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Vol. 99. Núm. 2.
Páginas 155-156 (Marzo 2008)
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Páginas 155-156 (Marzo 2008)
RINCÓN DEL ARTE
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¿Son peligrosos los lunares?
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J.M. Rojo
Autor para correspondencia
detrabajo2002@yahoo.es

José María Rojo García.
Profesor Asociado de la Facultad de Medicina. FEA del Hospital de Valme. Sevilla. España
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El cante flamenco se caracteriza por la multiplicidad de sus manifestaciones vivas y por tanto cambiantes, todas ellas integradas en un solo arte que constituye el más claro exponente de nuestra identidad cultural.

«Afianzar la conciencia de identidad andaluza, a través de la investigación, difusión y conocimiento de los valores históricos, culturales y lingüísticos del pueblo andaluz en toda su riqueza y variedad» (Calixto Sánchez).

Pequeña historia

El cante flamenco comprende una evolución que va desde la llamada etapa preflamenca (hasta el último tercio del siglo xviii), continúa con el período primitivo (1765-1860), le sigue la edad de oro (1860-1910), la aparición de la ópera flamenca (1910-1955) y el renacimiento (1955-1985). ¿Se encamina hacia una nueva era? (fig. 1).

Figura 1.

La Macanita.

(0,07MB).

La primera noticia escrita sobre el flamenco se encuentra en una de las Cartas Marruecas de Cadalso (1774). En ellas el escritor atribuye su origen a los gitanos, o al menos especifica que es junto a ellos donde se encuentran sus manifestaciones. Si bien ello es una realidad parcial, pues los ritmos no europeos que el flamenco contiene son curiosamente muy cercanos a los complejos ritmos asiáticos que proceden de la India, y no es ninguna coincidencia que los gitanos proceden originariamente de la India.

Adicionalmente el pueblo gitano ha sido el primero que ha mantenido el flamenco vivo y lo ha representado con dedicación.

Yo meditaba absorto, devanando

los hilos del hastío y la tristeza,

cuando llegó a mi oído,

por la ventana de mi estancia, abierta

a una caliente noche de verano,

el plañir de una copla soñolienta,

quebrada por los trémolos sombríos

de las músicas magas de mi tierra

(Antonio Machado)

Otra influencia del flamenco es la que se remonta a la época de la España musulmana, procedente de los llamados «moros», diversos grupos étnicos procedentes del norte de África que, sobre todo en Andalucía, se asentaron en la antigua Edad Media. Esta influencia se puede apreciar claramente en sus armonías, el cante flamenco guarda un gran paralelismo con otras manifestaciones musicales del norte de África, como por ejemplo la música marroquí. La guitarra recuerda no pocas veces a manifestaciones musicales no sólo norteafricanas, sino incluso de la África negra.

«El flamenco es la poesía animal, un arte de sensaciones y de emociones, y para saber de flamenco no necesitas saber sus formas y estructuras, si esto es una soleá de Cádiz o una malagueña de El Mellizo, o una taranta de El Guerra» (José María Pemán).

Y el baile femenino, sobre todo en el movimiento de caderas y manos, se asemeja a algunos bailes norteafricanos. Todas estas influencias, que por evidentes no podemos negar, no sorprenden cuando se sabe que Andalucía estuvo tantos siglos influida por esta cultura.

«Pero cada faceta del flamenco se desmiembra a su vez en múltiples matices, lo que denota su riqueza y la naturaleza de un arte que “es más que la vida”, tal y como declaró el bailarín» (Barishnikov).

Los lunares

Así que el cante por soleares dice:

La silla donde me siento

la enea se la ha caído

de pasar tantos tormentos

párate y mira al tejao

y verás mi camisoncito

con lunares coloraos

La bulería de bulerías dice:

Yo quise cambiar y no quiso

un pañolito de lunares

por uno de fondo liso

La clásica ranchera de tunos que se aflamencó en bulerías por Chano Lobato dice:

Ese lunar, que tienes

cielito lindo junto a la boca

No se lo des a nadie,

cielito lindo que a mi me toca

El tango de Málaga Quisiera volverme pulga de Camarón de la Isla dice:

¡Ay! a ti viene mi soleá

Con su bata de lunares

El pelito echado p'atrás

Y zarcillos de corales

Las sevillanas son una danza por grupos de parejas con ritmo apropiado para cantar seguidillas. Y concretamente las sevillanas corraleras que se cantaban y bailaban en los corrales de vecinos que existían antiguamente en Sevilla y sus pueblos. Son muy populares y sencillas:

