Aunque actualmente disponemos de una gran variedad de tratamientos tópicos y orales eficaces para el tratamiento del acné, es importante conocer alternativas terapéuticas, como la terapia fotodinámica (TFD), para utilizarlas en los casos recalcitrantes, en los pacientes con una contraindicación a algunos medicamentos o que no desean usar tratamientos orales.
Una mujer de 21años consultó por un acné nodular de varios años de evolución y de predominio en la región facial, con una mala respuesta a antibióticos y queratolíticos tópicos. Tenía como antecedente una hepatitis autoinmune de 7años de evolución en tratamiento con corticoides orales y azatioprina, con un buen control de su enfermedad. Se la trató con claritromicina oral durante un mes, lo que le provocó una alteración del perfil hepático que requirió su ingreso hospitalario. Por este motivo, y debido a su patología hepática de base, descartamos el tratamiento con isotretinoína oral y planteamos la terapia fotodinámica luz de día (TFD-LD) con ácido 5-metil amino-levulinato (MAL), sin otro tratamiento tópico asociado (fig. 1).
Tras la aplicación de un fotoprotector químico en toda la cara, se empleó directamente en ambas mejillas el MAL y, tras media hora, se expuso a la luz solar durante 2horas.
Se realizaron 5 sesiones con TFD-LD, separadas cada una de ellas por 4semanas. A partir de la tercera sesión se notó una disminución importante de las lesiones inflamatorias y una ausencia de nódulos. Persistieron el eritema leve y algunas cicatrices (fig. 2). El tratamiento fue bien tolerado. No se observaron efectos adversos y la paciente mostró una gran satisfacción durante el proceso, por tratarse de una técnica indolora, de fácil aplicación en consulta y con una excelente respuesta cosmética.
Tres meses después del primer ciclo de 5sesiones (fig. 3) se le administró una nueva sesión de TFD-LD junto con un gel de adapaleno asociado a peróxido de benzoilo de aplicación tópica. En el seguimiento a los 3meses la paciente continuaba utilizando el tratamiento tópico con una buena tolerancia y sin lesiones significativas.
El acné es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que afecta alrededor del 85% de la población general y que puede provocar un impacto grande en la calidad de vida1. En la fisiopatogenia del acné se incluyen factores como hipersecreción sebácea, hiperqueratosis folicular, proliferación del Cutibacterium acnes y alteraciones de la inmunidad innata1.
La TFD se ha utilizado en el tratamiento del acné, ya que es una técnica no invasiva, con una especificidad alta por el tejido diana, bien tolerada, con un efecto antimicrobiano, capaz de tratar múltiples lesiones en una sesión, sin toxicidad sistémica y con un buen resultado cosmético2,3.
Si bien el mecanismo de acción no es del todo conocido, el uso de la TFD con ácido 5- aminolevulínico (ALA) y su variante metilada (MAL) se han descrito como alternativas útiles y seguras, tanto la TFD convencional con lámpara (TFD-C) como la TFD con luz de día (TFD-LD). Otras terapias con luz que han demostrado utilidad son la luz pulsada intensa (IPL) y el láser de colorante pulsado (PDL)4.
Se ha descrito que después de su aplicación en la piel, el ALA se acumula en la unidad pilosebácea. Luego de ser activado con luz de una longitud de onda específica, se producen las especies reactivas al oxígeno, provocando la reacción fotodinámica. Además, se suprimen la proliferación y la secreción de los sebocitos y se produce una reacción inflamatoria local a través del aumento de citocinas proinflamatorias como IL-1, IL-6, TNFα, y CXCL85.
Clínicamente se observa una respuesta inflamatoria local caracterizada por eritema y pústulas, describiéndose una correlación positiva entre esta y la eficacia5,6.
Actualmente existen pocas series respecto al tratamiento del acné con TFD. Las fuentes de luz utilizadas varían entre luz roja, luz azul, luz visible policromática con luz halógena, láser de colorante pulsado y luz visible. No hay recomendaciones respecto al sensibilizante más adecuado, el tiempo entre sesiones, la duración total del tratamiento ni el seguimiento a largo plazo7-10.
Si bien ambas modalidades presentan una eficacia similar en el tratamiento del acné, la TFD-LD presenta algunas ventajas respecto a la TFD-C. La principal es el menor dolor. En la TFD-C probablemente el dolor es mayor por una absorción súbita de la luz y por los altos niveles de protoporfirina que se acumulan durante las horas de oclusión del fotosensibilizante. Por el contrario, la TFD-LD provoca una producción continua y la fotoactivación progresiva de pequeñas cantidades de protoporfirinaIX, por lo que es mejor tolerada10. Una ventaja adicional del uso de la TFD-LD durante la pandemia es la reducción del tiempo de estancia en el hospital y la subsecuente reducción del riesgo de contagio de COVID.
En conclusión, al igual que otros casos descritos en la literatura, la TFD ha constituido una herramienta útil en el manejo de nuestra paciente con acné grave en la que estaba contraindicado el tratamiento sistémico debido a su patología de base, lográndose la reducción de las lesiones inflamatorias y no inflamatorias, con buena tolerancia y satisfacción.
Conflicto de interesesNinguno de los autores presenta conflicto de intereses.