Cuando se habla del Museo Olavide y de sus figuras lo primero que se recuerda es a José Enrique Zofio Dávila (1835-1915) que fue el creador del 80% de las figuras existentes y más vagamente a José Barta Bernardota (1875-1955) autor del resto de las figuras, sin embargo, se olvida el tercer escultor del Museo, Rafael López Álvarez (1898-1987) que, aunque solo realizó un par de esculturas, tuvo una gran importancia ya que fue el último cero-escultor del Museo y el autor de la catalogación y embalaje de las figuras existentes para que no desaparecieran1.
Rafael López Álvarez (fig. 1) nació en Madrid el 20 de septiembre de 1889, su vida es conocida en parte por las aportaciones de un familiar (sobrino-nieto) que colaboró en la obtención de datos. Aunque era hijo legítimo (tenemos el certificado de nacimiento, con los datos de sus padres) hay en nuestro poder un diploma suyo con la clasificación de sobresaliente en modelado otorgado por el Hospicio de Madrid cuando ya contaba 32 años (12-7-1918) y creemos que por esas fechas entró a trabajar en el Museo Olavide donde ya estaba José Barta y puede que coincidiera con los últimos años de Enrique Zofio. En los años 40, tras la jubilación de José Barta, queda al frente del Museo Olavide instalado desde 1897 en Hospital San Juan de Dios de la calle Dr. Esquerdo, Museo que ya en esa época estaba en franco declive siendo visitado solo por estudiantes y algunas agrupaciones culturales.
Durante la Guerra Civil era el encargado de enseñar el Museo a los milicianos para que vieran los estragos de las enfermedades venéreas. Personaje pintoresco, en 1978 se declara en diversas entrevistas periodísticas como «racionalista, republicano y admirador de Ferrer Guardia (pedagogo, anarquista de finales del siglo xix, fusilado en 1903)»; asimismo cuenta historias sobre el Museo refiriéndose incluso como autor de algunas de las figuras2. De entre estas historias destaca la que se refiere al niño/a con tiña fávica que quiso ser comprada por un indiano por afirmar que se trataba de él cuando estuvo en su niñez hospitalizado en San Juan de Dios3. Al encontrar entre los documentos del Museo el historial de la figura observamos que fue realizada en 1881 mucho antes de su nacimiento (1888) y no se trata de un niño sino de una niña4.
Por referencias familiares sabemos que se dedicó a la pintura con cierto éxito especialmente en el retrato femenino; una serie de pinturas y acuarelas donados por sus familiares se encuentra entre los fondos incorporados por el Museo. Asimismo en una de las entrevistas2 declaraba que había realizado carteles para la prevención de las enfermedades venéreas y que incluso le habían prohibido por inmoral un cartel contra la sífilis durante la dictadura de Primo de Rivera. El Museo ha conseguido dos carteles originales suyos sobre sífilis y blenorragia (fig. 2). Estos carteles junto con otro de Ramón Casas i Carbo (1886-1932) están expuestos en la actualidad en el Museo, pues junto a la importancia histórica y social muestran el aspecto moralizante de la época ante estas enfermedades.
En 1972 queda ciego tras una operación de glaucoma, aunque se tiene noticias de él en 1978, en un reportaje en la revista QUE sobre enfermedades venéreas donde menciona su trabajo en el Museo Olavide2.
Su situación económica no es buena en los últimos años de su vida y según sus familiares gracias a su amistad con el Presidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina este le consigue una residencia a la cual no llega a ingresar, cediendo sus cuadros a la Comunidad de Madrid, los cuales creemos que se encuentran en la actualidad almacenados en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía según testimonio del familiar consultado.
Casado con Isabel Rodríguez Valero, fallece el 31 de Julio de 1987 siendo enterrado en el Cementerio de la Almudena el 1-8-1987. Su gran mérito es cuando a finales de 19663 embala y cataloga las figuras existentes en San Juan de Dios ante el cierre y derribo de este hospital para construcción de la Residencia Francisco Franco, actual Gregorio Marañón.
Creemos que, aunque no fue el artífice de muchas figuras y con ciertos aires de fabulador, López Álvarez hizo lo posible para que una de las mejores colecciones de figuras de cera del mundo no desapareciera y que hoy día con la inestimable ayuda de la AEDV el Museo Olavide esté al servicio no solo de los dermatólogos, sino de la sociedad en general.