En la pila del pato

te he conocío

y conté los lunares

de tu vestío

Noventa y tantos

entre verdes, azules,

granas y blancos

El fandango es una danza de procedencia árabe, a tres tiempos, de movimiento vivo en el que el mozo galantea a la moza. Mayte Martín dice:

Olas de la mar en calma

concha cuajá de lunares

olas de la mar en calma

si me dieras tus amores

yo te entregaría el alma

María de los Dolores

La zambra es una fiesta que celebran los gitanos en la que se mezclan olés y canciones flamencas, así como danzas antiguas como la Cachucha, la Mosca y los Panaderos, llamada así porque los hombres hacen movimientos como para amasar el pan.

El sentimiento

Una persona entiende de flamenco en tanto en cuanto esa música le pellizca, le enciende, le duele, le muerde al escucharla. Del mismo modo considero que para vibrar ante un cuadro de Van Gogh o de Velázquez no necesito entender de pintura, sólo necesito ponerme enfrente y que esos cuadros me den dentelladas en el estómago y el corazón.

Yo he llorado en casa escuchando dos voces extremadamente diferentes, la Vidalita de Marchena y el Romance del amargo de Camarón. Me considero en ese sentido un melómano privilegiado; y como yo, evidentemente, hay millones de personas. Entre Camarón y Marchena están todas las voces. Como el poeta que necesita releer de vez en cuando a sus escritores favoritos yo me encierro en casa tres meses seguidos a escuchar grabaciones que escuché hace años. «Necesito volver a escucharlas para refrescarme y oír cómo cantaba la Niña de los Peines por bamberas, cómo Antonio Piñana cantaba por fandangos mineros, cómo El Guerra cantaba una taranta a principios del siglo xx» (Piñana).

Sin embargo, la experiencia, la capacidad para percibir lo bello y lo peligroso y actuar ante ello, continúa dominando nuestras actitudes visuales.

Hoy ambas tendencias no son análogas, sino complementarias, la continua observación e inquietud muestran que los lunares son el rasgo común entre ambas partes, la dermatología y el flamenco, pero también lo son la extensa clasificación en el flamenco, los palos y los trípodes sobre los que descansa (cante, baile y guitarra) en los nevus o lunares las subdivisiones y patrones diversos. Sus orígenes en el conocimiento y sus continuos cambios de enfoque y diagnósticos les hacen estar vivos.

Sino lunas y estrellas… (comentario)

«Y si tuviera cien lunares como el que dices, en ella no fueran lunares, sino lunas y estrellas resplandecientes»

(Miguel de Cervantes 1547-1616. Don Quijote de la Mancha. Parte II, capítulo X)

José María Rojo García, Pepe para los amigos, une la erudición con el sentimiento. De tan hermoso ayuntamiento nace un extraño mutante curiosamente bello: el dermatólogo artista, que estudia, aprende y divulga. Su extraordinario escrito sobre los lunares nos lleva de la mano al mundo del flamenco, permitiéndonos descubrir que es casi una ciencia, llena de historia, facetas, evoluciones y personajes míticos. Después de leerlo casi podríamos decir con Oscar Wilde que es el tipo perfecto de placer perfecto: es exquisito y nos deja insatisfechos.

«De casta le viene al galgo» dice el refrán. Y en este caso, la genética -y la circunstancia que diría Ortega– han desempeñado su papel: un padre periodista que llena de gusto por las letras el corazón de niño de Pepe Rojo, y una mujer, Toñi, que disfruta con la música, la literatura, la escultura, la arquitectura y de una forma especial si hace referencia a su tierra, Andalucía, y que le ha contagiado de ese amor que nunca se agota, que nunca defrauda. Con ambas cosas se puede conseguir que los lunares no sean peligrosos, sino, como dijo Cervantes, lunas y estrellas…

Acabaremos pues con otra letrilla, ya que hoy de ellas vamos. La escuché una vez, y la entendí. ¡Mujer al fin! ¿Y ustedes?

No quiero que te vayas, ni que te quedes

Ni que me dejes sola ni que me lleves

Quiero tan sólo… pero no quiero nada

Lo quiero todo

A. Guerra

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