secundario no conviene baños generales al no tener sublimado en disolución, y como no hay, que sepamos, en el mundo ningún manantial de aguas mercuriales, puede decirse que todos los baños minerales están contraindicados en este momento evolutivo de la sífilis» (aforismo 52). |
«En la sifílides del período terciario, lo mismo que en todos los llamados accidentes terciarios, son útiles los baños minerales iodurados termales. Arnedillo y Archena llenan bien por su composición y temperatura las indicaciones que se presentan» (aforismo 53). |
«El tratamiento hidromineral de las dermatosis crónicas debe fundarse en la naturaleza de éstas, teniendo en cuenta la composición y la temperatura de las aguas minerales que han de emplearse para combatir la enfermedad constitucional que las sostiene y reproduce. En las dermatosis agudas o en los períodos muy inflamatorios de las crónicas están contraindicados los baños minerales» (aforismo 50). |
«El reumatismo y la sífilis reclaman por regla general baños termales; la escrófula fríos, el herpetismo templados» (aforismo 51). |
«Para el tratamiento de las artrítides o reumátides crónicas puede apelarse a toda clase de aguas y baños minerales. Los salino-purgantes, los alcalinos, los sulfurosos y los clorurado-sódicos, ya termales, ya fríos, se recomiendan según las aficiones del profesor y del enfermo, y todos alivian la erupción» (aforismo 54). |
«Las escrofúlides benignas mejoran con los baños minerales sulfurosos y clorurado-sódicos fríos, y sobre todo con los baños cortos de mar. En las malignas o lupus pueden recomendarse además los termales sulfurosos» (aforismo 55). |
«El herpetismo y las herpétides deben tratarse con las aguas arsenicales, y en su defecto con las sulfurado-cálcicas o sódicas débiles» (aforismo 56). |
«Hay una dermatosis, el pénfigo crónica, que no debe tratarse nunca con baños, porque, sea herpético, reumático, sifilítico o caquéctico, se empeora con todos ellos; lo cual quiere decir, tratándose de una enfermedad casi siempre mortal, que se apresura o adelanta la muerte» (aforismo 57). |
Antes de desglosar sus aforismos terapéuticos, Olavide resume, con dos afirmaciones, la dificultad que tienen muchos médicos para tratar las dermatosis. En la primera es más duro con algunos galenos advirtiendo que «muchos médicos tienen miedo a curar las dermatosis porque no saben curarlas» (aforismo 24) y en la segunda matiza el enunciado anterior explicando que «a veces no tienen miedo, pero se lo infunden al enfermo para disimular su inacción o ignorancia» (aforismo 25).
Olavide diferencia cuál debería ser la actitud terapéutica en función de la cronicidad de las dermatosis, afirmando que «el gran remedio contra las dermatosis agudas es la expectaciónprudente» (aforismo 1), mientras que «las dermatosis crónicas deben combatirse con remedios internos y externos. Los primeros servirán para neutralizar la causa íntima del mal, conocida o desconocida, pues por fortuna se saben curar algunas enfermedades cuya naturaleza es un misterio todavía, y servirán además para detener la evolución progresiva de la alteración constitucional, que sostiene o hace reproducir las dermatosis crónicas. Los segundos (tópicos) servirán para contener los progresos del mal local, es decir, de la lesión cutánea, síntomacasi siempre de la alteración constitucional» (aforismo 2), añadiendo que «hay otros muchos de notable utilidad en casos especiales, pero no pueden usarse sin inconveniente en lageneralidad» (aforismo 3).
En la tabla 1 se recogen algunas afirmaciones que podríamos compartir aún hoy en día, y otras que ya no forman parte del arsenal terapéutico actual.
Nuestro autor fue un gran defensor de la balneoterapia, recomendando especialmente las realizadas en los balnearios de Archena (Murcia) y Arnedillo (La Rioja), como tratamiento de las dermatosis. Se recogen sus aforismos dedicados al tema en la tabla 2. Olavide no pierde la ocasión de dar su opinión sobre la veracidad de algunas de las recomendaciones dadas por sanitarios no expertos en la materia. Así afirma que «el vulgo y muchosmédicos, al ver un erupción crónica y sin pararse en descender a detalles, la llaman herpes, recomiendan no hacer remedios tópicos para que no se meta dentro, y sólo aconsejan para el verano contra ella los baños minerales sulfurosos. Semejante rutina es ya ridícula e impropia de los adelantos de la ciencia en la época presente» (aforismo 64), o se pregunta «¿en qué ridiculez se fundará la preocupación vulgar de que ha de ser non el número de baños que deben tomar los enfermos en lasestaciones balnearias?» (aforismo 66) o si «¿tiene sentido comúnel querer curar radicalmente en siete o nueve días de aguas y baños una afección cutánea que lleva muchos años de existencia?» (aforismo 67).
La obra termina con el aforismo 257, dedicado a lo que podríamos denominar «novedades terapéuticas de la época». Hoy nos pueden parecer totalmente superadas pero es lógico pensar que Olavide y los dermatólogos de su tiempo mostraran su entusiasmo al afirmar que «la dermatología posee hoy dosnuevos medicamentos tópicos, el ácido pyro-gálico y el ácido crisofánico, que tienen ventajas sobre la brea y el aceite de enebro para combatir el psoriasis, el pitiriasis y todas las dermatosis secas, o en su período de desecación o descamación. Deben mezclarse con manteca en proporción de 5 por 100, y friccionarse suavemente una vez al día la erupción con la pomada resultante».
Conclusiones- 1.
Los aforismos de Olavide suponen un documento histórico sobe la terapéutica dermatológica española de finales del siglo XIX.
- 2.
Algunas de sus afirmaciones siguen aún vigentes hoy en día.